Kukri

CAPÍTULO 12

Samara despierta con la misma pesadumbre que cuando la mandan a una cruzada y tiene que dormir en un campamento improvisado. Al estar completamente erguida, tuerce la cabeza hacia el lado derecho hasta que escucha que el cuello le truena, para luego repetir la misma acción hacia el lado izquierdo. Tras tonarse ambos lados del cuello, pasa sus manos por el mismo y siente los cordeles del amuleto de madera que tiene colgado.

Con la mirada aun poco difusa, toma el amuleto con la mano derecha y lo observa detenidamente, es un ovalo de madera con un orificio en la parte superior, por donde pasa el cordel. El amuleto tiene grabada una runa celta que invoca un hechizo de contención, lo sabe perfectamente porque el estudio de la simbología para la magia y hechicería era de sus especialidades, aunque nunca llevó uno a cabo.

Samara deja el amuleto en su cuello y se levanta de la cama.

- Buenos días… - dice al aire, esperando que alguien le conteste, cuando sus pies descalzos chocan con la superficie rugosa de un pergamino, eso la hace darse cuenta del desorden que hay en la habitación. – Rayos… ¿qué pasó aquí?

Camina con cuidado por la habitación, atenta de no pisar vidrios y de no resbalarse con los objetos que no estaban rotos. Su curiosidad la empuja a caminar hacia la puerta que lleva a las escaleras, cuando escucha una especie de quejido y de murmullos, parecidos a los que emite una persona amordazada. Eso la hace desviar su atención para buscar el origen de esos sonidos.

Después de unos segundos buscando y escuchando con atención, se encuentra con un enorme cuadro volteado boca bajo sobre unos libros, el marco es de madera labrada y pesa mucho, tanto, que Samara tiene que usar ambas manos para moverlo unos centímetros antes de voltearlo completamente. Con uno de los lados largos está asentado completamente en la duela, la joven le da la vuelta despacio para ver la pintura, cuando escucha una voz avejentada pero amable proveniente del cuadro.

- Gracias, señorita.

Samara no haya de donde proviene la voz, así que, mientras sostiene el cuadro con las manos, sus ojos revisan la habitación, esperando que alguien de algún rincón hiciera una aparición dramática. Al no haber tal aparición, ella deja caer el cuadro para tomar una posición defensiva.

- ¡Ah! – exclama el cuadro cuando azota contra los libros, eso sobresalta a Samara, quien vuelve a levantar el cuadro, solo que ahora, más aprisa. – Señorita, le agradecería que no me dejara caer tan bruscamente.

- Esto es nuevo… - exclama Samara con los ojos abiertos.

- Agradezco el comentario, pero le aseguro que ya tengo bastantes años de existencia. – dice el hombre de azul marino que está pintado en cuadro. - ¿Podría enderezarme para hacer las debidas presentaciones, por favor?

Confundida, pero intrigada, Samara apoya el cuadro sobre uno de los lados angostos. Con el cuadro derecho y apoyado sobre la pared, puede apreciar mejor el trabajo. Es una pintura victoriana perfectamente ejecutada y cuidada, la iluminación, las sombras, el trabajo del artista es impecable, no hay un solo trazo o pincelada que no haya sido calculado. Es la pintura de un hombre en una biblioteca con una enorme ventana en el fondo que muestra el paisaje de bosque de árboles de cerezo.

- ¿Señorita? – vuelve a llamar el hombre del cuadro.

- Perdón… - Samara pasa de admirar el trabajo de la pintura a poner atención a las palabras del punto focal del cuadro: el hombre con el traje victoriano azul marino. - … nunca había visto un trabajo tan preciso. ¿Qué eres? ¿Algún tipo de proyección holográfica de una programación imitativa de una persona o eres una agrupación de nano-bots programada por personalidad cibernética?

El hombre comienza a sonreír, como si le hiciera gracia la pregunta de la joven.

- Nada de eso, señorita. – contesta el hombre amablemente, sentándose en la elegante silla que hay enfrente de un escritorio, ambos bellamente dibujados y pintados con excelencia. – No soy producto de la aplicación tecnológica. Soy una persona atrapada en un cuadro artístico por obra de un hechizo mal conjurado por la aprendiz de mi amo.

Aunque Cobra lleva mucho tiempo trabajando con brujas y magos, así como ha dedicado el mismo tiempo estudiando las artes mágicas, místicas y ancestrales; es la primera vez que ve una magia aplicada como la que acaba de describir el hombre. 

- ¿Qué clase de hechizo te hace eso? – pregunta Samara.

- Uno de muy alto grado de dificultad, pero el amo siempre ha sobrevalorado a sus aprendices, en especial a esta última. – contesta el hombre.

El punto focal de la pintura es el hombre que se pasea de un lado al otro del cuadro, ya que el fondo se adecua al contorno de las líneas del anciano cada vez que él se mueve. Sus años de experiencia están reflejados en su piel, en las pecas de las manos, así como en el tamaño de las orejas y la nariz, al contrario de sus hermosos ojos verdes que se han mantenido intactos al paso del tiempo; el cabello del hombre es largo, grueso y blanco platinado con algunos mechones aún negros azabache.




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