Kendall Y Mi Secreto

19: ELLA

La mejor parte que mamá no esté aquí es que puedo escuchar música sin audífonos, puedo comer como a mí me gusta, sin tener que servirme menos de lo que realmente quiero.

Ella me llamó pero no dijo nada interesante. Siempre ha sido así, siempre me habla de sus viajes, de los videos que está grabando y como siempre, me pide que les recomiende su cuenta a mis amigos.

Claro, eso puede describir perfectamente a mamá. Ella no sabe que no tengo amigos, que si los tuviera, no les interesaría ver a una mujer a punto de cumplir cuarenta actuando como una adolescente. No les interesa ver un “día a día” de alguien que alguna vez hacia otro tipo de videos.

Esos videos que me arruinaron la vida.

Vuelvo a recibir otra llamada y rodeé los ojos pensando que era ella mi madre otra vez pero no. Es Kendall. Kendall a quien registré como “Clon”

— ¿Hola? —pregunto, sentándome en el borde de la cama, cerca de una bolsa de papas fritas picantes.

—Hola —se escucha la voz más ronca—. Eh, ¿Qué estás haciendo ahora?

Cruzo las piernas. —Ahora mismo, esperando a que cuelgues para que siga comiendo mis papas.

Escucho que ríe. —Eh, um, ¿tu mamá ya está ahí?

Hago una mueca. — ¿Por qué quieres saber eso?

Se toma una pausa. —No, solo, bueno, como hoy tuve que hacer otras cosas pues, no sé, ¿Quieres hacer algo?

Frunzo el ceño. Son las cinco de la tarde, no es tarde pero no sé para qué quiere que nos veamos de nuevo. — ¿Otra vez?

Bufa. —Sí, ¿no estas aburrida?

Sí, casi siempre lo estoy. —No.

Respira contra el teléfono. — ¿Puedo preguntar algo?

Lamo mis labios. — ¿Qué?

Él pregunta: — ¿A qué hora llega tu madre?

Hago una mueca. — ¿Por qué preguntas?

Suelta una carcajada. —Es difícil hacerte pregunta, Kennie. Es como si no quisieras responder nada, ¿Acaso eres una espía?

Ruedo los ojos. —Hay algo que se llama privacidad.

—Lo sé pero son preguntas inofensivas —contesta.

No lo son, no si la persona que las hace puede hacerte daño aunque no siento que Kendall pueda lastimarme. Pero no puedo confiar en mi intuición, claramente no sirvió.

—Entonces, ¿Vas a responderme? —habla.

—Mamá vendrá, más tarde —miento, es más fácil que explicarle porque no está aquí, por qué no ha estado aquí en estos días y no estará.

—Más tarde —repite—. ¿Crees que nos dé tiempo para hacer algo?

Frunzo el ceño. —Kendall, no creo que sea algo bueno pasar mucho tiempo, digo, tú tienes novia y si te ven conmigo o algo así…

—Basta, Kennie —cada vez que usa ese apodo produce algo en mí, diminuto pero perceptible—. Te prometo que esto es solo amistad. No voy a hacer algo, lo juro. Te lo he dicho muchas veces, ¿Por qué no me crees?

Resoplo. —Porque no le creo a nadie.

—Lo puedo notar —contesta y casi estoy segura que está sonriendo—. Entonces, ¿puedo llegar a tu casa?

— ¿Y qué quieres hacer aquí? —soy cuidadosa a la hora de preguntar, no quiero que suena como un coqueteo.

—Bueno… mira, suena tonto pero tengo algunos juegos de mesa, ¿te interesa?

—Nadie los juega hoy en día —digo, aunque me hace recordar cuando los jugaba con mis abuelos.

—Pues podremos ser los anticuados, ¿aceptas o te niegas?

Sonrío de lado. —Pero hay que apostar algo, así es mejor.

—Me gusta como piensas, Kendall Dos.

Kendall llegó, con sus juegos de mesa, unas botellas de plástico de soda y yo traje las papas fritas.

Él está sentado en el sofá frente a donde yo estoy, con la mesa rectangular dividiéndonos. Estamos jugando algo que él le llama Damas Chinas. Me explicó las reglas y no parece tan complicado.

Kendall está vestido distinto a como lo vi en la mañana. Tiene unos pantalones de mezclilla y una camisa de botones negra. También en su mirada algo ha cambiado, no sé qué es.

— ¿Qué vamos a apostar? —pregunta, luego de acomodar todo.

Me encojo de hombros. — ¿Dinero?

Sonríe de lado, cuando lo hace noto un hoyuelo en su mejilla. No lo había notado antes. —Eso es aburrido, no somos un casino. Mejor apostemos una pregunta.

Resoplo. —Tú siempre apuestas con eso.

Me señala. —Aún tenemos que competir por la “Gran Verdad” ¿Recuerdas? Y será mañana.

Lo bueno es que he practicado con él así que, espero ganarle. —Bien, entonces, mañana.

—Pero ahora mejor, hagamos algo como… no sé, preguntas básicas. Simples, no tan personales.

Asiento. No suena peligroso que pregunte cosas aburridas como el nombre de mi primera mascota o el color que menos me gusta. —Está bien, eso está bien.

Se mueve para sacar su teléfono, es de última generación, muy parecido al que tiene mamá. Lo noté antes, he notado mucho de Kendall en estos días. —Necesitamos música.

Él busca una canción y la reproduce. Mi corazón pega un salto al reconocerla, lo cual es raro porque no diría que esta canción es popular. No es de esas desconocidas que solo tres personas han escuchado pero no es de algún cantante famoso.

Empezamos a jugar con las reglas que él me dijo y un par de canciones después, he perdido.

— ¡Trampa! —acuso.

Levanta los brazos. — ¿Qué? No es trampa, te gané honestamente.

Entorno los ojos. — ¿Cómo lo sé? Tal vez me mentiste con tus reglas y por eso ganaste.

—O tal vez —se recuesta en el respaldo—. Eres una mala jugadora y mala perdedora.

Ruedo los ojos. —Que fácil acusarme en lugar de aceptar tus mentiras.

Suelta una carcajada y se levanta de un salto, señalándome. —Momento de la verdad Kendall Dos, Copia de mi persona, ¿Lista?

Suspiro. — ¿Qué quieres saber?

Rasca su mentón. —Veamos, nada muy personal pero algo interesante. Um… ya sé, ¿te gusta alguien de la escuela?

Arrugo la nariz. —No.

— ¿No? —Eleva una ceja—. ¿Nadie? ¿De verdad?

Me encojo de hombros. — ¿Qué? No es como si estoy cometiendo un crimen.

Se sienta de nuevo. —Está bien, supongo que no tiene que gustarte alguien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.