- General, a los elementos en movimiento hacia Ciudad Badweynta. – dice la cazadora a la General Mamba, con seguridad y el tono de voz golpeado, áspero y autoritario que caracteriza a las del clan.
Mamba se pasea de un lado al otro en el cuarto de control improvisado que instalaron en una cabaña de madera abandonada que encontraron a varios kilómetros de la ciudad Badweynta.
- Perfecto. Que se reporten en cuanto estén en posición. – contesta Mamba mientras juega con una moneda imperial. – Prepárense para partir, nos uniremos a las demás al anochecer.
Las demás cazadoras contestan al unísono “Sí, señor.”; y se apresuran a levantar todo, para no dejar evidencia.
- ¿Estás nerviosa? – le pregunta una mujer de cabello grisáceo y ojos de color verdes con la pupila vertical. De todas las mujeres que hay en la habitación, la apariencia de ésta hace honor al nombre de serpiente que se le otorga a un agente al graduarse.
- Un poco… nunca había coordinado una… purificación sin Cobra. Además… - Mamba sube las escaleras de la cabaña, seguida por la otra cazadora. - …Ciudad Badweynta siempre ha sido un punto bastante impredecible y difícil. Necesitamos a la mejor estratega para poder entrar y salir sin problemas.
- Si, pero te recuerdo que ahora está de vacaciones. Todo recae en ti y en mí, Mamba.
- Ya lo sé, Cecilia, no hay necesidad que me lo recuerdes.
Mamba y Cecilia entran a una habitación llena de todas las armas blancas fabricadas por el hombre, desde las árabes hasta las chinas y europeas. Al estar escogiendo unas dagas, Cecilia se da cuenta que las manos de su compañera están temblando.
- Si sigues así, vas a sacarte un ojo con esos Cuernos de Ciervo.
- ¿Cómo es que tu no estás nerviosa, Cecilia?
- El temple que te da la edad, supongo. – Al no ver consuelo o tranquilidad en los ojos de su compañera, Cecilia deja la espada curva que había agarrado y toma los cuchillos que tiene la temblorosa Mamba entre sus manos. – Mírame, somos el mejor escuadrón del Clan. Nada malo va a suceder. Pero tienes que calmarte… las demás no pueden verte hecha un manojo de nervios. ¿Alguna vez viste a Cobra temblar de nervios antes de una misión?
Mamba mueve la cabeza negativamente.
- ¿Ves? Además, tienes que acostumbrarte a ser la que manda. Cuando Cobra sea la emperatriz, tu ocuparás su lugar al frente del Clan.
- Y tú el mío. – le recuerda Mamba a Cecilia.
- Esta es nuestra carta de presentación… - dice con una sonrisa la cazadora, tomando una piedra para afilar y una daga templaria. – Cobra confía en nosotras, somos su escuadrón y no podemos fallarle. ¿De acuerdo?
- De acuerdo. – contesta Mamba con seguridad y llena de energía.
- Eso, así… ¡quiero ver una expresión de guerrera!
Mamba es traicionada por sus nervios y, en lugar de un gesto temible, esboza una patética sonrisa.
- No, ya estuvo que este clan se fue al demonio.
- Gracias, por los ánimos. – Mamba le da un ligero golpe en la cabeza a Cecilia, quien sostiene una sonrisa malévola.
- Por cierto… ¿cómo sigue el príncipe Felipe? Me enteré de que fue envenenado.
- ¿Quién te…? Ah, malditos periodistas. Se supone que es un secreto de estado.
- Pues ni tan secreto. Media nación ya lo sabe. ¿Ya tienen al culpable?
Ante esa pregunta, el alegre rostro de Mamba se perturba y toma un gesto tan serio como el de su amiga Cobra.
- ¿Eso quiere decir que sí?
- La evidencia indica que fue la “invitada” de la casa real.
- ¿La princesa frolentina? – pegunta Cecilia, sorprendida e incrédula. – ¿Por qué no te veo convencida?
Mamba revisa a su alrededor y, después de verificar que no hay alguien en el pasillo, cierra la puerta.
- Algo anda mal… algo como que… no me cuadra. – contesta Mamba a Cecilia. – No conozco muy bien a la chica, pero estoy segura de que no mataría ni una mosca.
- ¿Crees que alguien más intentó matarlo?
- Eso no es lo más grave del asunto.
- ¿Hay algo más grave?
- La princesa fue condenada por traición. – contesta Mamba con un gesto de preocupación en la mirada, gesto que parece contagiarle a Cecilia.