Empecé a vivir los días en automático.
Antes de que ella se levantará de la cama, respiró hondo, sabía que al levantarse los problemas llegarían.
Deje de hacer lo que me gustaba.
Ir a la escuela y inventar una escusa de que porque no asistía a sus talleres.
Días, semanas, meses pasaron y yo seguía igual.
Decir mentiras a sus amigas se había convertido en un ámbito imposible de dejar atrás.
En un vacío interminable.
—¿Por qué no almuerzas con tus compañeras?— el profesor se acercó a Kamüll con preocupación.
—Estoy a dieta...—mintió como de costumbre.—¿No crees que esta figura se haga sola? ¿no?—colocó sus manos en sus caderas haciendo una pose ridícula, el profesor que no se tragaba por completo su mentira, la dejó ir a su próxima clase, dejándose miles de dudas en su cabeza como cada vez que trataba de acercar a la estudiante.
No se cómo, ni cuándo, empecé a dejar de cuidarme a mí misma.
¿O tal vez sí?
—¿Terminaste la tarea?—Síbel, la prima de Kamüll le arrebató el cuaderno de las manos.—Genial, ¿te molesta si la copió?— ella se quedó en silencio, sabía que si le decía "No" provocaría un alboroto como siempre, la conocía.— Eres la mejor, y recuerda mañana es tu turno en la tienda.
—Pero, Iba a ir con las chicas a hacer un trabajó en la biblioteca.
Finalmente lograron llegar a un acuerdo, sin lágrimas de por medio como se hacía de costumbre cada vez que discutían.
Pero después, un día, me di cuenta de que estaba harta de vivir así.
La chica ya cansada por los mensajes de su tía, apagó su teléfono viejo y caminó sin rumbo hasta llegar a la pista de patinaje, con los ojos brillando de emoción revisó sus bolsillos en busca de dinero.
Ese día, el destinó le regaló una oportunidad.
—Un pase a la pista de hielo, por favor.
Encontró dinero, pero sí lo usaba no tendría con que pagar el bus para volver a casa durante una semana.
No le importó, ya se las arreglaría.
Después de colocarse los patines para hielo, empezó a deslizarse por el lugar casi vacío marcando cada paso que daba, necesitaba eso, necesitaba relajarse y pensar en ella.
—Lo haces muy bien.—se detuvo de golpe casi cayéndose contra el duro hielo, logró conteneer el equilibro dándose la vuelta para saber el proveniente de esa voz.
Dependía de ella, solo de ella.
Era un muchacho curioso que la estaba observando desde que entró en la pista, lo miró confundida ya que no le conocía de nada.
—Disculpa, ¿Te conozco?— sus cejas se unieron tratando de recordar al chico frente de ella.
Ambos se quedaron mirándose abiertamente sin preocuparse de las intensas miradas que compartían, un gritó les hizo volver a reaccionar sobre sus acciones.
—¡Bariş! ¡Hombre! ¡Tu madre entrará en caos sí no llegas a tiempo!
Un chico que iba vestido con el uniforme del mismo instituto que la chica se acercó a Bariş, era Demir de su clase. Ambos le dieron una mirada rápida a la chica, pero Bariş fue el primero en decididr en que decir.
Tampoco podía sonar muy entrometido o de lo contrario lo estropearia, así que le pregunto:
—¿Cuál es tu nombre?— soltó sin pensar tomando por sorpresa a la chica.
—Kamüll.
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Se despide su autora, cathita_solis.