El amanecer se filtraba con suavidad por las rendijas de las cortinas de la clínica. Asakawa parecía más callada que de costumbre, como si el mundo también necesitara descansar después de la noche anterior. En el pequeño sofá junto a una camilla, Riku despertó lentamente, con el cuello torcido y la chaqueta medio caída, por un lado.
Parpadeó una vez. Luego otra.
Lo primero que vio fue el rostro de Ren… muy, muy cerca.
—¡Ah! —exclamó, incorporándose de golpe.
Ren retrocedió un paso, cruzándose de brazos con una sonrisa apenas contenida.
—Relájate, dormías tan profundo que pensé que ibas a roncar.
Riku se pasó una mano por el rostro, todavía aturdido.
—No ronco —murmuró, más para sí que como defensa.
Hubo un silencio breve, cómodo. Ella se acercó con una taza de té humeante y se la tendió.
—Gracias por quedarte —dijo, con sinceridad—. Después de lo de anoche… no pensé que alguien se preocuparía así por mí.
Riku aceptó la taza y la sostuvo entre las manos.
—Es raro —confesó, bajando la mirada—. Preocuparme por alguien, digo. No lo hacía desde hace tiempo. Supongo que se me había olvidado cómo se sentía.
Ren no dijo nada de inmediato. Solo lo miró, sus ojos suavizados por una mezcla de ternura y tristeza.
—A veces eso pasa —susurró—. Nos olvidamos. Y luego alguien llega y… lo recuerda por nosotros.
Riku alzó la vista hacia ella, y por un instante, ninguno de los dos supo qué decir. Fue él quien rompió el silencio.
—¿Tú y Kaito…? —empezó, con cautela—. ¿Tienen algo?
Ren soltó una pequeña risa, sin burla.
—¿Yo y Kaito? No. Somos amigos. Muy cercanos, pero solo eso.
Riku asintió, aunque algo en su expresión pedía más.
Ren tomó asiento en la camilla frente a él y continuó:
—Kaito tenía a alguien. Su novia se llamaba Mei. Era increíble. Él la amaba… como pocas veces se ve en este lugar. Pero una noche, quedó atrapada entre un fuego cruzado. Dos bandas peleaban por un cargamento, y ella… solo estaba en el lugar equivocado.
Los ojos de Ren se nublaron por un instante, y Riku comprendió que no era solo la historia de Kaito de lo que hablaba.
—Yo perdí a mis padres a mano de esas mismas bandas. Distintos nombres, mismos métodos. Supongo que por eso él y yo… nos entendemos.
Riku bajó la mirada, sintiendo que las palabras pesaban en el aire.
—¿Y Guren? —preguntó entonces, con voz baja.
Ren suspiró.
—Guren nació de la rabia. Kaito quería crear algo distinto. Un grupo que protegiera en lugar de destruir, que pusiera límites a la violencia absurda… aunque eso lo llevara a enfrentarse a todos. Por eso lo llaman el León de Asakawa. No porque grite fuerte, sino porque no retrocede. Y porque a veces, cuando todos están escapando, él ruge para recordarnos que todavía queda alguien peleando por lo correcto.
Riku se quedó en silencio. El nombre de Guren, ahora tomaba forma frente a él. Ya no era solo una banda más. Era un símbolo. Una promesa.
Y mientras escuchaba hablar de Kaito, no como un líder violento sino como alguien que había perdido, luchado y decidido pelear por otros… comenzó a verlo con otros ojos.
No como un enemigo.
Sino como alguien que, quizás, también estaba intentando sobrevivir a su propia tormenta.
—¿Y tú? —preguntó Ren, con una mirada directa—. ¿Qué vas a hacer, Riku?
Él no respondió de inmediato. Bebió un sorbo del té. Estaba tibio y amargo, pero lo despertó un poco más.
—Primero tengo que pelear en ese maldito Círculo —dijo finalmente—. Luego… veremos.
Ren lo observó unos segundos, asintió lentamente… y sonrió.
—Entonces solo prométeme una cosa.
—¿Cuál?
—Vuelve. Después de la pelea… vuelve.
Riku la miró, y esta vez, su expresión se suavizó un poco.
—Haré lo posible.
Ren negó con la cabeza, como si las palabras no bastaran, como si su corazón necesitara hablar de otra manera.
En silencio, levantó la mano y comenzó a desatar una vieja pulsera de hilo negro que llevaba en la muñeca. Estaba gastada por el tiempo, pero tejida con cuidado. Algo claramente valioso para ella.
La sostuvo en el aire un segundo, como dudando… y luego, sin previo aviso, tomó la mano de Riku con decisión. Él apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando sintió el nudo firme cerrarse sobre su muñeca.
—Cuando la mires —dijo Ren, con una sonrisa que apenas lograba ocultar lo que temblaba en su voz—. Recuerda que alguien te está esperando.
Riku bajó la mirada hacia la pulsera, sintiendo cómo el calor de la piel de Ren todavía vibraba en el hilo. No supo qué decir. Por primera vez en mucho tiempo, algo en su pecho se removía con fuerza… y no era rabia. Era otra cosa. Algo más suave, más difícil de resistir.
#1172 en Novela contemporánea
#495 en Joven Adulto
drama amor juvenil, ficcion urbana, novela urbana contemporanea
Editado: 13.05.2025