Kendall Y Mi Secreto

32: ÉL

Nos detenemos en la fuente, aun sostengo su carta que decía:

“Kendall. Lamento no haber llegado la semana pasada, escuché a tu novia hablar sobre ti y me asusté. No quería meterte en problemas y pensé que estaría bien sin ti, pero no lo estoy. ¿Estás bien? Solo quiero que me respondas”

— ¿Qué hacemos aquí? —pregunta.

Suelto su mano. —Te he extrañado.

Baja a mirada. —Perdóname. Yo quería venir pero, no sé, soy complicada y ahora no sé porque estoy aquí.

—Te había traído un regalo, unas galletas hechas por mí —confieso, viendo como un cabello le cae cerca de su ojo izquierdo—. Por tu cumpleaños. Feliz cumpleaños, por cierto.

Resopla. —Gracias. Bueno, sí, gracias.

Quiero hablar con ella, quiero contarle lo que ha sido de mí en estos días y quiero también, acercarme. No debería pero quiero.

—También yo quería verte en tu cumpleaños —admito, recordando ese día planeando todo—. Ojala hubiera estado contigo.

Levanta la vista. — ¿Por qué?

Mantengo su mirada mientras niego. — ¿Alguna vez has deseado jamás haber hecho algo?

Bufa. —Olvidas lo que te conté.

—No —no lo he hecho—. Supongo que sabes a lo que me refiero.

Se acomoda el cabello detrás de la oreja. — ¿Estás bien? No quiero ofender pero no parece que estás bien.

Esto.

¿Por qué ella sí lo nota? ¿Por qué la chica que me ha conocido por tan poco tiempo ha visto a través de la fachada?

—Tal vez no lo estoy.

Frunce el ceño. Abrió los labios para decir algo pero mi teléfono nos interrumpe con alguien llamándome. Exhalo cuando saco el dispositivo de mi bolsillo y veo el nombre de Cora en la pantalla, aprieto el teléfono y quiero tirarlo al agua.

En lugar de eso, respondo: — ¿Qué?

Ella resopla. — ¿Así me contestas? Vaya, que dulce. Como sea, ¿Dónde te has metido? Te dije que tienes que esperarme.

Miro a Kendall durante los segundos que permanezco en silencio antes de contestar. —Estoy ocupado.

—Nunca tienes que estar ocupado para mí —escucho como baja la voz pero habla de manera más rígida—. Ven ahora mismo, no seas ridículo. Apresúrate y tráeme una soda sin azúcar, rápido.

No le contesto.

— ¡Kendall! —grita contra la bocina, incluso ella levanta las cejas. Cora empieza a hablar de prisa y me insulta, dice esas palabras que suele pronunciar únicamente cuando no hay nadie cerca.

Si sus padres la escucharan, si sus amigas la vieran. Si el mundo realmente la conociera.

Aprieto el teléfono sin decirle nada, solo escuchando como me llama de tantas formas y me recuerda que soy insignificante y soy mediocre, que soy un tonto y un estúpido.

La llamada termina pero yo continúo con el teléfono cerca de mi rostro y la mirada en el suelo. Cora tiene razón, soy mediocre.

Bajo la mano lentamente para guardar el teléfono. Ni siquiera puedo mirar a Kendall, ella ha escuchado todo. Rayos, esta chica está conociendo mis secretos y eso es aterrante.

Ella se sienta en la orilla de la fuente. —Oye —susurra—, tal vez estoy equivocada pero, no eres nada de lo que dijo.

Trago con fuerza y luego me siento a su lado. —Tal vez sí lo soy.

Resopla. —Hago muchas cosas malas pero no estaría aquí si fueras eso. No eres ni un idiota, ni un estúpido ni… nada de eso.

Muevo los ojos a mi mano que está a unos pocos centímetros de la suya. —Kendall —digo, ella voltea a verme—. No estoy bien.

Asiente lentamente, como si quisiera decirme que lo sabe. No sé porque lo sabe pero lo hace.

Cada vez que he estado cerca de ella se siente como si fuera una isla alejada del mundo cruel, de todo lo que me persigue y me arrastra a la oscuridad.

¿Por qué esta chica significa tanto para mí ahora?

—No tienes que estar bien todo el tiempo —afirma.

Muevo mi meñique para tocar levemente el suyo. —No lo he estado en mucho tiempo, no recuerdo cuando fue la última vez que me sentí bien.

Sonríe tristemente. —Somos dos.

Y sin pensarlo demasiado, muevo mi meñique y está completamente sobre el suyo.

~

— ¿Dónde estabas? —Cora me toma de la muñeca con fuerza—. Me estás cansando, juro que un día voy a terminar contigo.

Respiro profundo. —Estaba terminando algo importante.

Bufa. —Por favor, no me mientras. Yo soy lo más importante para ti, si te digo que vengas, vienes. No vuelvas a faltar, ¿entiendes?

Asiento.

Me suelta y se mira las uñas. —Vamos a ir a mi casa hoy, ¿entendido?

Siento una presión en el pecho. — ¿A tu casa? ¿Solos?

Rueda los ojos. —Claro que solos. Vamos a terminar lo que empezamos y esta vez, no te preocupes. Tengo la protección.

Todo mi cuerpo se tensa. No puedo hacerlo.

—Y nada de excusas. No te preocupes, mis padres no estarán, llegarán hasta mañana por la tarde. Tendremos tiempo.

Me fuerzo a mantener la respiración a un ritmo normal. Esta vez no podré escapar o inventar una excusa. Lo que pasó en la fiesta fue incómodo para mí pero al menos no llegamos a eso, ahora no tengo opción.

Si no lo hago, ella me dejará y en su camino, hablará sobre mi padre.

Cora me toma de la mano y así, caminamos a la siguiente clase.

Por el resto de la escuela intenté pensar en alguna excusa pero nada se me ocurría. Cada cosa que le he dicho ya se ha asegurado que no estorbe en esto.

La última vez ella y yo hicimos más de lo que habíamos hecho antes pero no llegamos a “eso” pues le dije que yo no tenía protección y así pude escapar pero esta vez, no hay salida.

Supongo que es hora, algún día tenía que hacerlo, ¿no? Es hora que me fuerce a olvidar todo, sino, nunca podré estar con nadie. Cora es la única persona que me ha esperado porque ella también estaba esperando pero si no es ella, no habrá nadie. Es normal que eventualmente esto suceda.

Aunque no quiero.

Pero, ¿Cómo puedo decir que no quiero? Cada vez que pienso en negarme, recuerdo lo que he leído en internet. Recuerdo incluso el comentario de un vecino.




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