Kaze no Yoru

Capitulo 16

El taller de Kaito era un viejo galpón reformado en la parte trasera de un estacionamiento abandonado. Las paredes de concreto estaban cubiertas de herramientas colgadas con precisión quirúrgica, estantes de metal con piezas de motocicletas y el olor persistente de aceite, metal caliente y tabaco. Un par de lámparas industriales colgaban del techo, derramando una luz cálida y suave sobre el grupo reunido alrededor de una mesa improvisada hecha con un portón oxidado.

Kaito estaba de pie, apoyado contra una de las columnas, brazos cruzados y el ceño ligeramente fruncido. A su lado, Riku se mantenía en silencio, observando los mapas, documentos y fotografías esparcidos sobre la mesa. Haru se había sentado en una vieja silla de madera, con una lata de bebida en la mano, y Tetsuya —como siempre— ocupaba su sitio favorito: medio tirado en un sofá desvencijado al fondo del taller, con una sonrisa perezosa en los labios, pero los ojos muy despiertos.

—¿Entonces? —preguntó Tetsuya rompiendo el silencio mientras lanzaba una tuerca al aire y la volvía a atrapar—. ¿Cuál es el brillante plan, jefe?

Kaito se agachó, tomó una carpeta con recortes de periódicos, fotos de vigilancia y mapas callejeros y la deslizó hacia el centro de la mesa.

—Primero necesitamos saber cómo se mueven. Kaze no Yoru no es una banda normal. No se exponen fácilmente. Usan intermediarios, lugares fantasmas y redes de distribución que cambian cada semana. Y ocultan a su verdadero líder.

Riku entrecerró los ojos. —Entonces hay que encontrar los puntos fijos. Nadie es tan invisible. Ni siquiera ellos.

—Exacto —asintió Kaito—. Ya tenemos dos posibles entradas: Akihiro “Crow” y el Círculo.

—También está Saeko Mikami —murmuró Haru, bebiendo un trago lento de su bebida.
Sus ojos se desviaron hacia Kaito, luego hacia Riku. Solo la había visto una vez, pero con eso le había bastado. A Akihiro podía plantarle cara. Sabía cómo leer su violencia, cómo enfrentarse a su forma de dominio. Pero lo que había sentido al cruzarse con Saeko… era diferente. Más frío. Más profundo.

—Esa mujer no va al Círculo por apuestas —dijo, dejando la lata sobre la mesa con un golpe seco—. Va a elegir carne. A cazar. Y cuando te mira… parece que ya decidió cómo vas a morir.

Tetsuya se quedó en silencio por un momento, el ceño ligeramente fruncido mientras jugaba con el borde de su lata. Luego alzó la mirada hacia Kaito, con una chispa de intuición en los ojos.

—¿Y si ella es la verdadera líder? —dijo en voz baja, casi como si estuviera dándole forma a un pensamiento que no quería admitir del todo—. Encajaría con los rumores... Eso que se dice de que una mujer está al frente de Kaze no Yoru.

Apoyó los codos sobre la mesa y cruzó los dedos frente a él.

—Akihiro es violento, visible, fácil de leer. Pero alguien como Saeko… se mueve en la sombra. Controla sin levantar la voz. Es el tipo de persona que deja que todos piensen que otro tiene el poder… mientras ella jala los hilos desde atrás.

El silencio que siguió a las palabras de Tetsuya cayó pesado en el taller. Kaito se pasó una mano por el rostro, como si necesitara despejarse los pensamientos.

—Eso explicaría muchas cosas… —murmuró—. La forma en que Kaze no Yoru ha avanzado tan rápido, casi quirúrgicamente. Como si alguien estuviera moviendo piezas con precisión desde el principio. Akihiro tiene fuerza, sí, pero no la visión.

Riku apoyó una mano en el banco de trabajo, la otra aún sujeta a un trapo con el que había estado limpiando manchas de aceite. Miraba al vacío, pero su mente estaba haciendo conexiones.

—Ella estuvo en la clínica —dijo, sin apartar la mirada del suelo—. Entró como si todo le perteneciera. Habló con Ren… no le puso un dedo encima, pero mandó destruir todo a su alrededor. Le ofreció protección a cambio de usar la clínica para cubrir sus negocios. Y dejó claro que nos está buscando a Haru y a mí.

Haru apretó la mandíbula. Su lata quedó olvidada sobre la mesa.

—Yo no me vendo, Riku —dijo, sin levantar la voz, pero con una firmeza que caló en todos—. Ni a Akihiro, ni a ella. Si quiere encontrarme, que venga.

—Lo hará —replicó Kaito, mirándolo de reojo—. Pero esta vez no esperará a hacer tratos. Si es tan peligrosa como dices, su siguiente paso no será diplomático.

Tetsuya se reclinó en la silla, cruzando los brazos tras la cabeza.

—Entonces tenemos que movernos antes que ella. Si Saeko es quien realmente lidera Kaze no Yoru, no bastará con tumbar a Akihiro. Tendremos que arrancar la raíz completa.

—¿Y cómo piensan hacerlo? —preguntó Haru—. Esa mujer no se deja ver dos veces por accidente.

Kaito se levantó del banco donde estaba sentado, caminando hacia una estantería donde guardaba varios planos y documentos. Sacó uno doblado, lo desplegó sobre la mesa. Era un mapa de Asakawa, con zonas marcadas en rojo y azul.

—Tenemos que entender cómo operan primero —dijo, señalando con el dedo varias rutas marcadas—. Identificar sus centros de distribución, sus puntos de control. Si movemos las piezas correctas, podemos obligarla a salir a la superficie.

Riku observaba el mapa, pero sus pensamientos se mantenían fijos en otra cosa.

—Y si salimos al frente… —murmuró—. ¿Estamos dispuestos a pagar el precio?




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