Kendall Y Mi Secreto

45: ELLA

No creí que así iba a ser mi primer beso.

Kendall y yo estamos en el sótano luego de comer. Nos hemos sentado en el sofá pero no hablamos, sé que ambos tenemos cosas por decir pero ninguno de los dos empieza.

Yo siento mi corazón latir rápido. No puedo creer que nos hemos besado, pensé que algo así jamás sucedería.

Le doy una mirada y él a mí. Nos reímos nerviosos y sé que parecemos un par de niños pero no importa. —Um…

Respira profundo. —Entonces, ¿Qué quieres hacer?

Me encojo de hombros. —No sé.

Señala la pantalla de la televisión. —Podemos jugar, si quieres.

Asiento. Lo veo levantarse para encenderla y colocar un juego. Mientras está de espaldas, pienso en las cosas que están diciendo de él en la escuela. No sé qué tanto se llegue a esparcir eso pero espero que la gente no hable de ello. Ese tema no es un “chisme” es una situación real y dolorosa.

En el último periodo se me acercó una chica, una quien estuvo en la fiesta y me preguntó si era cierto lo de Kendall. A ese punto yo no sabía nada, ella dijo las palabras y lo terminé de entender.

Quizás las personas están creyéndolo por las mentiras de Cora o por algo más pero yo lo creo por cómo estaba Kendall en la escuela y por todas las veces anteriores.

No puedo obligarlo a que hable conmigo sobre algo así, solo quiero que sepa que no está sola y no me voy a ir de su lado.

No tengo todos los detalles, no sé la historia pero sí sé que eso es algo horrible, algo que nadie debe vivir.

Kendall se sienta a mi lado y me pasa un control. Intento concentrarme en el juego pero mi mente regresa a él. En todo eso que desconozco, en lo que pudo haber sentido, en como la historia de su padre y de su hermano tienen más sentido.

Pierdo en la primera partida y él celebra, yo sonrío pero por dentro, no estoy feliz. Así como él se ha frustrado por lo que me pasó, yo me siento enojada con quien sea que le hizo daño.

Pero no le digo nada de eso, solo le pido que juguemos un vez más. Él afirma con un gesto y se inclina para besar mi mejilla.

~

Al siguiente día Kendall me dijo que no iba a ir a la escuela y yo, a pesar que me desperté temprano, tampoco iré.

Mi madre está en casa pero ella no sabe si cuando cruce la puerta, me iré a otro lado. Aunque desearía que ella fuera distinta, tiene sus ventajas que no me preste mucha atención.

Así que me vestí, tomé mi bolsa y en lugar de dirigirme a la escuela, voy en dirección a la casa de Kendall. Lo llamo a mitad del camino.

— ¿Hola? —suena un poco más ronco de lo normal.

—Hola, um, ¿tu madre sigue por ahí?

Escucho como bosteza. —Eh, creo que sí, pero ya se va. ¿Por qué?

No quiero abrumarlo pero no quiero dejarlo solo. —Bueno, estoy cerca de tu casa, ¿quieres que llegue ahora o más tarde?

Aclara la garganta. —No, ahora está bien. Solo dame unos cinco minutos, mejor diez, tengo que bañarme y vestirme. Espérame, ¿sí?

Sonrío. —Está bien, tomate tu tiempo.

—Sí, está bien —dice—. Nos vemos.

Bajo el paso para no llegar tan pronto, aunque es probable que tenga que esperar por ahí. Cuando cruzo la calle veo que el auto de su madre está saliendo, así que me acerco a la orilla y me siento en el borde de la acera.

Levanto la mirada al cielo. Hay tantas nubes que parece como si fuera una sola, extendiéndose por todo el cielo. Observo algunos pájaros volando por encima de todo y veo autos pasando.

Finalmente, él me llama. — ¿Si?

—Eh, hola, eh, ¿estas por aquí? Yo…

—Sí —digo—. Estoy afuera de tu casa.

—Está bien, hora voy.

Cuelga y en poco tiempo, la puerta se abre. Me levanto y sacudo mis pantalones. Él me sonríe, tiene el cabello húmedo. —Hola.

—Hola —respondo.

Se acerca para darme un abrazo. Siento el olor del jabón en su piel. —No debes faltar a la escuela.

—Te dije que no me importa.

Se despega de mí y me mira, con una sonrisa en sus labios. — ¿Acaso estoy saliendo con una chica rebelde?

Entorno los ojos. — ¿Estamos saliendo?

Mantiene los ojos en los míos. — ¿Quieres salir conmigo?

Acomoda un mechón de mi cabello detrás de la oreja. —Quiero estar contigo.

Respiro profundo y oculto mi rostro en su hombro, él me vuelve a abrazar por varios segundos.

—Ven, entremos.

En la casa, veo que su madre le dejó el desayuno preparado en la mesa. Supongo que esa afición por cocinar viene de familia pues hay fruta picada, waffles en una canasta y huevos revueltos, en medio una jarra con jugo de naranja.

—Oye, come conmigo —mueve una de las sillas.

—Pero esto es para ti —señalo.

Suelta una carcajada. —No creo que pueda comerme todo esto. Mamá siempre ha cocinado en grande, pero ni Jordan ni yo nos terminamos la comida jamás.

Asiento y me muevo a la silla. —Se ve delicioso.

—Lo está, mamá es una gran cocinera —afirma, sentándose frente a mí.

Ambos empezamos a comer tomando los platos ya colocados en cada lugar. Esto es tan distinto a la vida con mi madre. Ni siquiera cuando papá vivía con nosotras era así. Recuerdo que él preparaba cosas fáciles o comida congelada y nunca comíamos en la mesa.

Ahora, es mamá quien se sienta para hablar con sus “seguidores” un montón de personas que piensan que la conocen. No saben lo poco que le importa su hija, lo mucho que miente.

Cuando terminamos de comer sin hacer mucha platica entre nosotros, lo ayudo a lavar todo lo que usamos. Él parece estar mejor que ayer pero aún tiene esa expresión de estar pensando algo que no quiere decirlo.

Yo no sé qué decir. Quiero que sepa que puede confiar en mí pero al mismo tiempo, quiero darle su espacio. Ese tema no es nada fácil.

Cuando terminamos de ordenar todo, vamos de camino al sótano pero me detengo en la entrada de la sala de estar. Mis ojos van al retrato del chico que ya no está aquí, el hermano de Kendall.

Se parecen sin duda, excepto que los ojos de ese chico eran azules, eran marrones y su cabello estaba más ondulado que el de Kendall.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.