Kendall Y Mi Secreto

23: ELLA

— ¿Por qué te gusta aquí? —pregunto.

Dobla las piernas. —Bueno, porque… ah, supongo que estamos siendo honestos, ¿no? —Frota su cuello—. Cuando era niño tuve algunos problemas y en mi casa, en donde vivía hace unos años mi padre me había hecho una casa del árbol pero no la había terminado y pues… luego pasaron cosas y nunca la usé. Bueno, sí, una vez subí pero…

Recuerdo que hace algunos años leí sobre un desastre que ocurrió en un país de Centro América, era un enorme hoyo que se formó en una calle residencial. Los vecinos habían escuchado ruidos pero cuando ocurrió, nunca pensaron que algo así podría suceder.

Nadie pensaría que tan profundo era todo eso.

Cuando veo a Kendall pienso que es algo así, algo que es mucho más profundo de lo que parece. Él me dijo que su hermano se suicidó, también acaba de mencionar a su padre pero él no está en esta casa, el novio de su madre es policía. Hay mucho más.

—Me gusta aquí —digo—. Ojala tuviera algo así.

Sonríe de lado. —Pues ahora puedes venir.

Suspiro. —Eh, ¿quieres que continúe con lo que estaba diciendo?

Asiente. —Sí.

Lamo mis labios. —Está bien. Entonces, te estaba diciendo que habíamos quedado para vernos esa noche. Lo hice.

Entorna los ojos. —Espera, tengo preguntas, ¿Puedo hacerlas?

Me encojo de hombros, de todas formas ya empecé a decirle esto y aunque me arrepiente después, ahora no hay vuelta atrás. En realidad, tampoco hay nada que perder.

— ¿Lo conocías por internet? —Asiento—. Pero, ¿Cuánto tiempo llevaban hablando?

Hago una mueca. —En realidad al principio solo escribía comentarios en los videos de mamá. Ah, es una historia larga y complicada.

Se mueve para estirar las piernas. —Creo que tenemos tiempo.

Veo a través de la pequeña ventana.

Es tan raro como el día de hoy todas las personas alrededor del mundo están viviendo días y noches distintas en este preciso momento. Algunos están celebrando, otros están llorando. Unos acaban de mejorar su vida y otros están luchando por la suya. Es tan raro.

—Está bien, te contaré todo —digo—. Pero no me hagas arrepentirme de hacerlo. No tienes que decírselo a nadie ni siquiera a tu novia.

Arruga la nariz. —No lo haré, lo juro.

Respiro profundo y comienzo: —Mamá empezó a grabar videos de su vida cuando yo tenía tres años. En ese entonces todavía estaba con mi padre, sus videos eran sobre la vida familiar. Mostraba nuestras salidas, cuando me enseñaba a hacer cosas, todo eso.

—Ah, ya sé qué tipo de videos —dice.

Asiento. —Entonces, eso fue así. Yo me acostumbré a tener una cámara en mi rostro. Me gustaba, también me gustaba porque mamá me leía comentarios sobre las personas que decían que era tierna o divertida.

Recuerdo esos días. Mamá se sentaba a mi lado y se la pasaba leyéndome todos los comentarios, poco a poco fueron más y más. Incluso en otros idiomas.

—Y algunos de sus seguidores jóvenes me encontraron en mis redes sociales cuando ya las tuve, mamá me hizo unas pero no las manejaba, a ella no le importaba que yo usara para hablar con “mis amigos”

Amigos que no conocía, pero que hablaban conmigo todo el tiempo a diferencia de las personas en la escuela.

—Así fue como conocí a Franco —odio su nombre, lo odio a él—. Franco comentaba sobre mí, decía que era muy linda. Esos videos era cuando tenía como nueve o diez años y él tenía una foto de perfil, parecía de mi edad.

Kendall frunce el ceño. — ¿Y era de tu edad?

Ahí está el problema. —Franco me dijo que tenía doce años cuando empezó a enviarme mensajes. Yo tenía diez.

— ¿Todo ese tiempo se escribieron? —pregunta.

Niego. —No era tan seguido, además… bueno, papá empezó a molestarle que mamá me publicara en internet y ellos discutían así que empezaron a “revisarme” ocasionalmente las redes pero después dejaron de hacerlo, cuando cumplí catorce ya todo era distinto.

Papá se había ido, mamá había sido absorbida por su supuesta fama y pasaba todos los días hablando con Franco.

—Me preguntó si quería ser su novia a distancia —digo—. Le dije que sí, él me gustaba y había visto fotos de él. Era lindo, me parecía lindo.

—Ósea que lo viste en fotos, ¿Pero en video llamada?

Suspiro. —Varias veces me decía que sus papás no lo dejaban hacer pero yo sabía que a veces mienten en internet entonces insistí, así que aceptó. Fue de noche, él tenía solo una lámpara y no se veía muy bien.

— ¿Pero era él?

Asiento. —Sí, era él pero no se veía mucho, aunque si era él.

—Entonces, ¿Qué pasó? —junta las cejas.

Respiro profundo. —Entonces le pregunté si quería ir conmigo al baile y me dijo que sí pero que como vivía muy lejos, sería mejor si nos encontrábamos en un lugar —explico, recordando esa conversación—. Era un restaurante de comida rápida y pensé que estaría bien porque era un lugar público.

Pero fui muy crédula e inocente, no pensé que aun así, las cosas podrían salir muy mal.

—Y llegué, esperé unos diez minutos cuando me llamó y me pidió que saliera, que ya estaba en su auto esperándome. Le pregunté porque no bajaba pero me dijo que llegaríamos tarde al baile. Salí del lugar y no estaba en el estacionamiento, estaba a orillas de la calle, cuando me acerqué al auto que había descrito me asomé y lo vi.

— ¿Y no era él? —pregunta.

Niego. —Sí era él pero no tenía diecisiete o dieciocho, en realidad, parecía de veinticinco años o más.

Abre los ojos. — ¿Qué?

Lo sé. Soy una idiota, ¿Cómo puedo ver a alguien así y pensar que era más joven? —Cuando me hablaba por video se rasuraba y se ocultaba con gorras y con poca luz, pero ahí lo pude ver.

— ¿Qué hiciste?

Bajo la mirada porque esta es la parte más humillante de todas. —Subí al auto.

— ¿Qué? —se inclina hacia delante—. ¿Por qué?

Porque era Franco, era el chico que me quería, que no me hacía sentir olvidada o sola. Que me entendía, que me escuchaba cuando me quejaba de mamá, cuando le decía que extrañaba a mis abuelos y a mi padre.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.