- ¿Cómo te sientes? – pregunta amablemente el aprendiz de Dragul, dándole una taza con té de hierbas relajantes a Samara, quien está sentada hecha ovillo en un gran sillón junto a un vitral de colores suaves.
- Ya mejor, gracias. – contesta la aprendiz de Peter, tomando con ambas manos la taza.
Aunque Samara trata de aparentar tranquilidad, sus manos siguen temblorosas y en su mente se repiten una y otra vez las imágenes que vio en la Fracción Diamante.
- Está rico el té. – comenta Samara, viendo por la ventana como si deseara salir volando a través de ella. – Gracias por cuidar de mi en lo que se pasa mi… episodio.
- No te preocupes, es un placer conocer a alguien como tú. – dice Al con una sonrisa.
Al camina hacia un jardín vertical que está exactamente en prácticamente en medio de la habitación, que hace las veces de la sala comedor, pero las plantas que crecen en él son diferentes a las que Cobra conoce. Mientras estaba tratando de entender qué crecía entre las guías del jardín vertical, la nueva aprendiz observa detenidamente a la criatura que se cruzó entre las plantas y ella.
“¿Desde cuándo los magos se visten tan… elegantes?”, se pregunta Cobra cuando termina su rápida inspección.
Aun con su excéntrica manera de actuar y de la combinación de los colores, todos los magos que ha conocido Samara visten muy diferente a lo que imaginaba. El aprendiz viste un traje de dos piezas, chaleco y pantalón de color verde esmeralda, muy parecido al color de la gabardina del clan Kukri, su camisa es completamente blanca, de manga larga y en las manos usa unos guantes de cuero del mismo color que el traje, pero dejando al descubierto los dedos.
Por su apariencia, Cobra creyó que era un hombre, pero ahora que lo ve mejor, no tiene la seguridad para afirmar de qué género es la criatura que está frente a ella. Sus facciones no le dan pistas, pues son muy finas, la forma de la cara es muy fina, los ojos muy estilizados y las manos son muy delgadas, pero su voz es muy gruesa, la espalda ancha y no hay volumen en la parte frontal de su cuerpo.
Samara abandona el sillón y se acerca al jardín vertical.
A penas se ha acercado a las plantas, éstas reaccionan como si fueran serpientes y abren completamente la corona, exponiendo sus pétalos, que están recubiertos por pequeños dientes cónicos. Cobra retrocede.
- Tranquila… - dice calmadamente Al. - …no te harán daño.
- ¿Seguro? – pregunta incrédula Samara. – No parecen muy inofensivas.
Al le tiende la mano a Samara. Aun con desconfianza, la humana le da la mano al aprendiz y éste la acerca a él, rodeándola por la parte de atrás, sosteniendo las manos de ella con las suyas. Cobra, que no está acostumbrada al contacto físico, se pone a la defensiva.
- No muerdo… - el suave tono de la voz del aprendiz se desliza por el canal auditivo de la humana. – Tienes que tratarlas con cariño, cantales.
- ¿Qué les canto?
- Lo que quieras, pero que sea tranquila.
Samara se queda pensando por unos segundos, hasta que una canción se le viene a la cabeza.
- Duerme, vida, prenda mía, calma y sueña… - comienza a cantar Cobra.
Como si las plantas tuvieran oídos, se enfocan en ella y se cierran en un capullo, acercándose lentamente a las manos de la cazadora. Los dedos del aprendiz de Dragul controlan los movimientos de la mujer con delicadeza, enseñándole como tratar a esas plantas. La textura del exterior del capullo de las plantas es demasiado suave, aterciopelada y tibia.
- La luna mira silenciosa dentro de ti. Cuentos e historias te contaré y canciones cantaré… - continúa cantando Cobra, pero ahora con los ojos cerrados.
En ese momento, Cobra vuelve a escuchar una voz, pero ahora es amable y tierna, es una voz femenina que canta la misma canción que ella. Por alguna razón y sin que pueda evitarlo, la humana comienza a derramar lágrimas que se deslizan por sus mejillas hasta caer desbordantes por su mandíbula. La melodía que anda en su cabeza y que tocó el príncipe Felipe en el piano, ahora adquiría voz.
- Pero tranquilamente hay que dormir, cerrando los ojos, sueña, sueña… - la voz de Cobra, en un inicio tosca y ronca, ahora es más entonada, hermosa y cálida.
Cuando Cobra termina la canción, abre los ojos para darse cuenta de que tiene a todas las plantas enredadas en sus brazos y descansando sobre las palmas de sus manos. Incluso el aprendiz de Dragul está apoyando su cabeza en el hombro de la humana, absorto completamente en su canto.
- Guau, nunca había visto u oído tal cosa. – comenta Al, deslizando las manos de Samara lejos de las plantas que siguen dormidas.