No sé si estamos rompiendo las reglas ahora mismo pero no importa.
Acordé pasar por Kennie a las 7 de la noche. Sabía que estaba sola y a diferencia de su madre, no me gusta la idea de dejarla. Sé que se puede cuidar, que no me necesita y que es una chica dura pero eso no significa que dentro de mí esté el deseo de protegerla.
Luego de lo que pasó en la escuela, borré todas las aplicaciones donde podían contactarme o yo ver qué han dicho de mí. Es mi manera de lidiar con ello, finjo que no está sucediendo nada para no tener que afrontarlo.
Yo sé que eventualmente tendré que hacerlo pero no me siento listo, no sé cuándo estaré listo.
O si alguna vez lo estaré.
Pero por ahora lo único que importa es que Kennie está saliendo de su casa con un suéter de líneas rosadas y blancas y un pantalón deportivo. Me inclino hasta la manecilla para abrir la puerta.
Ella se acerca y entra, sonriéndome. Al menos no parece mal, temía que su madre fuera demasiado dura con ella.
—Hola, ¿Todo bien? —pregunto.
Asiente, cierra la puerta y se acomoda. — ¿Tú?
—Estoy bien —mejor ahora que está aquí conmigo.
Se coloca el cinturón de seguridad. —Entonces, ¿Para que querías verme?
Resoplo. —Pues porque sí, te dije que te extraño.
Me da una mirada. —Kendall, han pasado tan solo horas desde que nos vimos.
—Sí pero eso no significa que no te haya extrañado —enciendo el motor del auto y empiezo a conducir de regreso a mi casa—. Oye, um, ¿tienes hambre?
—Creo que esa es una de las tres cosas que siempre me preguntas —responde.
Resoplo. —Pues sí porque estaba pensando que podíamos ordenar hamburguesas, en realidad, eh, tengo algo planeado —digo.
Se encoje de hombros.
—Tres cosas —hablo—. Dime, ¿Qué es lo que siempre te pregunto?
Suelta una pequeña risa. —Me preguntas si tengo hambre, cómo estoy y si quiero ir al sótano.
Sonrío. —Tienes razón, eso te pregunto siempre aunque esa última pregunta puede hacerme sonar como un villano de película de terror.
—No creo que un villano te pregunte si quieres ir al sótano, solo te llevaría —responde.
El viaje a mi casa es corto y después de una corta conversación, estamos frente a mi casa.
—Mamá no está aquí todavía —digo—. Jordan vendrá tarde.
—Está bien —responde.
No sé porque eso me hace sentir nervioso. No del tipo de nervios que sentía cuando me quedaba a solas con Cora, esto es diferente. Es algo que está lleno de expectativa.
—Vamos —apago el motor del auto.
Entramos a la casa, aún hay un poco de luz ya está llegando la noche. Veo la casa del árbol y pienso en lo que hice allí adentro, tengo una sorpresa para ella.
Pasamos al interior de la casa y le digo (justo como ella señaló) que pasemos al sótano. Cuando estamos abajo la veo moverse al sofá para dejar su bolsa ahí y gira su rostro, nuestros ojos se encuentran.
Mi corazon pega un salto. Ella es tan linda. —Um, oye, ¿Por qué te tiñes el cabello?
Frunce el ceño. — ¿Necesito un permiso para hacerlo?
Sonrío. —No pero eres rubia, hay muchas personas que quieren ser rubias.
Se encoje de hombros. —Pues a mí me da igual. Me gusta este color, ¿Tú quieres ser rubio?
Camino hacia ella. —No, estoy bien así —tomo una de sus manos—. Me gusta cómo te ves ahora, me gustas de cualquier forma.
Rueda los ojos. —Extraño a mi Clon raro, no a este chico cursi.
Sigo sonriendo. —Me quedaré con que me llamaste “mi Clon” claro, soy tuyo.
Arruga la nariz. —Ah, Kendall, no digas esas cosas. Deja de ver películas de hace años por favor, te hacen cursi.
—Ya soy cursi —tomo su rostro con mi otra mano—. Lo lamento pero de verdad me gustas, no sé cómo pasó, no tiene sentido, ¿verdad?
Baja la mirada. —Supongo que no.
—Pero es así, es la verdad —creo que soy un poco intenso con mis sentimientos pero todo esto es de alguna forma nuevo para mí.
Con Cora no era así. Yo sé que no debería compararlas y no lo hago pero, Cora fue mi primera novia y todo lo que esperaba de estar en una relación terminó en un desastre.
—Me gusta ese suéter —digo.
Bufa. —Te lo regalo si quieres.
Toco el borde de la manga. —Te queda bien, te hace ver tierna.
—No soy tierna —contesta.
Me encojo de hombros. —Dije que te hace ver, no que lo eres.
—Bueno, um, ¿no íbamos a pedir hamburguesas? —aclara la garganta.
Yo asiento. —Claro, solo antes —me inclino para darle un beso.
Cierro los ojos de inmediato, toco su rostro con cuidado y dejo que mis dedos sientan la suavidad de su piel. Mi otra mano se va a su hombro y la acerco más a mí. Creo que podría besarla por horas.
Ella coloca sus manos en mis brazos y mi cuerpo reacciona con corrientes eléctricas, mariposas y huracanes dentro de mí.
Nos separamos pero no tanto, sigue lo suficientemente cerca para sentir su respiración. —Vamos a la casa del árbol.
Sonríe. — ¿Y la comida?
—Sí, tienes razón, ¿crees que la entreguen en el árbol?
Rueda los ojos. —Claro que no.
Porque no puedo dejar de hacerlo, me muevo para darle un beso más, este es corto. —Déjame pedir, ¿Te gustan con queso o sin queso?
—Sin —responde.
Le doy un beso más. —Claro, pero ya no me distraigas.
Suelta una carcajada. —Creo que yo no soy la que se acercó para besarnos.
Rodeo su cintura con mis brazos y la atraigo a mí en un abrazo. Recuerdo la primera vez que nos abrazamos, lo sanador que eso se sintió.
—Te tengo una propuesta y si no quieres está bien, solo no me golpees en el rostro —pido.
Se separa con las cejas juntas. — ¿Qué tipo de propuesta?
Tengo que tomarme varios segundos para reunir valor y hacer que esto no suene tan mal como puede sonar. —Quiero que te quedes conmigo esta noche.
Abre los ojos. — ¿Qué?
—No —detengo su mente—. No pienses en nada, escucha. Quiero que te quedes aquí, puedo decirle a mamá y ella lo sabrá. No quiero que te quedes sola en tu casa.