Kendall Y Mi Secreto

47: ELLA

— ¿Qué fue todo eso, Sophia? ¿Cómo se atreve ese niño a hablarme así? —mamá sigue dándole vueltas al asunto, ya llevamos como quince minutos—. ¿Sabes porque es así? tiene dinero, cree que puede pasar sobre todos. No puedo creerlo, no sabe nada de mí y me acusa.

Me he tenido que morder la lengua para evitar alargar más esto pero estoy cansada. Me pongo de pie. — ¿Ya puedo ir a mi habitación?

Acomoda su cabello. —Mira, ni se te ocurra invitarlo a la casa mientras yo estoy y otra cosa, no sé por qué él sabe que te dejo sola pero lo que no sabe es que tú ya eres responsable y madura. No necesitas que te cuide todo el tiempo, así que nada de estar quejándote con él.

Entorno los ojos. — ¿Responsable y madura? Mamá, si soy así no es por ti.

— ¿Qué?

Me está doliendo el estómago otra vez y eso solo me hace pensar en las veces que he tenido que aguantar hambre porque las porciones que me daba eran muy pequeñas. En el dinero que se gasta en sus uñas, maquillaje, rellenos de los labios, cabello, zapatos, bolsas, cámaras, micrófonos pero para navidad me dio una libreta que aun tenía el sello de descuento. Pienso en todo lo que no ha hecho, en lo más mínimo.

— ¿Sabes quién me decía que era madura para mi edad? —Elevo la voz—. Un hombre, creo que tenía como veintidós años cuando empezó a escribirme. Él miraba tus videos, él me miraba a mí, ¿recuerdas el video cuando fuimos a la playa? ¿Cuándo estaba usando un traje de baño? Estoy segura que ese era su favorito.

Junta las cejas. —Sophia, ¿De qué estás hablando?

Resoplo. —Ay, por favor mamá, no finjas que no lees los comentarios —la señalo—. Tú leías las cosas que decían de mí, no solo los hombres enfermos que les gustaban cuando yo usaba faldas y vestidos sino todas esas mujeres adultas como tú que pensaban que podían opinar de mi físico. “Está muy gordita” “Debería hacer ejercicio” “Deberías darle menos dulces”

Empieza a negar pero no dejo que hable.

—Tú y tu mundo de internet son tu fantasía, tu sueño pero para mí ha sido una pesadilla. Si papá no te hubiera reclamado lo hubieras seguido haciendo.

—Basta Sophia —pide—. Tal vez no he sido la mejor madre del mundo pero no ha sido fácil. Tu padre nos dejó, lo sabes.

Mis ojos se llenan de lágrimas. — ¿Y porque lo hizo, mamá? Tal vez porque tú lo empujabas, porque le tiraste un plato de sopa en el regazo, porque lo insultabas y lo celabas todo el tiempo, ¿Crees que no me acuerdo? Recuerdo todo, para mi mala suerte.

Frunce el ceño. —Por favor, ahora defiendes a tu padre. No lo entiendes, nunca has estado casada. Además, él no era víctima de nada, es grande y fuerte, si hubiera sido víctima se hubiera defendido.

Por supuesto que mama es así. Por supuesto que ella culpa a las víctimas. Por supuesto que mamá se burlaba de papá con sus amigas. Por eso no le dije nada sobre Franco ni lo que me pasó esa noche. Ella me hubiera culpado.

—Mamá —las lágrimas se deslizan por mis mejillas—. ¿Recuerdas el estúpido baile al que iba a ir en la otra escuela?

Hace una mueca. — ¿Qué hay con eso?

Bajo los hombros. —Que esa pudo ser la última vez que me vieras con vida. Esa noche un hombre que me había mentido por meses haciéndome creer que era un adolescente me iba a hacer daño. Todo eso que seguro has escuchado que les hacen a las chicas, me lo iban a hacer a mí.

—Sophia…

— ¡No! —Levanto una mano—. ¡Ahora tú me vas a escuchar! ¡Él me iba a hacer mucho daño y ni siquiera lo sabes porque cuando más te he necesitado nunca has estado! Deja de prestarle tanta atención a las personas en internet y mírame a mí —muevo mi cabello para mostrarle la cicatriz—. Esto es por él, él me lastimó. Él me encontró por tus videos, porque sabias que en cada video donde yo aparecía habían muchas más vistas y ni siquiera te pusiste a preguntar, ¿Quiénes tenían tanto interés de ver a una niña?

—Sophia, lamento que eso te haya sucedido pero es mi trabajo. Tu padre no está aquí, yo tengo que alimentarte y cuidarte, si tú me hubieras dicho lo que te pasó hubiéramos ido a la policía pero ahora ya no hay nada que hacer.

Resoplo. —Vaya mamá, te has ganado el premio del año.

Levanta los brazos. — ¿Y qué quieres que haga? Eso fue hace meses, ¿te hizo algo? ¿Físico? ¿Tienes pruebas? ¿Qué quieres de mí?

Sigo llorando y lo odio. Estoy llorando frente a ella, estoy abriéndole mis heridas para que me entienda, estoy dándole la oportunidad que me demuestre que es alguien en quien puedo confiar y alguien que me ama pero no recibo eso. Estoy recibiendo su apatía.

Limpio mis mejillas. —Quiero que seas lo que he necesitado.

Respira profundo. —Mira, Sophia, yo estoy haciendo lo mejor que puedo. Tienes un techo, tienes comida en la mesa y tienes educación. Hay tantos niños allá afuera que no tienen nada de eso. Todos pasamos por situaciones duras y todos tenemos problemas, si vas a llorar por cada cosa mala que te sucede, no sobrevivirás en este mundo.

Vaya.

No respondo. Mi madre no lo va a entender. Jamás lo va a entender. Ella sigue creyendo que es la única que sufre, que mis problemas no son tan malos como los de ella, que ella no pudo lastimar a mi padre porque es un hombre y los hombres nunca son las víctimas, que porque no me abusaron no importa lo que me pasó.

Mi respiración es corta y rápida, mi cabeza me duele muchísimo y tengo nauseas.

— ¿Ya puedo ir a mi habitación? —pregunto.

Exhala ruidosamente, como si esto hubiera tomado demasiado de ella. —Sí, ve. Recuerda portarte bien, estaré aquí mañana. Como siempre te dejé comida en el refrigerador y hay dinero en la mesa, ordena comida. ¿Ves? Tienes esto, Sophia. Te haría bien ser agradecida.

Y de manera sarcástica, luego de voltear, digo: —Gracias, mamá.

Siempre pensé que un día iba a explotar verbalmente y le contaría todo a mamá, pensaba que algo en ella cambiaria y me abrazaría, que tal vez lloraríamos juntas y a partir de ese día todo sería distinto.




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