Kendall Y Mi Secreto

26: ÉL

Cuando finalmente encendí mi teléfono tenía una serie larga de mensajes de Cora.

No fue hasta la noche que le escribí y le mentí diciendo que había perdido mi cargador y mi batería había muerto. Ya que Brandon le dijo que estaba solo y en casa, ya no estaba tan molesta y me dijo que me amaba y que me extrañaba.

Yo le dije que también la extrañaba aunque no sé qué tanta verdad hay en eso. Claro que la extraño como a mis amigos, pero no la estoy pasando tan mal.

Solo queda tan solo días para volver a la escuela, sin embargo, siento que algo está cambiando. No sé cómo explicarlo, solo sé que hay un antes y un después de estas cortas vacaciones.

Kendall y yo nos volvemos a ver el siguiente día y el siguiente, y el que sigue después de ese. Cada vez que podemos, estamos paseando perros (pero solo ella recibe la paga), jugando videojuegos, escuchando el audiolibro en el jardín mientras comemos helado que mamá compra y ordenamos comida.

Incluso se ha quedado a cenar dos veces más.

Solo una vez tuve un mejor amigo, eso fue en otra vida, pero cuando estoy con ella siento que he vuelto a encontrar a alguien así. Alguien con quien puedo solo estar ahí y es suficiente para divertirnos.

Después que me contara lo que pasó con ese idiota mentiroso, la veo distinto. No le tengo lastima, sino que la admiro. Pasar por algo traumático y sobrellevarlo en silencio, sin que nadie te ayude o te guie debe ser muy malo pero ella lo está intentado, cada día lo intenta.

Claro, no le digo eso porque no quiero arruinar nuestra nueva amistad. No quiero que malentienda mis palabras y no quiero que esto se sienta incómodo.

Hoy es un buen día, el sol está radiante pero en la sombra se siente fresco. Kendall y yo estamos acostados en el césped, viendo hacia el cielo mientras un narrador nos cuenta la historia de “El Gran Gatsby”

Estamos recostados en sentidos opuestos, ella con las piernas hacia mi casa y yo hacia el exterior, con las cabezas al lado del otro, aunque no tan cerca.

Luego de unos cuarenta minutos, el libro finalmente llega a su fin. Me giro sobre el cuerpo quedando con el abdomen hacia abajo, recostándome sobre los codos.

—Bueno, eso fue interesante —bostezo.

Ella se mueve de lado, viéndome con los ojos entornados. — ¿Interesante? Te tuve que despertar como diez veces desde que empezamos a escuchar eso.

Sonrío de lado. — ¿Es mi culpa? El narrador tiene una voz muy suave.

—No se supone que hiciéramos esto, había que leerlo, con nuestros ojos —Kendall señala.

Me acomodo. —Será nuestro pequeño secreto. Si dices algo, te hundo conmigo.

Rueda los ojos. —No lo haré, no hace falta tus amenazas.

Sonrío. Hoy si tiene el cabello en dos trenzas y no sé porque, siento las ganas de tomar una de ellas. Pero no lo hago, sería raro.

—Entonces, tu cumpleaños —digo y ella hace una mueca que provoca una risa de mi parte—. ¿Qué? ¿Cómo lo vas a celebrar?

Eleva una ceja.— ¿¿Cómo voy a celebrar un año menos de vida? ¿Un año que me acerca a las arrugas, dolores de espalda y enfermedades?

Me recuesto de lado como ella. —Eres muy optimista.

—Es la verdad —dice—. No hay razón para celebrar los cumpleaños. No son un año más de vida, son uno menos.

Niego. —No es cierto. Puede que sí, sea un año menos pero también es un año más. Es como una de esas cosas, ¿Cómo es que se llaman? ¿Contradicciones?

— ¿Paradoja? —frunce el ceño.

Sacudo la mano. —No sé, el punto es que ambas cosas están sucediendo. Por ejemplo, ahora mismo. En la sombra, está fresco y en el sol, hay mucho calor. Solo basta que te muevas un poco.

—Entonces, ¿Tu punto es?

Ruedo los ojos. —Que sí, nos vamos a morir. Todos nos vamos a morir y nadie sabe cómo, cuándo, dónde y por qué pero mientras eso sucede, hay que encontrar el por qué estamos viviendo y cómo queremos vivir.

Eso la hace sonreír. — ¿De dónde te sacas esas frases?

Señalo mi corazón y ella ríe más fuerte.

—Es como tú, tú eres una paradoja, o una contradicción o como se llame. Lo eres, Kendall. Eres fría pero cálida, eres enojada pero eres un poco inmadura y me odias pero al mismo tiempo no.

—No te odio —dice—. Tampoco te quiero.

— ¿Lo ves? —Señalo su rostro—. Lo eres, una contradicción. Eres como el blanco y el negro, ambos no son considerados como colores porque uno es la ausencia de la luz y el otro es…

—Oye, ¿me estás dando clases? —resopla—. En ese caso, tú eres como un… un zapato.

— ¿Un zapato? —repito—. ¿Por qué?

Se encoge de hombros. —No sé, digo, nadie piensa que los zapatos son importantes hasta que caminan sobre arena caliente.

Frunzo el ceño. — ¿Ahora quién es la filosófica?

Vuelve a sonreír.

Sin duda, ella es complicada. Kendall no es alguien a quien le puedo asignar una categoría en mi vida. Es una chica, una que conocí en la escuela y que me encontró llorando, una que me ha confesado un secreto muy oscuro. Una chica que se ha convertido en algo más que una simple desconocida.

¿Cómo puedo definirla?

Al siguiente día terminamos de ver una película de terror que recién se estrenó pero que nos pareció malísima y aburrida.

— ¿Qué quieres hacer ahora? —pregunto.

Se encoje de hombros. —No sé, ¿Qué sugieres?

Pienso un segundo cuando se me ocurre algo. —Tengo más juegos de mesa, ¿quieres?

—Por mi está bien, quiero verte perder otra vez —suelta.

Ruedo los ojos y me levanto del sofá para ir por ellos. Salgo del sótano y me dirijo a mi habitación, mientras tarareo una canción que salió en los créditos del final.

Cuando llego a mi habitación, tomo mi teléfono y reviso si Cora me ha llamado. No lo ha hecho pero sí me envió un mensaje.

“Sorpresa, vamos de camino a casa. Te veré pronto. ¿Estás solo en casa, verdad? Puedo llegar”

Mi corazón se detiene. Pienso en todo lo que eso implica. Estar a solas con Cora en esta casa, en el lugar donde he tratado muchas veces que nunca llegue.




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