—Esto debe ser una maldita broma. ¿En serio van a casarse? — dijo frustrado, mientras mirraba con detenimiento la delicada invitación que acababa de recibir.
—Pues así parece — respondió la castaña, que estaba de pie frente a èl.
— ¿Y tuvieron el descaro de invitarme? — preguntó, enojado.
— No es obligación que vayas, Zaid — respondió Sugey, su amiga y mano derecha.
—Sabes bien que debo, sino mi madre se convertirá en mi peor pesadilla — agregó.
—Aún no estás preparado para verla, mejor no aceptes regresar, no es el momento — respondió Sugey.
El hombre alto y de apariencia imponente se puso de pie, mientras caminó hasta el enorme ventanal, que daba vista a la ciudad. Llevó el vaso de whisky a su boca y lo bebió de un solo trago.
—Confirma mi asistencia— dijo el hombre, en un tono grave.
—¿Irás solo? — preguntó su amiga, esperando instrucciones.
— No, iré con mi novia — respondió.
—¿Cuál novia? — preguntó la chica intrigada.
—Una que voy a presentarles, muy pronto a todos— dijo con una sonrisa ladina dibujada en sus labios.