Kendall Y Mi Secreto

2. ÉL

—Kendall, ¿nos vemos mañana, verdad? —Parker pregunta.

Sonrío. —Obviamente, ¿Dónde más estaría?

Parker ríe y se despide chocando las manos. Paso al lado de un grupo de mis ex compañeros de fútbol y me saludan con puños chocándose. Les doy algunas palmadas en los hombros y sigo avanzando.

Mi teléfono vibra contra mi muslo y mientas acelero el paso al baño, lo saco y rápidamente lo desbloqueo. Leo el mensaje de Cora y le respondo con una nota de voz.

Me veo al espejo antes de respirar profundo tres veces.

Ojala mamá no me hubiera dicho nunca.

Ojala mamá no me lo hubiera dicho hoy.

Me miro de nuevo en el espejo. Mis ojos azules lucen más palidos que de costumbre y espero que no cambie mi apariencia demasiado. O tal vez solo me estoy imaginando que están luciendo así.

Voy afuera cuando recibo otro mensaje, sé que es Cora.

Le respondo antes de retormar el paso hacia el salón de clases. Quiero pensar que los latidos acelerados de mi corazón se deben al café que me tomé antes de venir pero sé que no es así.

Llego al salón y las personas me saludan. Les sonrío aunque no demasiado y aprovechando que Cora no está por aquí, le pregunto a Allison López si sabe algo sobre los próximos juegos.

Mientras que Allison estaba explicándome sobre como los entregaran los itinerarios la próxima semana, Cora llega.

Antes que pueda retroceder, ya está tomándome del brazo. —Hola amor.

Le sonrío y le doy la espalda a Allison. —Hola.

Me toma del mentón y se acerca para besarme. Cora no necesita esforzarse para besarme, no me dimos lo mismo pero usa zapatos con plataforma casi todo el tiempo.

—Te envié un mensaje, ¿lo viste?

—Respondí todos —contesto.

Me abraza y susurra: —Te envié otro mientras estabas hablando con ella.

Le doy una palmada en la espalda. —Bien, lo siento, ahora lo reviso.

—No, ya no, ahora estoy aquí —se separa—. Te estaba diciendo que mañana iremos a comer con mis padres.

La fiesta de cumpleaños de Parker es mañana, es uno de mis mejores amigos. —Eh, ¿a qué hora?

Se encoje de hombros. —No importa, tu solo vístete bien. Y ni si te ocurra usar esos pantalones azules, te ves raro con ellos.

Asiento. —Claro, es que…

— ¿Qué? —eleva una ceja.

Niego. —Nada. Vamos a sentarnos.

Me hace una señal para que me siente en el lugar que normalmente ocupamos, en el medio. Ella deja su bolsa sobre el asiento antes de caminar hacia sus amigas y hablar con ellas.

Luego intentaré decirle a Cora que ya había quedado de ir al cumpleaños de mi amigo, tal vez pueda estar un rato ahí y luego ir a la cena depende la hora o al revés.

Cuando la clase finalmente comenzó, me di cuenta que mis compañeros estaban emocionados por lo de las cartas. Casi lo había olvidado.

Yo le envié una a Cora, era predecible que iba a hacerlo. Se supone que lo haga y sé que si se me hubiera ocurrido enviársela a alguien más, ella se hubiera molestado. Aunque no sé a quién más pude enviarla, no es como si tengo mucho que decirle a nadie.

Le escribí a Cora que la amaba, que era lo mejor de mi vida, que esperaba que siempre estuviéramos juntos aunque cuando lo hacía me sentía raro, como si estuviera mintiendo.

Por supuesto que la amo, hemos estado juntos por casi dos años pero no lo sé, últimamente me siento distinto. No sé cómo explicarlo.

La caja donde las dejamos ayer ya estaba llena con algunos sobres, parece que fueron a los tres salones de último año a recogerlos.

Finalmente, el grupo del comité de eventos llega y anuncia que las entregarán. Cora voltea hacia mí y susurra: —Espero que la haya hecho bien.

Asiento. —La hice, para ti, con amor.

Hace una mueca. —No, me refiero a que se vea linda. Se las voy a mostrar a mis amigas.

Frunzo el ceño. —No es para mostrarla a las demás.

Entorna los ojos. —Si yo quiero hacerlo, lo haré. ¿Te doy vergüenza? ¿No quieres que sepan que me quieres?

Sabe que no es cierto. Cora y yo somos demasiado expresivos y todos en la escuela que nos ha visto pueden imaginarse que estamos juntos.

—Claro que no —respondo.

Suspira. — ¿Me amas?

—Claro —digo.

Ella se voltea. Los chicos del comité han empezado a repartir las cartas, como reconocen a algunos nombres de los sobres, solo se acercan a entregarlos y con los demás los levantan en el aire para preguntar dónde está el receptor.

Cora recibe la suya y se emociona, aunque parece que finge más que realmente estarlo.

Mientras tanto, Josh se acerca y me deja el mío sobre el escritorio. Josh me da un asentimiento antes de continuar.

Bajo la mirada al sobre y frunzo el ceño. Qué raro, Cora nunca escribiría así mi nombre, ¿O sí?

Es solo que, siempre hace eso con las “K” y “L” donde gira el final de la letra, como decorado. En realidad, Cora tiene letra muy bonita y creo que ella se esforzaría más que esto.

Estoy casi segura que la vi usar plumones rosados y dorados.

Cora sigue leyendo mi larga carta y yo abro el sobre, cuando lo hago noto inmediatamente algo que me avisa que esta no proviene de Cora. Todo está escrito con lápiz, inclinada hacia la derecha y bueno, sin faltas de ortografía.

No quiero ser malo pero mi novia no es la mejor con los acentos y puntuación, algo que yo tuve que aprender por mi madre y su amor a la ortografía.

Aun así, a pesar de mis dudas y mi confusión, comencé a leer.

“Kendall… debiste morirte esa vez.”

No, sin duda, esta no es mi carta.

Pero si esta no es la mía, ¿significa que alguien más recibió la que Cora me envió?

Esto está mal.




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