Hace años solía creer que tenía amigos.
Nunca los tuve, cada una de esas personas con las que hablaba todas las tardes eran personas que creían que yo era algún tipo de celebridad. A veces las personas piensan eso cuando tu rostro está en internet.
Pero hubo un tiempo donde creí que lo que tenía con alguien era real. Creí que había encontrado no solo a un amigo sino a alguien que me amaba y eso terminó en una pila de basura radioactiva, por no decir algo más.
Ahora, estoy con este chico en su bicicleta. Él y yo vamos de espalda, el pedalea y yo veo la calle, el sol, el cielo y todo lo que nos rodea. ¿Por qué estamos haciendo esto? Quién sabe.
Sé que soy una estúpida por estar aquí. Este chico es un desconocido y ya debí haber aprendido mi lección por lo que me pasó pero Kendall es… no lo sé.
Digo, lo vi llorar. Leí su carta. Leyó la mía. Él tenía muchas razones para burlarse de mí, para inventar rumores o hacer algo pero no lo hizo. No me amenazó para que no hablara sobre la vez que estaba sollozando y no me ha hecho sentir incomoda.
Quizás, es una buena persona.
Ojala lo sea.
Él se detiene. — ¿Puedes bajar?
Miro alrededor. No sé dónde estamos, pero es como el resto de este vecindario. Casas ordinarias (no tan ordinarias, son más grandes de donde yo vivo) y casi ni pasan autos.
Bajo de la bicicleta, él también y le coloca esa cosa para que no se caiga.
—Esta es mi casa —señala a un lado.
Veo una valla de madera alta, una puerta marrón y arboles dentro. —Um, ¿Y qué?
Ríe. —Que quiero mostrarte algo.
—Espera —cruzo los brazos—. Antes dime, ¿Por qué? No soy tu amiga, no eres mi amigo. No voy a caer a tus pies, Kendall Archer.
Rueda los ojos. —Mira, no es nada de lo que piensas. ¿Quieres la verdad? Todos mis amigos están de vacaciones, no hay nadie en la casa y no tengo nada que hacer. Tú eres… rara y pues, ¿Podemos ser amigos?
—No.
Chasquea la lengua. —Lamento informarte pero, el hecho que seamos Kendalls nos hace amigos automáticamente.
Presiono mis labios para no sonreír. —Um.
—Ajá, entonces, somos amigos. Lo siento, no hay nada que puedas hacer al respecto —sonríe.
Este chico me a sacar de quicio. —Podría robar tu bicicleta e irme.
— ¿Sabes andar? —me encojo de hombros. No, no sé—. Bueno, prefiero que no lo hagas. ¿Estas ocupada? ¿Qué harás ahora? ¿Pasear otro perro?
Sacudo la cabeza. —Mi día laboral terminó por hoy.
—Entonces ven conmigo, creo que te gustará lo que voy a enseñarte —dice.
No quería mencionar esto pero creo que tengo que hacerlo. —Tú tienes una novia.
Abre los ojos. — ¿Qué? —Ahora frunce el ceño—. Sí, la tengo. Es mi novia, la quiero pero, no Kendall… no, esto no —suelta una carcajada—. Lo siento si pensaste algo más.
—No quiero nada más —levanto las manos.
Sacude la cabeza. —No, yo tampoco. No. Mira, te prometo que no tengo dobles intenciones, solo quiero mostrarte algo en mi casa, es una casa del árbol. Ha estado aquí desde que me mudé, solo es eso.
¿Una casa del árbol? — ¿Por qué?
Se encoje de hombros. —Porque creo que te gustaría. Eres distinta a las personas que conozco, ¿Qué piensas?
Es algo extraño e inesperado pero, le creo. Soy idiota por creerle, por pensar que no va a intentar nada cuando tiene toda la apariencia de ser alguien que coquetea con chicas pero le creo.
—Está bien, pero te advierto que si haces algo…
Levanta los brazos como si la policía acabara de aparecerse. —Juro solemnemente ser un buen chico, te doy permiso a que me empujes fuera de la casa si hago algo estúpido.
Sonrío. —Bien, vamos Clon.
—Clon —repite, riendo.
Él abre la puerta me deja pasar. Gracias al sol, el verde de todas las plantas y césped luce vibrante. Hay todo tipo de árboles pequeños y arbustos, con hojas largas, anchas, grandes y pequeñas. Flores amarillas, blancas, rosadas, anaranjada y moradas.
Veo la casa del árbol, está al fondo. Tiene una escalera de madera y aunque no es muy grande, parece hecha por profesionales.
— ¿Quién la hizo? —pregunto.
Él cierra la puerta. —Las personas que Vivian aquí eran arquitectos y le hicieron eso a su hijo, nos preguntaron si queríamos quitarla pero no, mamá… ella quiere otro hijo.
—Ah, ¿eres hijo único? —le pregunto.
Sus hombros se tensan. —Eh…
¿Es una pregunta difícil?
Respiro profundo, sintiendo el aroma a pasto recién cortado. —Yo lo soy, hija única. Aburrido.
Resopla. — ¿Ves porque tenías que venir? Ahora puedes subir a la casa del árbol.
—No tenemos diez años —digo, aunque no voy a mentir, hay algo emocionante en subir ahí. Tengo curiosidad por descubrir que hay adentro.
— ¿Te crees superior por no tener diez años? ¿Es una casa del árbol demasiado infantil para ti? —se coloca frente a mí, con las manos juntas.
Tuerzo la boca. — ¿Sabes algo, Clon? Pareces alguien con muchos amigos y estás aquí, mostrándome tu casa del árbol.
—Estás señalando lo obvio —afirma—. ¿Vamos?
Mis ojos se mueven a la casa de nuevo. —Supongo, ¿no hay animales ahí, verdad? ¿Ratas? ¿Ardillas sin vida?
Bufa. —Eh, no lo creo. En realidad, suelo subir ahí, me gusta cómo se siente, es pacífico.
Él se mueve primero, yo lo sigo viendo todo el jardín. Está bien cuidado, a diferencia de nuestro mediocre intento de un jardín. Mamá solo le importa el área de las rosas, ahí es donde se toma muchas fotografías.
Llegamos a la escalera, me la señala. — ¿Quieres ir primero?
Niego. —Tú, sube.
—Bien —sin problema sube, utilizando sus manos y piernas. Cuando ya está arriba, se inclina para verme—. Ven.
Trago saliva. Este es el momento cuando podría solo irme y olvidarme de él, tengo todos los motivos necesarios para escapar y fingir que esto jamás sucedió pero es como si mis pies estuvieran plantados como todas las plantas aquí y no me voy.
En su lugar, comienzo a subir.