Kendall Y Mi Secreto

52: ÉL

Estoy jugando con mis manos mientras que mamá regresa.

No puedo creer que veré a Noah Massiel después de tantos años. Me he pasado mucho tiempo preguntándome como estará, qué paso con él, qué fue de su vida.

Y en pocos segundos, estará aquí en este restaurante junto con su padre y su madre. Los veré otra vez.

La puerta del lugar de hamburguesas y pollo frito se abre y veo a mamá entrar de nuevo, detrás de ella, una mujer delgada de cabello negro corto y un vestido amarillo. A su lado, un hombre de hombros anchos y bigote. Es hasta de último que entra un chico, uno que es totalmente distinto a mi mejor amigo de la infancia.

Noah y yo éramos los mejores amigos. Compartíamos nuestra comida, salíamos a jugar desde temprano, pasábamos cada momento juntos y todo eso lo perdimos por culpa de una persona.

Noah es de piel oscura, cabello rizado y ojos marrones. Recuerdo que nos gustaba compararnos, no para ver quién era mejor, era fascinante para nosotros. Éramos tan, tan unidos.

Aun no me ha visto, ninguno de ellos, hasta que mamá los conduce a la mesa que estábamos apartando.

Noah sube la mirada y nuestros ojos se encuentran.

— ¿Kendall? —Pregunta la señora Massiel—. Mírate, chico, estás enorme.

El señor Massiel sonríe. —Ven aquí muchacho —me toma entre sus brazos y siento esa calidez paternal que solo la encuentras en muy pocas personas—. Mira, aquí está Noah.

Noah me sigue viendo con los ojos abiertos hasta que sus labios se curvan y sonríe. —Ken —y sus ojos inmediatamente se llenan de lágrimas—. Ken —repite.

Asiento y lo abrazo. Es más alto que yo, es más fuerte que yo y ya no somos esos dos niños indefensos y asustados pero sigue existiendo esta conexión de mejores amigos, de las primeras personas en las que encuentras refugio.

—Amigo, mírate, ¿Qué rayos te pasó? —Bromea, dándome palmadas en la espalda—. ¿Dónde están tus dientes torcido?

Suelto una carcajada. —En el mismo lugar donde dejaste tus hombros escuálidos.

Los señores Massiel y mi madre ríen.

—Te he extrañado —dice—. Ojala me hubieras contactado.

Trago saliva. Lo sé, me alejé y perderlo fue de las cosas más duras. —No sabía qué hacer.

—Ni yo —contesta— pero ahora si sabemos qué hacer, ¿verdad?

Mamá suspira. —Bien, vamos a sentarnos y creo que es hora de hablar lo que todos sabemos.

Noah y yo nos sentamos al lado. Tengo tantas preguntas que hacerle, quiero contarle muchas cosas y quiero saber si quizás existe la posibilidad de ser amigos de nuevo, pero por ahora, tenemos que hablar de algo más.

El señor Massiel comienza: —Chicos, ya hemos encontrado a las otras familias. Los Hernández, los Smith, los Cardien, todos están de acuerdo en presentarse para evitar que esa mujer salga como si no hizo nada.

La señora Massiel niega. —Ken, querido, sé que ya cumpliste la mayoría de edad al igual que Noah, ¿Estarías dispuesto a volver a hablar sobre ello frente al juez para que revise la reducción de la sentencia?

Volver a hablar.

Cuando era niño tuve que contarlo unas cuatro o cinco veces, fue de las peores situaciones que he vivido. Recuerdo los rostros de algunas personas, la manera que cuestionaban mi veracidad, lo mucho que solo quería salir corriendo.

— ¿Creen que sí pueda hacer que regrese a prisión?

El señor Massiel suspira. —En realidad, no lo sé pero hemos estado hablando con los Hernández y hay algo que Matthew ha dicho que no dijo antes, algo sobre unas fotos.

Bajo la mirada. Pensaba que quizás mi mente había creado esos recuerdos.

—Si se logra probar que ella producía ese tipo de contenido o que lo vendía, será un nuevo cargo y por ello le pueden dar muchos más años.

Mamá exhala. —Kendall, todos te creemos y sé que ha sido difícil. Fue difícil para ti, para Noah, para Matt, para Emilio y para Xavier pero todos les creemos y todos queremos que haya justicia.

Respiro profundo y mis ojos se mueven a la ventana, es un día soleado, de esos que el sol brilla tanto que tienes que entornar los ojos.

— ¿Puedo salir un momento?

Mamá asiente. —Te pediré algo de comer mientras tanto.

Respiro profundo mientras camino a la puerta. Paso del aroma a grasa y condimentos al aroma de pasto recién cortado.

Tomo una larga respiración viendo al cielo. Silenciosamente le hago la pregunta a alguien allá arriba si me va a cuidar, si me va a ayudar.

Me muevo a una banca de madera colocada a un lado de un anuncio sobre el menú del día y veo los autos pasar sin detenerse. Mis ojos están deseosos por soltar lagrimas pero las estoy reteniendo, en mi pecho hay un nudo y pienso que realmente no sé qué hacer.

Si acepto volver a contar todo, es probable que vaya a volver a verla, que salga en las noticias, que las personas hablen otra vez. Es como borrar los años de en medio y regresar al pasado.

Noto una silueta a mi lado y veo que Noah ha salido también. Asiente con la cabeza antes de sentarse a mi lado en la banca.

—Hola Ken —dice.

Recuesto mis codos en mis rodillas, juntando las manos. — ¿Tú vas a hablar?

—Sí —dice—. Yo tengo que hacerlo. Cuando era niño me sentía intimidado, no solo por ella sino por todo. Tenía miedo, mucho miedo pero ahora ya no tengo miedo. Ahora voy a decirle en su cara lo mucho que me afectó y que lo peor que podría hacer ese juez es dejar libre a una persona así.

Respiro profundo. — ¿Has hablado con ellos? ¿Matt, Emilio, Xavier?

—No —dice—. Vi una vez a Matt pero… no lucia muy bien. Estaba con personas que quizás consumían, ¿sabes? No estoy seguro de los demás.

Golpeteo mi pie en el suelo. —Lo sé. No quiero pensar que ellos estén mal por culpa de esa mujer.

Noah adopta mi posición, suspira. —No entiendo porque lo hacía —susurra—. Amigo, éramos niños. No éramos adolescentes. No es que eso fuera mejor pero, ¿sabes lo que quiero decir? ¿Qué veía en un montón de niños? Incluso estábamos todo el tiempo ensuciándonos o tirando comida, éramos niños. No lo entiendo.




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