Narrador omnisciente
Para el club en el cual trabajaba Candela anteriormente, su ausencia represento muchas perdidas, ya que sus fanáticos dejaron de ir diariamente, sin duda su presencia marcaba la diferencia, lo cual ofusco mucho a su ex jefe, el cual la descubrió.
Algunos se sentían felices de que esa joven amable y de buen corazón saliera de esa vida, no obstante Juan no pensaba lo mismo.
El susodicho aún recordaba como aquella chiquilla baila con su tutú por toda la casa mientras él rondaba a su fácil madre por las noches con el fin de sacarle algún beneficio.
Candela habia aprovechado que al barrio llegue una clase de baile gratuita y asistió cuando necesito ayuda para su vestuario, consiguió que una de las maestras la apadrinara comprándole lo que necesitaba y haciendo que destacara aún más de lo que por sí sola hacía.
Lamentablemente, solamente lo hicieron por cinco veranos y para cuando Candela tenía 15 años ya no regresaron.
Juan no perdía de vista que la jovencita superaria a su madre en belleza y ya estaba planificando como poder tenerla en su poder en su futuro próximo, lo cual logro con facilidad años más tarde, cuando Lucrecia empezó a deberle y robarle dinero, lo cual él siempre supo, pero aprovecho eso para cuando llegara el momento ideal.
Lo más que le gustaba era el carácter que se cargaba, él estaba claro que era una piedra preciosa que aún no se había explotado, pero en sus manos podría convertirse en un precioso diamante.
…
—Tu hija abandono el club para irse a otro más elegante y exclusivo—expreso Juan mirando a Lucrecia, se le veía sumamente molesto por el atrevimiento de su hija.
—No es mi problema, te la entregué y si no supiste retenerla es muy tu asunto...—no término de hablar, pues fue sostenida del cuello con brusquedad.
—Te seguí dando mercancía, ya que se lo sacaba de lo que me hacía ganar, sin embargo, me debes lo último asi que tienes dos opciones pagarme lo que me debes en este instante o yo te mataré lentamente—Lucrecia sintió miedo y negó.
—En ese caso tenemos la tercera opción y es que secuestre a uno de tus hijos pequeños para hacerla volver a mí, esa pobre chica es mil veces más madre que tú y haria lo que fuera por ellos—Lucrecia asintió y escuchó el plan del hombre más poderoso de su barrio.
—Vas a seguirla y cuando se presente el momento me llamarás desde este teléfono te doy 15 días—dijo dándose la vuelta.
—Juan espera, necesito mi medicina para estos días, más si voy a tener que seguirla, además no tengo ni un peso para moverme—expreso con nerviosismo, pero sabiendo que si eso no podía hacer nada.
—Bueno, te mandaré a uno de mis hombres con algo para estos días, además que algunos clientes para que tengas dinero, espero que esto te dé para comprar jabón y una cuchilla, necesitas limpiarte un poco la cueva o no podrán usarla—le lanzo algunos billetes y se marchó.
Lucrecia sonrió tomando los billetes y fue a comprar lo que le dijo, además de algunas cervezas, se emocionó, pues tendría dinero y además lo más probable era que recibiera algo más si lograba llevarse los dos niños.
No estaba en sus cabales, eso era claro y si alguien que la conoció antes de los 18 la viera jamás la reconocería, pues no era ni la sombra de lo que fue de adolescente.
No solamente se había vuelto egoísta, dependiente y prostituta, sino que también ambiciosa, cruel y desalmada.
Lucrecia no era asi cuando era adolescente, sino que era inteligente, hermosa y buena muchacha; sus padres estaban orgullosos y se veía futuro con las buenas calificaciones y aspiraciones que, tenía, sin embargo, se metió en el grupo equivocado y además de hacerse adicta a sustancias comenzó a acostarse con cada hombre que se le presentaba la oportunidad, algunos por dinero y otros por diversión.
Cuando conoció al padre de Candela ninguno estaba en su mejor momento, él era bisexual y solo le interesaba disfrutar su sexualidad mientras ella tenía graves problemas con las sustancias.
Según pasaron los años se volvió tan dependiente de las drogas y el alcohol que perdió no solo las personas a su alrededor, sino que su misma identidad.
Maltrataba a sus hijos, les golpeaba y los tenía pasando penurias, no le importaba nada más que sus drogas, hombres y la botella de cerveza o ron.
Sus padres la repudiaron y se cambió de ciudad, supuestamente a empezar de nuevo, pero seguía siendo la misma, un cascarón vacío que solamente dañaba a todos los que la rodeaban.
…
Luego de varios días vigilando a sus hijos, al fin logro su cometido cuando se llevó a Dani, sin embargo, Gaia era más astuta y no se acercó a la extraña con caramelos gratis.
—Al fin lo tengo— expreso y le marco a Juan, las cosas se le complicaron y cuando aquel extranjero defendió al mocoso prefirió escapar que verse involucrada con la policía.
Con miedo decidió que lo mejor era irse y marcarle a Juan para explicarle como salieron las cosas y rogar por su vida.
Llamada entre Lucrecia y Juan.
—Un extranjero se dio cuenta por qué el maldito mocoso no me conoce y comenzó a gritar, me aleje por...
—Eres una buena para nada, ya le dije a Candela que yo lo tenía …
—Pues dile que regrese y le devolverás el niño, convéncela al menos por unos días, no sé.
Fin de la llamada.
Con miedo Lucrecia fue a su casa y saco lo poco que tenía quizas un cambio de aires sería lo mejor para ella, penso mientras se dirigía a la parada de autobuses.
…
A todos les pareció extraño que tanto fuego como el sexi extranjero no sé presentaran a trabajar ese fin de semana, aunque la realidad era otra muy diferente, pues mientras Candela lloraba, ya que Juan le había dicho por mensaje que tenía a su hijo y a menos que no volviera a su club jamás lo vería de nuevo Nasir estaba consolando al pequeño Daniel que debes en cuando lloraba por su mami que no aparecía y tampoco parecía que nadie anduviera buscando al niño.