Capítulo 5
Scott Gloval le había hecho esa sugerencia medio en broma, medio en serio, o quizá nunca lo sabría, pero esa estupidez recomendada por su viejo amigo de armas, en verdad lo estaba perturbando. ¿Por qué a él, un hombre sin intereses mundanos, lo estaba molestando tal referencia?
Luke Wilson no podía negar que estaba nervioso por el asunto de Jin Carter y sus dudas.
Acababa de salir de la casa de Scott e iba caminando por las calles desiertas en plena oscuridad, fumando su eterno cigarrillo. No se le había subido a la cabeza, ninguna de las botellas que había bebido. No era fan de usar el vehículo que tenía (uno especial, equipado, propio del jefe del servicio secreto de un país).
Le gustaba caminar de incognito por las calles. Igualmente, no le temía a nada, y bueno, si algún malhechor ocasional se le cruzaba, lo mínimo que Wilson le haría era romperle el pescuezo o quizá matarlo. Probablemente a Wilson le daría igual.
En estos momentos se permitía pensar en todo lo que le molestaba y temía perder todo lo que había conseguido, por causa de haber escogido a la persona equivocada para una misión tan delicada. Recordaba lo que había logrado desde que tenía el puesto de director y los agentes que la conformaban.
Si bien, el grupo de asesinos se desmanteló hace años, tenía al grupo de elite dirigido por Ethan, pero aun así no daban abasto. Wilson, no era partidario de dar un espacio en la Agencia y tampoco tenía ánimo alguno de cambiar el estilo que lo caracterizaba, con su mano de hierro y bajo el concepto de una justicia muy específica que pocos podrían entender.
Pero lo último que había mandado hacer: asesinar a un Fiscal General, sin darle tiempo ni de defenderse, probablemente ni el presidente podría seguir permitiendo su permanencia en las fuerzas especiales si se descubría. Wilson arrojó su cigarrillo al suelo y siguió caminando.
Cuando se dio cuenta, ya estaba bastante lejos. Sí que había realizado un largo trecho.
Paró frente a un bar en una calle, que estaba prácticamente a kilómetros de su propia casa. Ya era de madrugada, y era natural que estos sitios de mala muerte siguieran abiertos. Ya había bebido un poco en casa de Scott, tal vez beber un trago más le haría despejar la mente.
Cuando entró, su aspecto llamativo hizo que muchas vistas se posaran sobre él. Muy alto y de ojos asiáticos aterradores, aunque vestido de civil, nunca podría pasar desapercibido.
—Escoces —pidió escuetamente al bartender, al tiempo que ocupaba un asiento en el bar y sin mirar mucho alrededor. Estaba infestado de seres de sospechosos antecedentes. Podía sentir eso, con sólo verlos. Ya seguro, después, mandaría un escuadrón a encargarse de esta basura.
Hoy solo quería beber y olvidar que quizá todos sus planes podrían venirse abajo por culpa de una chiquilla sentimental. Cuando el bartender le ofreció el vaso, Wilson se lo llevó directamente a la boca. En verdad, estaba tan concentrado en sí mismo, que no se había percatado de una presencia muy conocida por él.
“¿Carter?”, alcanzó a pensar, sorprendido de ver a la última persona con quien pensaba encontrarse ese día, y además en un sitio como aquel.
Jin Carter, borracha como una cuba, apenas sostenida sobre el taburete. Quién sabe cuánto llevaba allí, sentada al final de la mesada de ese horrible bar, totalmente fuera de algún sentido cuerdo. Wilson observó eso con el rabillo del ojo. Generalmente la vida privada de los agentes no le interesaba, pero viendo así a uno, y además en un estado calamitoso e indefenso, le daban unas ganas horribles de darle un azote. Aunque no sabía porque… pero en particular, verla a ella así, le molestó. Evidentemente Jin ni se había percatado de su presencia. Murmuraba cosas que no se entendían, y además tambaleaba sobre su silla.
El bartender le servía ron cada tanto. Vasos que ella devoraba.
—La chica de ahí ¿Cuánto lleva aquí? —preguntó, de solapo Wilson al hombre.
—Pues, casi como tres horas. Lleva como cuatro botellas de ron. Menos mal pagó por adelantado por ellas —dijo el sujeto, indiferente, para luego seguir limpiando con un trapo algunas copas vacías. Wilson siguió vigilándola. ¿Desde cuándo Carter bebía tanto?
En su historial, que él tenía perfectamente estudiado, la jovencita era abstemia, no podía estar en este trance. Por un momento tuvo la idea de llamar a Ethan y que se llevase a su hermana. Pero también le vino la idea de que la joven, en aquel estado, tuviese escrúpulos de hablar de lo verdaderamente ocurrido en casa del Fiscal. Lo que menos querría.
Al cabo de unos minutos, sucedió lo inevitable. Lo que pasa en todos los bares de mala leche como ese, cuando hay chicas bonitas, solas y ebrias, como perfectas presas de hombres en pesca y búsqueda de mujeres indefensas. Típico. Un hombre de horrible aspecto, usual de esos bajos mundos, se acercó a la joven, que apenas podía mantenerse sentada.
—Preciosa, creo que a ti te hace falta compañía esta noche —al tiempo que le ponía una mano en uno de los muslos, de una forma atrevida.
Wilson observaba con atención. De alguna manera, esperaba que Jin reaccione algunos de sus sentidos de agente y al menos pudiera resistirse. Pero se dio cuenta que ella estaba perdida. Ni siquiera apartó esa enorme mano que se paseaba sin escrúpulos por su muslo, y cuyo dueño olisqueaba su cabello. La joven no oponía ninguna resistencia. El hombre ya estaba en pose tal, alargando sus manos, para podérsela llevar. ¿Quién podría culparlo después de todo?
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Editado: 23.11.2021