Kendall Y Mi Secreto

1. ELLA

ELLA

Me llamo Kendall Sophia pero nunca me ha gustado el nombre de Sophia así que por toda mi vida hice que solo me llamaran así, por primer nombre, hasta que me di cuenta que hacerlo fue un error.

En la escuela crearon algo llamado “El día de los buenos deseos” para mí era una estupidez pero no podía luchar contra ello así que solo lo acepté. Consistía en escribirle una carta a quien tú quisieras de tu salón, a tu “amigo especial” y dejarla en una caja de plástico para que a la siguiente mañana las repartieran y descubrieras los buenos deseos de alguien hacia ti.

No sabía a quién escoger así que hice algo tonto. Me envié una a mí misma.

Solo una persona podía enviarle a cada uno, tenías que marcar con una equis al lado del nombre en una lista con los alumnos del salón. La mayoría se apresuró al escritorio cuando la profesora de inglés avisó que ya podían llegar a escoger a la persona pero yo no lo hice.

Cuando ya casi todos estaban sentados, mi nombre seguía disponible y lo escogí.

Realmente nadie iba a saberlo y lo único que tenía que hacer era escribir mi nombre e inicial de mi apellido en el sobre, luego alguien me la entregaría de nuevo y yo la quemaría en mi casa.

Escribí como terapia, como esas que he visto en internet. No lo había planeado así, pero una vez que comencé no pude detenerme y una sola hoja parecía no ser suficiente.

Mientas que a mí alrededor se pasaban marcadores y lapiceros de color para hacerla ver perfecta, yo usé un lápiz hasta cuando ya no quedaba más punta del carbón.

La doblé y como si fuera un chiste, tomé un lapicero rojo y escribí:

“Para Kendall B”

Me puse de pie y lo dejé en la caja, luego me senté y me olvidé de esa tontería. Tenía un poco de pánico al pensar que alguien podría husmear los sobres y leer lo que escribí pero el sobre estaba cerrado y era imposible que alguien lo abriera sin que me diera cuenta cuando lo tuviera de vuelta mañana.

Aunque pensándolo bien, hay personas que saben cómo abrirlos sin que se note.

Espero no hayan criminales en la escuela.

En la siguiente clase intentaba concentrarme en las explicaciones de números y formulas pero seguía pensando en lo que escribí. Me estoy arrepintiendo de haber hecho eso.

A la hora del receso todos salieron y se dirigieron al área de comida o a los jardines pero como siempre, desde que llegué hace tres semanas, me quedo en el salón. Me siento mejor aquí, segura de lo que puede haber allá.

A veces miro a mis compañeros y me pregunto si ellos han pasado por algo así pero todos lucen tan ordinarios y comunes, tan felices, que dudo eso.

Finalmente, antes que termine, voy al baño. En mi camino veo al fondo del pasillo a una chica y un chico. Están besándose, nada que parezca ser demasiado intenso, pero se besan como en las películas.

Bajo la mirada. Yo a veces quisiera saber que se siente estar enamorada, pero la única vez que pensé haberlo estado, terminó horriblemente mal. Muy mal.

Mis ojos se llenan de lágrimas y rápidamente entro al baño, me limpio los ojos antes de entrar a una de las cabinas para sacar el litro de agua que me he bebido en toda la mañana.

Bufo. A pesar que tengo mucho en contra de mi madre, sigo manteniendo ciertos hábitos, como el de tomar agua por las mañanas y también el de evitar las bebidas azucaradas.

Creo que ciertos traumas no se van jamás pues no parecen traumas.

Iba a verme al espejo cuando salí pero en ese momento, entra una chica. Es alta, bastante linda, con ojos verdes y cabello marrón que brilla como esos anuncios de productos pare el cabello. Ella me sonríe cuando me ve y le sonrío también, parece amable.

Espero a que entre a una de las cabinas para lavarme las manos y luego, compararme con ella en el espejo. Chicas como ella no tiene ojeras, no tienen granos en la cara, no tienen dientes torcidos. Ella es linda y perfecta, yo soy insuficiente.

Soy todo lo que decían.

Soy todo lo que mamá quería cambiar.

Termino de secarme las manos y salgo, cuando lo hago no me doy cuenta que un chico estaba en la pared recostado con su teléfono. Me golpeo con él.

—Lo siento —decimos al mismo tiempo.

—Lo siento —repito.

Me hago a un lado para seguir mi camino. Cuando regreso me siento en el escritorio y espero a que el receso termine.

Las siguientes clases fueron lo mismo, nada especial. Al llegar a casa mi madre estaba en la cocina, ocupada como siempre pues ella siempre está haciendo algo y ese algo incluye su teléfono.

Creía que no me iba a hablar pero antes de poder ir a mi habitación, se asoma. —Ah, Sophie, ¿Qué tal la escuela?

Abro la boca pero le ha llegado una notificación y su atención se deshace en el aire.

—Voy arriba —digo.

—Claro, hay ensalada por si tienes hambre —afirma.

Subo las escaleras y llego a mi habitación, dejo la mochila a un lado y me dejo caer sobre la cama. Cierro los ojos, escuchando los ruidos del exterior. Autos, pájaros, más autos, más pájaros.

Nada especial, nada nuevo.

Algunas personas odian las rutinas pero en mi caso, estoy bien con esta rutina. Prefiero vivir una vida predecible y aburrida a una llena de emociones que te llevan a peligros.

Sé qué es vivir con emoción, con entusiasmo, con una felicidad que no era felicidad realmente. Sé que es vivir con miedo, con paranoia, con temor, con pesadillas. Sé que es vivir con dolor, con vergüenza, con odio.

Por ahora, estoy bien viviendo con esto.

Con nada.




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