Kukri

CAPÍTULO 25

Las prisiones en el Imperio Nornodiano son escasas, en especial porque varios clanes, entre ellos el Clan Kukri, se encarga de exterminar con los delincuentes que perturban el perfecto orden social. Sin embargo, existen varias prisiones cuyo objeto es albergar a los prisioneros de guerra, asesinos seriales o custodiar a los reos en lo que son transportados a su ejecución. La prisión de máxima seguridad más grande e importante del imperio se encontraba a las afueras de Ciudad Central.

La emperatriz cruza el patio de la cárcel con su acostumbrada escolta de guardias imperiales, además de otras tres cazadoras del clan Kukri y la Encapuchada Lila. Toda la caravana se dirige hacia una torre solitaria, donde solo hay una prisionera.

La celda parece más cuarto de manicomio que una mazmorra: las paredes de la habitación están recubiertas con un material suave, esponjoso y aislante, demasiado iluminada y sin ventanas. Con la puerta electrificada y la amenaza de gas alucinógeno, hace que cualquier deseo de acercarse a la salida de la celda sea descartado incluso antes de ser considerado.

La prisionera está sentada en una esquina, recargando la cabeza en la pared y con la mirada perdida en el horizonte. La han despojado de todas sus pertenencias, incluyendo el amuleto que le dio su maestro; usa una playera de tirantes blanca, un pantalón blanco y está descalza; tiene las manos esposadas a la cadera y un aparato que la sujeta por la parte de atrás, desde los hombros hasta el cuello, las cadenas del aparato permiten que ella se mueva con libertad, pero no que escape o se acerque demasiado a la puerta.

- Peter… - dice el nombre del mago una y otra vez, como si su voz trajera su presencia ante ella.

Pero no, lo único que llega ante ella, para extraerla de sus pensamientos y reinsertarla en la frívola, banal y árida realidad, es el sonido de la puerta desactivando los sistemas de seguridad para luego abrir paso a la emperatriz. El animo de Cobra se recupera, levantándose inmediatamente en cuanto ve a los guardias imperiales entrar en la celda.

- ¿Cobra? – anuncia su entrada Olivia, deslizándose elegantemente al interior de la celda. – Querida mía, que bueno que estás…

- Si de verdad aprecia su vida, aléjese de mí. – suelta sin tacto ni compasión la prisionera.

Ante esa reacción, la emperatriz indica a los guardias que salgan y la dejen con Cobra a solas.

- Vaya giro en la historia. – la actitud cálida y amorosa de Olivia con Cobra cambia completamente a una carente de sentimiento. – Comenzaré por pedirte una explicación…

- La que debería dar explicaciones es usted a mí. – Cobra avanza hasta que las cadenas la hacen frenar en seco.

La emperatriz sonríe.

- Veo que descubriste todo. Te conozco lo suficiente como para saber que no te convenceré de lo contrario. – la emperatriz comienza a pasearse por la celda, confiada en su perfecto sistema de seguridad. – Además… estoy cansada de mentirte, es agotador. – La emperatriz trata de tocar la mejilla de Cobra, pero esta retrocede, rechazando su contacto, acto que no le hace ninguna gracia. – Debes tener preguntas.

- Solo una. ¿Por qué?

Olivia vuelve a sonreír.

- ¿Porque qué? Se más específica.

- Bien, seré más específica, empezando por el pasado. – las cadenas de Cobra se estiran tanto que la tensión las hace permanecer en una perfecta línea recta. - ¿Por qué exterminaron a la Tribu Shibal? ¿Por qué se ensañaron con ellos?

La sonrisa en el rostro de la emperatriz se esfuma.

- Así que ya sabes de tu origen, perfecto. Sin censura, sin restricciones entonces.

La mirada de Cobra es inquisidora, perturbadora, pesada, pero no surte efecto alguno en la emperatriz que, de dulce, tierna e inocente, solo tiene el nombre. 

- Por la misma razón por la que tú misma has exterminado aldeas y ciudades enteras. Eran un peligro para el imperio…

-  Mentira. Era un pueblo de gente trabajadora, buena, honrada, honesta, sabia y pacífica. Los magos y brujas de esa tribu solo usaban sus poderes para sanar la tierra que ustedes, estúpidamente, lastiman.

- ¿Cómo lo sabes? Eras muy pequeña como para recordarlo.

- Hay medios, fuentes de conocimiento que no eres digna de conocer.

Cobra recibe una cachetada.

- ¿Cómo te atreves? – la emperatriz respira profundamente y regresa a su actitud calmada. – Los shibali eran fuertes y poderosos, es cierto; pero su estilo de vida… era una amenaza, un peligro para el orden social y la moral. Sus asentamientos estaban en el borde de la frontera con Frolentania, tenían relaciones de todo tipo con las personas de ese imperio. Estábamos siendo invadidos.




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