La apuesta del corazón

Capítulo 7

El sonido del avión despegando desde la pista rompió el silencio incómodo entre los recién casados, sentados en primera clase, a punto de iniciar lo que debía ser su luna de miel. Valeria, con los brazos cruzados y la mirada fija en la ventanilla, intentaba mantener la calma ante la situación surrealista en la que se encontraba. A su lado, Miguel jugueteaba distraídamente con el cinturón de seguridad, sin atreverse a mirarla.

—Esto es una locura, ¿verdad? —dijo él para romper el silencio con un tono irónico.

La chica giró lentamente la cabeza hacia él, con una media sonrisa de resignación.

—Luna de miel… con alguien que ni siquiera quiere estar casado. No creo que sea lo más loco que nos ha pasado esta semana.

Ambos intercambiaron miradas y, aunque no dijeron nada más, la tensión era palpable. Lo que debería haber sido un viaje lleno de romance y pasión era, en realidad, un acuerdo incómodo que ambos querían sabotear. Y sin embargo, en medio de la incomodidad, había una chispa entre ellos que, aunque apenas perceptible, empezaba a crecer.

El destino elegido por sus familias para la luna de miel había sido un lujoso resort en la Riviera Maya, un lugar paradisíaco donde las parejas solían celebrar su amor bajo el sol tropical, con vistas al océano y todo el lujo imaginable. Sin embargo, para Valeria y Miguel, aquello era más una prisión dorada que un destino de ensueño.

—No voy a dejar que este viaje sea lo que ellos esperan —dijo ella en cuanto llegaron a su suite, dejando caer sus maletas en el suelo con determinación.

—¿Tienes algún plan? —preguntó él esbozando una sonrisa ladina mientras se acomodaba en el enorme sofá de la sala de estar.

La muchacha, con una mirada desafiante, comenzó a idear formas de sabotear la luna de miel. La primera idea fue clara: debían mantenerse alejados de cualquier actividad romántica que el resort ofreciera. No habría cenas bajo la luz de las velas, ni paseos en la playa al atardecer, ni mucho menos mensajes en pareja. Él, que no tenía intención de oponerse a ese plan, aceptó con gusto.

Al día siguiente, en lugar de un desayuno romántico en la terraza de su suite, Valeria pidió la comida más picante que pudo encontrar en el menú, sabiendo que Miguel detestaba el picante. Él, sin embargo, le devolvió la broma ordenando un gigantesco plato de mariscos, sabiendo que ella odiaba el olor. El desayuno terminó siendo una escena caótica, con ambos evitando a toda costa disfrutar de la comida y lanzando miradas de desafío.

La guerra de sabotajes continuó durante todo el día. Cuando llegó el momento de participar en actividades típicas de luna de miel, ambos se negaron rotundamente a seguir las sugerencias del personal del resort. En lugar de una excursión en barco por el mar Caribe, decidieron apuntarse a una clase de surf, sabiendo que ninguno de los dos tenía experiencia. La idea era que, con suerte, el desastre físico y las caídas continuas acabarían arruinando cualquier intento de acercamiento.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —preguntó ella, observando el mar con una sonrisa irónica mientras sostenía una tabla de surf.

—¿Tienes miedo de perder contra mí? —respondió él con una ceja levantada en un claro desafío.

Sin embargo, lo que comenzó como una táctica para evitar la cercanía, se convirtió, poco a poco, en algo diferente. Las constantes caídas, los tropiezos torpes sobre las tablas y las risas inevitables que seguían a cada desastre, crearon una atmósfera inesperada. Por primera vez, desde que habían sido forzados a casarse, se divertían juntos.

—¿Sabes qué? Eres mejor en esto de lo que esperaba —confesó él mientras jadeaba después de haber sido derribado por una ola especialmente fuerte.

Valeria, aún muerta de risa, sacudió la cabeza y lo miró de reojo.

—No te emociones, solo soy buena en evitar ahogarme.

Aquella tarde, aunque ninguno de los dos quería admitirlo, la química entre ellos empezaba a florecer. Cada broma y cada desafío alimentaba una conexión que, aunque débil, crecía a pesar de ellos mismos.

Aunque la luna de miel seguía su curso en medio de sabotajes y torpezas, los pensamientos de la chica volvían constantemente a Mateo, el chico que habían irrumpido en su vida con una confesión que la había dejado atónita. A medida que Valeria y Miguel pasaban más tiempo juntos, las palabras de Mateo resonaban en su mente. Él la valoraba, la respetaba y quería estar a su lado de manera genuina, algo que Miguel, hasta ahora, no había mostrado.

Mateo había sido un apoyo incondicional para ella y, aunque Miguel había comenzado a mostrar atisbos de interés, la confusión en el corazón de la chica aumentaba. Las atenciones constantes de Mateo la hacían sentir querida y no podía evitar pensar en lo que podría haber sido si su vida hubiera tomado otro camino.

Por otro lado, Miguel comenzaba a notar cambios en su propio comportamiento. Aunque él se había resistido desde el principio a todo este matrimonio, ahora que estaba forzado a pasar tiempo con Valeria, algo había cambiado en él. Verla reírse, a pesar de las situaciones incómodas en las que se encontraban, le hacía sentir una extraña calidez que no podía ignorar.

Sin embargo, lo que realmente comenzó a perturbar al chico fue el hecho de que ella parecía estar pensando constantemente en otra persona: Mateo. Cada vez que ella mencionaba su nombre, aunque fuera en conversaciones casuales, una chispa de celos se encendía en su interior. Mateo seguía cortejándola, mostrándose atento y afectuoso en cada mensaje y llamada que le enviaba.




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