Kendall Y Mi Secreto

35: ELLA

En la escuela seguían hablando de Kendall pero lo vi con sus amigos en los pasillos y ellos no lo estaban ignorando, le hablaban como siempre.

De manera silenciosa me alegré por él. Al menos no todos se pusieron en su contra por las cosas que dijo ella.

Sé que es normal creer que son los chicos quienes pueden dañar a las chicas pero yo recuerdo a mamá y la manera que trataba a papá. Ella era quien lo empujaba, lo insultaba y lo lastimaba mientras que papá no hacía nada.

Kendall me dijo que regresara a buscar cartas en el arbusto durante el receso así que eso estoy haciendo, llegué a la fuente y me acerqué al arbusto pero no encontré nada. Revisé tan bien como pude y me rendí, quizás alguien que limpia se la llevo.

— ¿Buscas algo? —me giro y es Kendall sonriéndome.

Señalo el arbusto. —No hay nada, se robaron tu carta.

Él se acerca, deja su mochila a un lado. —No he colocado nada pero quería que vinieras.

Mi corazón late con fuerza. — ¿Para qué?

Se encoje de hombros. —Porque somos amigos, ¿no?

Hoy ya no luce tan cansado como ayer. — ¿Todo bien?

Exhala lentamente. —Pues sí, digamos que sí. Me han hecho preguntas y he tenido que evadir algunas respuestas. No es tan malo como creí.

Tuerzo la boca. — ¿Ella te ha hablado?

—Por suerte no, me está ignorando y sus amigas me miran como si quisieran tirarme al fondo del mar pero puedo lidiar con eso —dice, sentándose en el pasto, le da unas palmadas a su lado para que me siente.

Me acerco y me acomodo, cruzando las piernas.

—Eh, ¿estás ocupad hoy en la tarde? —pregunta.

Siento algo parecido a cosquillas en mi abdomen. — ¿Por qué?

Toca una hojita de pasto. —Nada. Bueno, sí, en realidad —inclina el rostro—. Cuando no pudimos vernos en tu cumpleaños, yo quería hacerlo. Tenía un plan, me dijiste que no has visto algunas películas y quería que lo hiciéramos.

— ¿Ver películas?

Asiente, dándome una mirada. —Pero son muchas. Las de Harry Potter creo que son ocho y las de Los Juegos Del Hambre son tres o cuatro, son muchas y quizás, si tú quieres, podemos ver una cada día.

Una cada día. Eso significa que no solo quiere verme hoy después de la escuela sino mañana y por varios días más.

— ¿Qué pasa si me duermo? —bromeo.

Eso lo hace sonreír. —Nada, te despierto y la volvemos a ver desde el principio.

Río. —Eso es una tortura.

—Oye —me señala—. En realidad no son tan malas. Creo que incluso son más interesantes que muchas de las películas que estrenan últimamente.

—Está bien —digo—. Podemos hacer eso pero también deberíamos hacer tareas, en dos semanas empiezan los exámenes parciales.

Arruga la nariz. —Ah, ni me recuerdes. ¿En qué clase eres buena?

Bufo. —En ninguna. Doy mi mediocre esfuerzo en todas.

—Dudo que seas mediocre —dice—. Vamos, ¿Qué es lo que mejor se te da?

Pienso por un momento. —No lo sé, ¿Historia? Me interesa conocer lo que pasó.

—Historia —repite—. ¿Qué hay de Ciencias?

Muevo la mano en el aire. —Más o menos.

—Entonces tú me ayudas con esas y yo te ayudo con Matemáticas y Física.

Frunzo el ceño. — ¿Eres bueno en esas?

Asiente, enderezando la espalda. —Sí, soy bueno con los números.

—Eres bueno con los números, con el deporte, cocinando ¿Qué más?

Mira hacia el cielo. —También sé bailar.

Suelto una carcajada. —Un talento indispensable.

—Oye, sí que lo es —me pica el hombro con su dedo índice—. ¿Qué hay de ti? ¿Sabes bailar?

—Se pueden bailar muchos tipos de música —digo—. Pero no, no sé.

Entorna los ojos. — ¿No sabes o no quieres admitir que sí puedes?

—No sé —confirmo—. En realidad, nunca he bailado en ninguna situación. No sé si lo has notado pero odio llamar la atención.

Bufa. —Pues lo haces de todas formas.

— ¿Cómo?

Mantiene el contacto visual por algunos segundos antes de responder: —Es difícil no notarte.

Permanezco en silencio por un instante. —Que mentiroso eres, ni siquiera me conocías antes de lo de las cartas.

Levanta ambas manos al aire. —Oye, no es mi culpa. Estamos en salones distintos, pero si estuvieras conmigo… —deja de hablar.

— ¿Qué?

—Nada —me da unas palmaditas en la espalda—. El punto es que ahora nos conocemos, somos mejores amigos y veremos películas por las tardes.

A veces mi corazón reacciona de ciertas maneras con Kendall, eso no debería ser así. — ¿Soy tu mejor amiga?

Él mueve la mirada a mí. — ¿Soy tu mejor amigo?

Es mi único amigo. —Tal vez.

Él sigue viéndome en silencio por un momento. —No sabes lo mucho que me hubiera gustado conocerte antes.

Puedo sentir el calor en mis mejillas así que me inclino apartando el rostro de él. —Oye, después de la escuela, eh, yo llego a tu casa más tarde.

— ¿Llegas a mi casa? Pero si podemos irnos juntos, tengo un auto —dice.

Respiro profundo. —Escucha Kendall, tú y yo sabemos porque nos miramos aquí —abre los ojos levemente—. Exacto, no es buena idea que te miren con otra chica a días después de cortar con ella.

Hace una mueca. —Pero no estamos haciendo nada malo, somos amigos.

Me encojo de hombros. —Es mejor así.

Suelta una exhalación. —No puedo creer que aún me siga controlando a pesar que ya no estamos juntos.

—Es lo que es —digo.

El cabello se me sacude por el viento así que lo muevo todo a un lado por encima de mi hombro derecho.

—Oye, en vacaciones te vi con distintos peinados cada día, ¿prefieres usarlo así para la escuela?

Toco las puntas de un mechón. —Ah, es porque así me ayuda a cubrirme la cicatriz.

Él entorna los ojos. — ¿Por qué?

Resoplo. — ¿Por qué? Bueno, porque no se ve linda ahí. Es molesta y como tiene ese relieve no sirve el maquillaje.

—No importa —contesta—. Si te lo preguntas, eso no te hace ver mal.

Basta, Kendall, no hables así. — ¿No?

—Ya que soy tu mejor amigo puedo decir algo —carraspea—. Eres muy linda, por dentro y por fuera.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.