— ¡Gané! —celebro.
Kendall me mira y me señala. —Recuerda que seguimos practicando, no es la batalla oficial.
Estiro los brazos. —Pero eso dirás hasta que ganes, es trampa.
—No es trampa —deja el control sobre la mesa—. Espera, se me van a dormir las piernas. Llevamos jugando mucho tiempo.
Volteo hacia el reloj en forma de gato en la otra pared, encima de un mini refrigerador. —Tienes razón, son casi las tres de la tarde.
Yo salí a pasear a Bonny a las diez de la mañana, he pasado horas con este chico.
—Pausa para refrescarnos —dice, levantándose—. Por cierto, si necesitas usar el baño, es la puerta de ahí.
Sonrío. — ¿Tienes un baño en tu sótano?
—Sí, es mi lugar de juegos —señala.
El lugar es increíble, honestamente. Tiene todo esto, una mesa de ping pong, la mini refrigeradora, unos gabinetes que seguramente tienen frituras, un equipo de sonido, unos balones apilados en la esquina.
—Aquí si traes a tu novia —tengo la necesidad de recordarle que tiene una novia, una posesiva aparentemente.
Él rueda los ojos. — ¿Por qué la mencionas tanto? Por cierto, se llama Cora.
—Cora —repito—. Sí, sé quién es. Es muy linda.
—Lo es —sonríe pero a medias—. De todas formas, no tienes que mencionarla todo el tiempo. Sé que piensas que estoy coqueteando contigo pero no, Kennie. Aquí solo estamos coexistiendo.
Bufo. —No pienso que coquetees conmigo. No quiero que lo hagas, me dan asco los hombres.
—Vaya —ríe—. ¿Te gustan las chicas entonces?
—No —digo—. No es eso. Los hombres son una basura, sin ofender.
Me mira por unos segundos y luego asiente. —No me ofendes. No voy a negar que sí, algunos hombres son un asco pero hay otros que no. Por ejemplo, Jordan.
— ¿Jordan? —digo, levantándome del sofá, sintiendo como mi cadera está tensa por pasar mucho tiempo sentada.
—Mi, bueno, el novio de mamá —dice—. Es una buena persona.
—Bien, tal vez Jordan no es un asco pero es la excepción.
Se mueve a la mesa de ping pong. —Yo diría que por lo menos hay un par de chicos en esta escuela que no son malos.
— ¿Tú? —pregunto con un tono burlesco.
Se pasa la mano por el cabello. —Eso depende. ¿Cuál es el estándar para ser un chico bueno?
Me encojo de hombros. —Lo básico. No ser un idiota, no molestar a otros, no obligar a nadie a algo que no quiere.
Eso último hizo que abriera los ojos y aclara la garganta. ¿Acaso ha hecho algo así?
—Entonces lo soy, soy bueno —se toca el cuello de la camiseta—. Quiero ser bueno —eso último lo susurra.
Lo veo en silencio por unos segundos hasta que toma una de esas paletas y la extiende. — ¿Quieres?
Sé que debería irme, no porque mamá pueda preguntarse dónde estoy sino porque ya he pasado mucho tiempo aquí pero no quiero hacerlo. No he hecho esto en tanto tiempo, no he hablado con alguien, no he comido pizza con alguien, no he estado con alguien solo relajándome en vacaciones.
—Soy buena en esto —miento.
Él sonríe. — ¿Ah, sí? Bien, pruébalo, Kennie.
Es raro que él me llame así pero es solo porque tenemos el mismo nombre y sé que es más raro decirnos “Kendall” suena a que estamos hablándonos a nosotros.
Antes de tomar la pelota blanca, cambia la temperatura del aire acondicionado y se coloca del otro lado dejando el control debajo de la mesa.
— ¿Lista para perder, Kendall Dos?
Ruedo los ojos. —Lista, Clon.
Rebota la pelota y la lanza a mí. Sorpresivamente, logro lanzarla hacia él sin problema. Él la envía de vuelta y esta vez, cae fuera de la mesa. Me inclino para tomarla antes que ruede lejos.
Él y yo jugamos por mucho más tiempo. No creo que él sea bueno pero yo no soy mejor. Ambos la lanzamos fuera varias veces, incluso en una ocasión la lanzó lejos y tuvimos que buscarla por todo el lugar.
Eventualmente nos cansamos y ambos estábamos sonriendo.
Hasta que escuchamos un ruido, una puerta.
Él cambió la expresión a una de preocupación. —Espera aquí —pide.
Asiento aunque no tengo opción. Lo veo subir las escaleras de dos en dos y cerrar la puerta. Mientras él está arriba, yo veo el lugar.
Supongo que esto es lo que se siente tener amigos, o al menos un amigo.
Kendall reaparece más relajado. —Es mamá —se toca la mandíbula—. Um, si quieres, um, ¿puedes subir?
Entorno los ojos. — ¿Debo irme ya, no? Lo siento, se hizo tarde y…
—No —interrumpe—. Ella quiere conocerte. Le dije, tengo una nueva amiga.
Ahora sí, mi corazón pega un salto. —No soy tu amiga.
Bufa. —Ya sé, eres mi “algo”, la ladrona de mi nombre.
—Nací antes que tú —digo.
Kendall hace una seña con la mano. —Vamos, si quieres. Si no quieres, está bien.
Me agrada que me dé la opción de no ir con su madre pero no creo que haya problema con ello, ¿no? —Sí, vamos.
Asiente y subimos. Lo sigo hasta la cocina donde una mujer de cabello corto está sentada en una de las sillas frente a la isla. Ella me mira y sonríe, unas pequeñas arrugas se le forman debajo de los ojos.
—Hola, hola —saluda alegremente.
Él aclara la garganta. —Um, mamá, esta es Kendall. Kendall, ella es mi mamá.
Ella abre los ojos. — ¿Te llamas Kendall? —Junta las manos—. Que coincidencia. Entonces, son amigos y tienen el mismo nombre, que divertido. ¿Cómo se conocieron? ¿Son compañeros?
En realidad, fue todo por esas tontas cartas. —Sí —contesto.
Voltea hacia un reloj negro. —Jordan viene en una hora, ¿te quedas para comer?
Volteo hacia Kendall y él se encoje de hombros. No le molesta que me quede, que esté con su madre y el novio de su madre, no le molesta que hayamos pasado todo el día juntos.
¿Por qué no le molesta?