Capítulo 4
Había un caos en todas las oficinas de la Agencia de Seguridad Secreta. Un evento sin precedentes como el asesinato de un Fiscal General acababa de darse. Las investigaciones preliminares que habían recabado ya a esas horas Ethan y su equipo de los Ninjetti, arrojaron sorprendentes revelaciones. Luego de la recolección de los cuerpos de la escena del suceso, aparte del cadáver del Fiscal General y otros tantos de nivel distrital, como funcionarios coadyuvantes, se pudieron recuperar partes de equipos de un servidor subterráneo. Un servidor privado y cifrado del Fiscal General.
Fue el equipo del Ninjetti, quien se dedicó a realizar el salvataje y análisis de aquellos restos informáticos, que revelaron un esquema de compra y venta de influencias que parecía increíble a ojos vista. Era un servidor que usaban los involucrados en esta red, para llevar a cabo las transacciones y los envíos de códigos.
A causa de esas turbias revelaciones, la agencia caratuló la situación como ATENTADO POR VENGANZA La investigación no fue llevada de forma pública, sino sólo manejada por la Agencia y el Poder Ejecutivo, así como la intervención del FBI. De considerarse un asunto grave de probable terrorismo, se convirtió en un acto de revelación de una profunda corrupción con un esquema avanzado, infectando el sistema de justicia de un país que se enorgullecía de la transparencia en los procesos.
No fue sorprendente cuando vino una orden directa de no revelar a la opinión pública sobre aquellos resultados de la investigación y cesarla ¿Qué más podrían buscar? Era más que obvio lo que sucedía allí y habría que lidiar con eso, pero no al costo de implantar histeria colectiva en la población, provocando una rotura de confianza en el sistema.
Lo habían estropeado, pero podían arreglarlo silenciosamente y sin más investigaciones. El muerto era un hombre del gobierno y este suceso vendría a manchar la reputación del Ejecutivo. Ya no buscarían a los asesinos del Fiscal. A ojos de los investigadores, esto no era más que un ajuste de cuentas donde bien podría aplicarse el dicho de que quien mal anda, mal acaba, pero dejó patente la orden dispositiva de verificar e investigar sobre aquella red de corrupción y su infeccioso esquema. Si eran encontrados, los llevarían silenciosamente ante la Justicia que planeaban traficar. Claro, si es que aún había corruptos vivos.
Wilson recibió las noticias de buena gana. En parte sabía que así seria. El gobierno no se arriesgaría a una inquisición publica; todavía estaban a tiempo de arreglar el desastre. También le daba cierta satisfacción, porque al voltearse la investigación, no darían con el verdadero origen de las detonaciones que acabaron con las vidas de esos corruptos.
Luke Wilson había entregado dispositivos a Jin que eran imposibles de rastrear. No lo encontrarían de aquel modo, pero tampoco podía subestimar la capacidad de los Ninjetti.
Aunque ya no importaba. Los corruptos e injustos estaban muertos ahora.
Estas situaciones, para el director, según su extrema conciencia de justicia, eran correctas.
Jin no se reportó en ningún momento en las oficinas del director luego de haber sido llamada para las actividades de emergencia, aunque sí que presenció de primera mano todo el incesante ajetreo de agentes. Solo se sentó frente a las computadoras centrales, haciendo como que verificaba las cámaras de vigilancia de las calles aledañas del sitio de la tragedia, que fue la tarea que le encomendaron. En realidad, era un simple amague, porque ella misma se había encargado de cambiar las imágenes antes de colocar los dispositivos bombas que destruyeron la casa del Fiscal.
Pero al menos eso le había ayudado a fingir mantenerse ocupada, hasta que recibieron las órdenes del primer ministro de cese de investigación y abandonó aquella inútil tarea. En realidad, nada de lo que hiciera, podía apartarle de la mente, la única idea que tenía y que la carcomía.
“El director me utilizó para asesinar a esas personas…”
Acabó despertando, casi de un salto, al sentir una mano en el hombro.
—¿Qué sucede Jin?
Era Ethan Carter, su hermano. Lucía cansado y agotado luego de largas horas de trabajo. La joven lo notó y sintió culpabilidad; su pobre hermano estaba así por algo que ella había provocado. Por causa de un crimen suyo, ahora todos estaban sufriendo las consecuencias. El remordimiento y la culpa se batieron más profundo en ella.
—No me ocurre nada. Sólo estoy muy cansada.
Ethan pareció estudiarla unos momentos. Jin odiaba cuando hacía eso, porque sabía que su hermano era experto en el lenguaje facial y podía descubrirla cuando fingía. Aunque tampoco creía que llegara al extremo de creerla responsable del horrible acto terrorista acaecido horas antes.
—Está bien. Te recomiendo que vayas a dormir. Debes estar cansada, yo haré lo mismo. También estoy agotado. Ya sabes que ordenaron cesar las investigaciones, así que ya no vale la pena —sugirió Ethan antes de salir para los vestidores y marcharse a su vez, para su casa.
Jin se quedó viéndolo. Su querido hermano, cómo deseaba poder confesarle lo que había hecho, pero tampoco quería cargarlo con el peso de sus acciones. Jin se odiaba a sí misma.
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Editado: 23.11.2021