Capítulo 9
—¿Desde cuándo venir en China es divertido? Odio comer su réplica de ramen —mascullaba Jin al tiempo que daba cuenta de una enorme porción de esos fideos con cerdo
Lance, quien estaba con ella, la miraba algo sorprendido. ¿Cómo es que una muchacha tan delgada podía llegar a tragar tanto? Ironía que el plato japonés que estaba comiendo tuviera ingredientes chinos.
—Pero bien que te los comes —respondió Lance, para al tiempo enarcar una ceja—. ¿Desde cuándo te gustan tanto los fideos, Jin? Te veo comer solo eso en el trabajo y ni estando en China, no quieres otra cosa.
Jin terminó de tragar su tazón. Era cierto, no era afín a los fideos. De hecho, antes no le gustaban. Ahora los comía con ahínco, porque era el plato favorito de Wilson, que cocinaba una versión de estos fideos a la usanza japonesa del ramen.
La fuerza de la costumbre y el haber roto la vergüenza la había llevado de forma natural en estos meses a dormir en el departamento de Wilson. Venía muerta del trabajo, recogía algo en su departamento y luego salía, a hurtadillas, saltando por ahí a casa de su amante.
Había alcanzado una naturalidad inesperada de convivencia con él, aunque en el trabajo se habían arreglado para no verse mucho. Tenían que disimular. Ese fue el trato.
Jin todavía creía estar en un sueño. Le iba muy bien en el trabajo, donde ahora era una agente de campo en su magnitud, porque odiaba el trabajo de oficina con Grants sobre su cabeza todo el tiempo, y prefería lidiar con su hermano, Lance o los Ninjetti; sino que también tenía para ella a ese hombre que llevaba tanto tiempo amando, y lo mejor es que estaba segura de que ella era la única mujer que él veía. Lo sabía porque lo había espiado. Bien típico de ella
—¿Dónde andas últimamente, Jin? He ido a buscarte estos días y nunca puedo encontrarte —apuntó Lance, aunque mirándola bien fijo, para leer su expresión.
Jin se sonrojó ante el comentario inesperado de Lance. Era cierto, estaba tan embebida en esa relación con Wilson que había olvidado a sus amigos, y hasta a su hermano, si venia al caso, y se limitó a tartamudear, sin responder concretamente. Lance rodó los ojos.
—No te metas en demasiados problemas ¿quieres?
Lance no era tonto, él siempre supo que Jin estaba enamorada del director y no le había dado importancia, pero sus vigilantes ojos habían creído ver en estos meses un aura diferente entre esos dos, una muy diferente de la de un mero subordinado y su jefe. Es por eso por lo que empezó a prestarle más atención a Jin. No era su padre para regañarla por tener un amorío con su jefe y tampoco ella era una niña para merecerlo. Pero la quería mucho y no deseaba verla sufrir como estaba seguro de que pasaría
La comida siguió en silencio.
Y eso que todavía le quedaban muchas horas para estar camuflados frente al local de una tienda de imitaciones en un barrio de Pekín, donde ahora estaban cumpliendo una misión desde hace una semana para rastrear a un poderoso contrabandista de diamantes rosados. Inicialmente era trabajo de la Policía, pero como no lo pudo resolver, se lo tuvo que derivar a ellos y la persecución silenciosa había terminado en China, en específico en aquella gran ciudad, que era la base de operaciones de aquel grupo criminal.
Siguió su rutina de siempre. Cuando acababa con lo suyo en la oficina del Servicio de Inteligencia y no estaba vigilando algo, o conspirando en pos de su ideal de justicia extrema, iba a su departamento. Allí se cocinaba unos fideos y los comía mientras repasaba material en una tableta, ya sea grabaciones o informes de otros agentes encubiertos. Wilson siempre estaba trabajando, aún en su tiempo libre.
Tenía mucho material que analizar, y es que él tenía la manía de querer revisar puntillosamente. Aprovecharía que la chiquilla no estaba allí para molestarlo, porque estaba en China en un trabajo de camuflaje bastante estúpido, según las palabras de Wilson, quien consideraba aquella como una actividad bagatelaria para sus agentes. Jin había insistido en ser agente de campo y gracias a eso ahora estaba ausente y muy lejos de él, así que no tuvo tiempo de pensar en ella y en el peculiar juego que tenían.
A pesar de ello, algo ocurrió la primera noche que pasó en su departamento, casi una semana después de la marcha de Jin.
Como siempre, luego de la ducha, empezó con la faena de cocinarse fideos con carne, para sentarse a cenarlos al tiempo que analizaba informes desde su sofisticada tableta, pero al mirar una y otra vez en los alrededores fue como que de pronto su departamento se le figuró enorme, como si sobrara espacio y estuviese exageradamente callado. El televisor estaba apagado, en su nevera no estaban los potes de helado de vainilla que se habían vuelto tradicionales desde que ella los ponía allí, a pesar de que él odiaba los postres fríos.
Eran los dulces favoritos de ella.
No hizo caso y fue a sentarse a engullir sus fideos, sólo se oía de fondo el ruido cuando tragaba y el ocasional tic de su tableta. Sintió algo diferente cuando le tocó leer un informe, que decía:
"Informe Ninjetti, Operación Pekín"
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Editado: 23.11.2021