Mi apellido no es Baron, es Cortez.
Yo he hecho que todo el tiempo las personas me llamen por mi segundo apellido. Me he construido una “fama” con los profesores y compañeros que asumen que ese es mi primer apellido.
Necesitaba de alguna manera no tener el “Cortez” antes pues si era así, sabrían quién es mi padre, qué hizo hace algunos años y porqué lo hizo.
Mi padre tomó un arma prestada de un amigo y fue a la casa de esa persona. Él tenía todas las intenciones de acabar con ese monstruo pero los padres estaban ahí, defendiendo sus acciones y aberraciones.
Papá y el padre de esa persona discutieron y una bala se soltó hiriendo al hombre. No lo mató pero fue suficiente para que papá lo llevaran a la cárcel con tres cargos, uno de ellos, intento de asesinato.
Eso no me avergonzó, yo sabía que así como mi hermano, mi padre estaba tratando de arreglar lo irreversible. Ambos tomaron decisiones incorrectas, muy malas y permanentes. Mi hermano ya no está aquí, mi padre tendrá por siempre la etiqueta de “criminal”
Pero, un periódico, ese mismo año en la fecha que mi padre fue presentado por la policía, publicó algo. Un periódico local, uno que nadie debería recordar, pero por supuesto que una persona sí lo recordaba.
La tía de Cora.
Ella entrevistó a papá, ella publicó el artículo. Ella no sabía de quien estaban hablando hasta que Cora conectó los puntos con las cosas que yo le había dicho y lo supo.
No puede saber tanto, porque ese periódico ni siquiera publicó todos los detalles debido a que era menor de edad y dudo que su tía lo recuerde pero Cora sí que sabía el nombre del periódico y por supuesto, cuando yo se lo mostré hace años mientras pensaba que podía confiar en ella, lo supo.
Mi padre había estado en ese periódico en el que su tía solía trabajar.
Cometí muchos errores. Confiar en Cora. Mostrarle la fotografía de mi padre luego que me lo pidiera. Creer que lo había olvidado. No tomar enserio sus amenazas porque pensé que ella no lo haría.
Pero ahora aquí estoy, enfrentando cada error. Cada uno de ellos.
—Kendall —mamá entra a la habitación—. Eh, alguien quiere verte.
Mi cuerpo se tensa, no quiero ver a nadie. — ¿Quién?
—Pues, um, tu amiga. —dice.
Respiro profundo. No puedo ocultarme de ella, no de la chica que me ha visto en mis peores momentos o casi todos.
—Está bien —digo, sentándome en la cama.
Mamá abre la puerta y la veo. Ella le sonríe y entra a mi habitación, mamá cierra la puerta y silenciosamente lo agradezco. Mamá me conoce, sabe que conmigo no sirve cerrar las puertas o no. Ella sabe.
—Hola —dice, cerca de la puerta.
Me muevo sobre la cama para que se siente a mi lado, le hago una seña. Kennie camina hacia donde estoy y se sienta en el borde.
— ¿Cómo estás? —pregunta, su voz es suave.
Ella se quedó en la escuela cuando yo me fui. Nadie se dio cuenta, al menos cuando sucedió pero ahora sé que los rumores se están esparciendo y Cora tiene todas las pruebas.
Un tonto enlace a ese periódico en línea y todos pueden saberlo.
Bajo la mirada y juego con un hilo suelto de la sabana. — ¿Han dicho algo en la escuela?
Ella no me responde de inmediato, levanto la mirada y creo que obtengo la respuesta con su expresión. Ella sabe algo, no todo pero ahora sabe.
Trago saliva. —Dime lo que estás pensando, por favor.
Respira profundo. —Kendall, yo no le voy a creer a ella. Yo no sé…
—Es verdad —digo, mi corazón se acelera y el pecho vuelve a dolerme—. Yo no puedo hablar ahora de eso.
Asiente y me toma del brazo. —Está bien, no lo hagamos. No tenemos que hablar.
Coloco mi mano derecha sobre la suya. —Gracias.
Ella y yo no hablamos, solo nos miramos por un rato. No sé cómo lo hace pero su presencia me calma.
—Kennie —susurro—. Eres realmente mi mejor amiga.
Sonríe un poco. —Tú eres el mío.
Le doy un apretó a su mano. —Todavía no tienes que irte, ¿verdad?
Niega. —Me quedaré tanto como quieras.
Eso me hace sonreír, creo que es la primera vez que lo hago desde la llamada de Parker preguntándome si es verdad. — ¿Y si quiero que te quedes por mucho tiempo?
Suspira. —Entonces tendrás que aguantarme todo ese tiempo.
Subo mi brazo a sus hombros para atraerla a mí, ella descansa su brazo sobre mi abdomen y cierro los ojos mientras recuesto mi cabeza sobre la suya.
Ella tiene mi corazón, sin duda. Mí roto, dañado y débil corazón.
—No iré a la escuela mañana —digo.
Siento su mano acariciando mi brazo, eso envía señales eléctricas por mi cuerpo. —No iré entonces.
Resoplo. —Oye, no quiero que…
—No importa —afirma—. No me importa, mamá ni lo sabrá y lo único que quiero es estar contigo.
Sonrío por sus palabras. —Yo también quiero eso pero Kennie, es probable que no vaya ni el siguiente ni el siguiente. No quiero ir, no puedo.
Se separa para poder mirarme. —No importa, pase lo que pase, estaré contigo.
Ella no me mira con lástima, con pena o con desprecio. Ella me mira como si fuera un ser humano a quien quiere cuidar y proteger. Me mira como sé que yo la miro a ella.
Subo la mano a su mejilla. —Te quiero.
Abre los ojos pero parpadea rápido, retirando la expresión de asombro. —Ah, um, sí…
—Te quiero, Kennie —digo, reacomodándome para sentarme despegando la espalda de la cabecera—. Eres mi mejor amiga, sí, pero también estoy seguro que lo que siento por ti jamás lo he sentido por nadie. Me gusta mucho pasar tiempo contigo, me gusta abrazarte y tomarte de la mano, me gusta la manera en que bromeamos y Kennie, tú me gustas. Mucho.
Aclara la garganta. —Eh, yo creo que no deberíamos esto ahora.
Niego. —Yo creo que sí —me acerco a su rostro—. Dime lo que piensas, Kennie.
Aprieta los labios. —Eh, Kendall, tu mamá puede entrar y…
—Ella no importa ahora —tomo su rostro entre mis manos—. Tú importas en este momento.