Kendall Y Mi Secreto

8: ÉL

— ¿Por qué no entras al equipo de nuevo?

Veo a Jake y me encojo de hombros. —Estaba pensando en hacer otro deporte.

Jake me empuja el hombro. —Por supuesto, el chico estrella, ¿no? Eres bueno en todo, que suerte tienes.

Le sonrío aunque no quiero hacerlo. Mis amigos siguen hablando hasta que finalmente llega Cora con sus amigas. Sigue en su uniforme de animadora y aunque todas sus amigas también usan el mismo, ella siempre ha preferido llevarlo un poco más largo.

Se acerca a mí y me toda con sus brazos. Todos mis amigos empiezan con sus chistes y ella sonríe mientras me besa. Sus manos se pasan de mis hombros a mis brazos y ahí es cuando doy un paso hacia atrás.

—Vamos entonces —digo.

Ella toma mi mano. —Vamos, vamos, que me muero de hambre.

Todos nos movemos a nuestros autos para conducir a uno de los restaurantes de sushi al cual vamos de vez en cuando.

Mientras conduzco, enciendo la radio para escuchar música pero Cora le baja el volumen completamente sin apagarla. — ¿Dónde estabas en receso? Te pedí que me esperaras en la banca.

Estiro la mano para apagar la radio, Cora me da un manotazo. —Solo tenía que preguntar algo de una tarea.

— ¿Qué tarea? —Se cruza de brazos—. ¿Con quién? ¿Qué clase?

Trago saliva. —La tarea de lenguaje.

Toma su bolsa para buscar algo. — ¿La tarea de Lenguaje? Pero si es fácil, no me digas que eres tan tonto. Además, ya te di el truco para hacerlas, solo usa esa aplicación.

Me encojo de hombros. —Sabes que la escuela no nos permite el uso de buscadores con IA.

Bufa. —No seas tan tonto, Kendall. Las buscas ahí y luego la cambias, además solo úsala parcialmente.

Le doy un vistazo. —No me gusta cuando me dices que soy tonto.

Suelta una carcajada. —Kendall, solo estoy bromeando —le da un toque a mi cabeza, por la sien—. ¿Acaso no entiendes el humor? Te estoy molestando. Claro que no eres tonto, no saldría jamás con un tonto.

Sigo conduciendo en silencio por unos segundos, agradecido que ella no indagara más sobre donde estaba en receso.

Las prácticas para las animadoras son en receso y aunque antes yo solía estar en los entrenamientos para el equipo de futbol, ahora tengo ese espacio vacío y ella quiere que la espere todo el periodo en una de las bancas cerca del gimnasio.

Pero no pude hacerlo hoy.

Antes de ir, revisé mi teléfono y leí algo en internet. Leí sobre una de las victimas expresando su inconformidad con la reducción de la sentencia y aunque eso me causó dolor, no se comparó con los comentarios en la publicación de las noticias.

Todos esos comentarios, cientos de comentarios, son como dardos hacia mí también. No vienen de las mismas personas pero se repiten, son los mismos comentarios que escuché hace años.

Es por eso que nadie debe saber. Nadie puede saber.

Mamá lo sabe.

Jordan lo sabe.

Mi hermano lo supo.

Papá lo sabe.

Y mis antiguos amigos.

Esa es la corta liste de personas que saben todo, o casi todo. Bueno, quizás sí hay más personas pero ellos son del tipo de profesionales que conocen sobre ese tipo de casos todo el tiempo y seguro ya me olvidaron.

Pero yo no lo olvido, ¿Quién podría olvidar algo así?

— ¿Me escuchaste? —Cora me empuja el brazo—. ¡Kendall! Te estoy hablando.

Asiento varias veces. —Lo siento, estaba concentrado en el camino.

Resopla. —Claro que sí. Te estaba diciendo que en vacaciones de primavera me voy con mi familia a la casa del lago.

Mi corazón pega un salto. — ¿Ah, sí? Y, um, ¿me estás invitando?

Ella suelta una carcajada. — ¿Qué? ¡Claro que no! ¿Qué tipo de chica crees que soy? Ya te dije que yo soy diferente a las demás, no te estoy invitando. Te estoy recordando, así que quiero que me llames todo el tiempo y nada de salir de fiesta con los chicos.

Ella no lo nota pero dejo salir una exhalación. —Lo prometo, nada de fiestas.

—Más te vale —me apunta con el dedo—. Juro que si me entero que hiciste algo, lo pagarás.

Trago saliva con fuerza. —Cora, no haré nada. Lo sabes.

— ¿Qué? ¿Qué sé? —se inclina hacia mí, toma mi brazo con fuerza aunque no demasiada pero puedo sentir sus uñas en mi piel—. Dilo, dime que me amas.

Asiento, sonriéndole. —Te amo, Cora.

— ¿Solo a mí, verdad? —aprieta una poco más.

—Sí, solo a ti.

Suspira. —Bien, como sea, el punto es que estaré ahí y tu aquí, luego nos veremos y quizás puedes invitarme a cenar. ¿Me vas a extrañar?

Asiento. —Lo haré.

Estoy mintiendo, de nuevo.

Claro que la voy a extrañar, es mi novia después de todo, pero al menos no sentiré que está vigilándome sin parar. No la culpo, su padre engañó a su madre varias veces y sé que eso la ha dejado con muchos miedos pero algunas veces es demasiado intensa.

Cora no era así, pero no es su culpa, también es mi culpa. Desde que las discusiones sobre la reducción de la sentencia empezaron, mi mente no está totalmente aquí.

Además, constantemente me pregunto si alguien alguna vez lo va a descubrir. No se supone que lo hagan, no usaron mi nombre ni mi rostro pero si alguno de los trabajadores encargados en mi caso o las demás personas que me conocieron son familiares de alguna persona en la escuela puede que lo sepan.

No quiero pensar en ello. No quiero, pero lo hago. Todo el tiempo.

Al llegar al restaurante Cora me lleva a la mesa donde ya están casi todos nuestros amigos. Nos sentamos juntos y ella coloca su mano en mi rodilla.

—Odio que iremos a la casa de la playa, yo quería ir a España con papá —Ellie habla.

Su novio Trace, también un chico que está en el equipo, la mira y dice: —Pues al menos te podré ir a visitar, podremos vernos por las noches.

La mesa estalla en diferentes sonidos, luego Trace voltea hacia dónde estamos y me señala. — ¿Qué hay de ustedes? ¿Escapada romántica de vacaciones de primavera?

Cora suspira. —No, iré a la casa del lago, luego tendremos el romance.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.