Kendall Y Mi Secreto

50: ÉL

A pesar que Kendall no fue a la escuela y cuando volvió a su casa ella estaba conmigo, eso no hizo que su madre se quedara.

Hicimos lo que le dije. Mamá llegó, le avisé que iría a dejarla a su casa y ella se despidió para subir a su habitación.

Cuando llegamos a la casa de Kennie no hablábamos. No sé qué está pasando entre nosotros pero me siento como… tímido.

Digo, he estado con ella a solas muchas veces pero esta vez es distinto. Ahora es mi novia y no estamos en un lugar donde se pueda aparecer un adulto de pronto, estamos solos.

Al entrar, ella enciende la luz de la sala de estar. —Bien, estamos aquí.

Me paso los dedos por el cabello. —Estamos aquí.

Aclara la garganta y se sienta en uno de los sofás, yo me muevo para colocarme a su lado. — ¿Mañana no iras a la escuela? —me pregunta.

Niego. —Aun no. Sé que tengo que regresar pero mamá dijo que me da esta semana, que quizás puedo terminar la escuela en casa.

Abre los ojos. — ¿Sí?

Es por una explicación que involucra mi pasado. —Sí, pero no lo sé todavía. No he hablado con nadie de la escuela, solo contesto tus llamadas y bloqueé números. Sé que no es bueno que evada así la realidad pero no quiero lidiar con ello.

Asiente. —Está bien —baja la mirada—. Yo si iré mañana. Si vuelven a llamar a mamá puede que se enoje y me quite el teléfono o algo así.

—Sí —tomo su mano y entrelazamos los dedos—. Oye, si quieres puedo ir a dejarte.

Resopla. — ¿Sí? Pero no quieres ir a la escuela.

—No voy a entrar pero te iré a dejar, además, si algo sucede puedes llamarme y voy por ti.

Entorna los ojos. —Kendall, ya te dije que no tienes que cuidarme.

—Lo sé —pero quiero hacerlo.

Ella bosteza, cubre su rostro con la otra mano. —Lo siento, suelo pasarme con sueño todo el tiempo aunque me cuesta dormir.

— ¿Si?

Asiente. —A veces tengo que dormir con ruido blanco pero no siempre puedo, si mamá está aquí tengo que apagarlo.

—Ruido blanco —suelto aire por la nariz—. Yo podría cantarte una canción de cuna.

Eso la hace reír. — ¿Qué? ¿Cómo la vez que estuviste ahí cantando la canción de Magic?

Me encojo de hombros. Ese día fue divertido y solo me sentí cómodo con ella. Mis amigos creen que tengo una personalidad extrovertida y supongo que sí, en parte lo soy pero lo uso igual como una máscara.

—Puedo cantarte esa canción si quieres —le digo.

Bufa. —Por hoy no, gracias.

Vuelve a bostezar y me siento mal por mantenerla aquí conmigo.

—Oye, ve a la cama, me quedo aquí —señalo el sofá—. Y si necesitas un oso de felpa para abrazar, puedo ser uno.

Suelta una carcajada. — ¿Qué? Por favor, basta. Estás loco.

Río también. —Hablo enserio.

Rueda los ojos. —No tengo mucho sueño todavía.

Permanecemos en silencio, ella me mira y yo a ella. Trago saliva cuando empiezo a sentir cosquillas en mi estómago, me acerco a su rostro y lo tomo con ambas manos para besarla.

Ella me responde el beso, empieza lento como ha sido hasta ahora pero poco a poco aumenta el ritmo y mi cuerpo envía señales de todo lo que está sintiendo.

Nos separamos con la respiración agitada. Mi corazón está bombeando sangre a todo lo que da. —Te quiero —susurro.

Ella sonríe y me rodea el cuello con sus manos, volvemos a besarnos pero para ajustar la posición en la que estamos, me muevo sobre el asiento sin separar mis labios de los de Kennie y ahora, estoy inclinándome sobre ella.

Me estoy perdiendo en estas sensaciones, en cada emoción que ella provoca y en lo que está sucediendo hasta que mi mente me muestra una imagen.

Me separo de un salto.

La imagen se repite, de la última noche que pudo hacer eso.

Respiro rápido y mis labios piden volver con ella pero no puedo. Quiero pero no puedo. No puedo por culpa de eso.

— ¿Estás bien? —pregunta ella con un tono suave.

Respiro profundo y la veo, sus ojos están abiertos y sus labios rosados por nuestros besos. Pienso que es hermosa, que la quiero y que esto no puede ser temporal, pero si quiero todo con ella y durar por más que un momento tengo que ser honesto.

Aclaro la garganta. —Kennie, yo… quiero decirte algo.

Asiente. —Sí.

Exhalo lento. —Yo quiero contarte lo que me pasó.

Levanta las cejas. — ¿Qué? Kendall, no tienes que hacerlo.

—Lo sé —me acomodo de nuevo a su lado en el sofá—. Sé que no tengo que hacerlo y sé que ya te has imagino más o menos qué pasó pero, quiero contarte todo.

Mantiene el silencio por unos segundos. — ¿Estás seguro?

—Sí —susurro.

Muerde su labio inferior. —Está bien, pero solo hazlo si realmente estás listo para ello.

No estoy listo, nunca lo he estado y he intentado dejarlo oculto. Pensé que si ya no hablaba sobre ello, se iría para siempre pero no es así. Como esta noche, besándola, me llegaron los recueros. Me han llegado cuando alguien pronuncia ciertas palabras. Cuando veo imágenes en las películas. Cuando noticias similares se publican en internet.

No puedo escapar de mi pasado pero tal vez, si abro la puerta a ello y dejo que entre un poco de luz, los lugares más oscuros no lo serán tanto.

Respiro profundo y comienzo a hablar.

—Supongo que tengo que comenzar cuando tenía como seis años —puedo percibir la presión en mi pecho pero trato de mantenerme calmado—. Te dije que mi hermano me llevaba quince años, ¿no? Pues cuando yo tenía seis él tenía como veintiuno y bueno, recuerdo que empezó a salir con alguien.

El frio en mi interior crece sin embargo, no me detengo. Es difícil, muy difícil pero tengo que hacerlo. Si me rindo ahora yo no volveré a tocar el tema, buscaré como ocultarme otra vez y pretender que nada sucedió.

Tomo aire por la boca. —Entonces, mi hermano tenía una novia y ella era amable por eso a veces era mi niñera —explico—. Ella se ofrecía a cuidarme, no solo a mí, sino que en ocasiones tenía a mis amigos jugando y ella nos cuidaba cuando mamá no podía.




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