En una lejana aldea del imperio Nornodiano, establecida en un archipiélago conformado por los naufragios de todas las flotas que se han quedado atascadas ahí debido a que el intenso campo de fuerza electromagnético descompone todo instrumento digital y electrónico de navegación; viven la mayoría de los brujos, brujas y magos desterrados de las demás ciudades, individuos tan extraños que no pueden convivir con el resto de la gente “normal” por su manejo de las artes oscuras, pero lo suficientemente pacíficos como para no representar una amenaza para el imperio.
En esta aldea, conocida como La Bahía del Olvido, el mismo grupo de cazadoras que ha negociado con los mercantes de la Aldea de Mercantes, entra en una tienda instalada en un buque de la Segunda Guerra Mundial.
Las cazadoras entran primero a modo de asegurarse de que no hubiera peligro o alguna trampa en el local, revisando con cuidado todo lo que hay en la tienda.
- Santo Dios, me pregunto cómo es que esta gente puede vivir así. – dice la cazadora de la zulfiqar, observando con desagrado y asco los frascos que se exponen en la estantería, los cuales contienen partes de animales amputadas sumergidas en formol, entre otras cosas más expuestas. – Además de que la casa se está cayendo.
- Es un buque nazi recuperado del fondo del océano. ¿Qué esperabas? – contesta la cazadora de la akrafena. Con la punta de la espada revisa unas telas que están amontonadas encima de un barril. - ¿Y tú? ¿No tienes algo que decir? – dice dirigiéndose a la cazadora de las espadas de gancho, la cual no ha abierto la boca desde que dejaron el bosque oscuro.
- Cuando no hay algo que importante que aportar, es bueno callar. – contesta la cazadora, recargándose en un escaparate donde hay varias criaturas disecadas.
Las tres cazadoras siguen con su vestimenta oficial, ocultando su rostro al resto del mundo, pero en esta ocasión, un halo de luz verde esmeralda se desprende de ellas. Las cazadoras están esparcidas por la planta baja de la tienda, que abarca toda la cubierta del buque. Como no hay electricidad, todo está iluminado por antorchas de plasma y algunas escalinatas repletas de velas de color amarillo.
- Chicas, no toquen algo. – dice la figura de la capucha azul, es decir, la figura central y custodiada por las cazadoras. – Recuerden que lo único que nos protege de las mañas de esta gente es el amuleto que traen en el cuello y las armas que portan en sus manos. Nuestra tecnología aquí no funciona.
Al entrar la figura central a la tienda, las cazadoras forman un triángulo de protección alrededor de ella, como si fueran sombras o espíritus adheridos a su alma.
- Buenas noches, señoritas. – dicen amablemente dos voces masculinas, perfectamente sincronizadas y roncas, desde el fondo de la habitación.
Lentamente, se acerca al grupo de cazadoras un hombre caminando exageradamente erguido, con apariencia más de herrero que de hechicero. Tiene las facciones del rostro muy finas, el cabello largo hasta los hombros y de color negro, su apariencia dulce se tiene un toque cómico por los enormes lentes de fondo de botella que descansan sobre su nariz.
- ¿En qué les puedo…? – la alegría de una de las voces se esfuma en cuanto ve a las personas que están en la parte central de la tienda.
La dulce expresión del hombre se transforma en una mueca de nerviosismo y temor.
- ¿Son las cazadoras del clan? – pregunta la otra voz. Aunque se puede escuchar perfectamente bien como la otra, no es posible identificar al individuo que la profiere. El temeroso joven asiente con la cabeza. – Déjamelo a mi hermano, descansa.
El joven comienza a dar la vuelta sobre su propio eje, moviendo los pies lentamente en una danza un tanto cómica y torpe, dándole cabida a otro par de piernas que se mueven erráticamente hasta apoyarse por completo en el suelo.
La voz misteriosa proviene del gemelo del hechicero que atiende el buque, revelándose ante el letal grupo imperial cuando su hermano termina de girar. Este hermano es ligeramente más corto de estatura que el otro, lo cual no sería un problema si no estuviera pegado a su hermano desde los hombros hasta la cadera. Este gemelo, además de ser menos alto, tiene una cicatriz que le recorre desde la barbilla hasta la sien del lado derecho, sin lentes y con los ojos enmarcados por ojeras grisáceas, acentuando su miserable ser.
- Señoritas… - la voz de este individuo, aunque similar a la de su hermano, tiene un timbre lúgubre y un sabor cínico que envuelve en un ambiente tétrico la apariencia de los siameses. – Que placer es el volver a verlas…
- Calla, monstruo. – ordena la figura central, acompañando su impositiva voz con un ademán despectivo. – Es irritante tu falsa cortesía. Concretémonos en la transacción, ¿quieres?
La actitud de los siameses se vuelve más cerrada y apática, acostumbrados a la diplomacia de la líder del clan, este despotismo y segregación de la nueva figura central hace que la ausencia de Cobra se preste a murmuraciones y maldiciones.