Kukri

CAPÍTULO 17

Samara sigue al Maestro por el extraño sendero del Bosque de las Luciérnagas, observando todo a su alrededor, la caprichosa forma de los árboles curvados, las aves coloridas que la observan cuando pasa enfrente de ellas, los colores de las flores silvestres, la niebla que se escurre por entre las raíces y debajo de los pies de la cazadora, los débiles rayos de luz solar que se cuelan entre las copas de los árboles le agregan al panorama una extraña sensación de tranquilidad.

- ¿A dónde dices que vamos? - pregunta Samara, cubriéndose con la capucha de su gabardina y saltando ágilmente una gran raíz.

- A la Tierra de Sanguluk.

- ¿La tierra de los dragones? - Samara está emocionada.

- Exacto.

- ¿Voy a ver dragones?

- ¿Nunca has visto un dragón?

- Nos dijeron que estaban extintos.

- ¿En serio? ¿Y que más te dijeron en el palacio imperial? - por primera vez, desde que Cobra lo conoce, el mago usa un tono burlón al referirse a la nobleza.

- Ahora creo que muchas cosas que no son muy verídicas.

El Maestro camina con facilidad entre el accidentado y sinuoso terreno, como si flotara por la superficie; a Samara le cuesta seguirle el paso.

- ¿No sería más sencillo teletransportarnos a la ciudad del que nos contactó?

- ¿No te gusta caminar?

- No es eso, es que el terreno es demasiado accidentado para los niños. - contesta señalando con la mirada a los gemelos que tratan de escalar un montículo conformado por varias raíces y un tronco caído.

- Yo no los oigo quejarse.

- Será porque rara vez los escuchas. - dice entre dientes Samara. - ¿Por qué no los dejamos en el castillo?

- Les hace bien caminar. - contesta el mago, sin esperar a que la aprendiz y los infantes lo alcancen. - Además, no podemos simplemente aparecernos en la ciudad, no se puede.

- ¿No se puede o no quieres?

- La Tierra de Sanguluk está protegida por un grupo de hechiceros, hechizaron el área, es un invisible para quien la busca. Es una tierra que viene y va.

- ¿Me estás diciendo que estamos caminando hacia quien sabe dónde, buscando una ciudad que no se puede encontrar?

- Yo no dije eso.

- Ah… no me vayas a salir con metáforas tú también.

- Para encontrar un lugar sin buscarlo, hay que perderse y luego, aparecerá frente a ti lo que necesitas.

- No encuentro lógica en tu argumento, pero eres el maestro… - comienza a decir Samara con desdén, pero la interrumpe el mago al aparecer frente a ella súbitamente.

- ¿Cómo lo encontrarías tu?

- Con mapas, coordenadas, indicaciones, aunque sea un GPS…

- Si quieres aprender magia y artes místicas, debes abrir tu mente y olvidar todo lo que crees conocer. - el dedo índice del Maestro se entierra en la frente de la aprendiz, mientras trata de enseñarle algo que parece muy básico para un estudiante de magia. - No puedes encontrar un lugar mágico si sigues pensando como humana.

- Bien, vaciaré mi mente. - contesta Samara, un tanto escéptica.

Samara ayuda a los niños a pasar por encima del obstáculo y la toma de la mano para caminar con ellos, hasta que uno de ellos la detiene, abrazándola de la pierna.

- ¿Ya te cansaste? - el infante asiente.

Samara levanta al niño y lo sienta en una parte alta, para luego darle la espalda.

- Sube, yo te cargo.

Irán se sube a la espalda de Samara, sujetándose de los hombros con sus manos enguantadas. El gemelo de Irán le da la mano a Samara para que sigan avanzando.

- Yo te guio. - dice con dificultad Iván.

- Gracias.

Iván tiene más facilidad para los idiomas, por ende, aprende con mayor rapidez que su hermano, aunado al hecho de que es menos tímido al hablar con alguien más que no sea su gemelo.

El Maestro se descubre caminando solo, lo que lo hace volver sobre sus pasos para encontrar a la aprendiz con los gemelos, caminando a paso lento pero seguro.

Samara se encuentra de frente al Maestro.

- ¿Le sucedió algo a Irán?

- Solo está cansado. Estará bien. - Samara se vuelve a acomodar al niño, mientras Iván sujeta su mano derecha.

La aprendiz está a punto de decir otra cosa, cuando ve una figura encapuchada detrás del mago, a unos escasos metros de ellos. El Maestro percibe la inquietud en la mirada de Samara.




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