La apuesta del corazón

Bonus: ¿Y si...?

Valeria y Miguel firmaron los documentos del divorcio sin drama ni grandes emociones. Después de casi un año de tensiones, corazones divididos y decisiones difíciles, la chica decidió apostar por su felicidad, y eso significaba dejar atrás el matrimonio que nunca llegó a florecer como ella había esperado.

Mateo había estado a su lado en todo momento. Con él, la muchacha había encontrado lo que siempre había deseado: apoyo incondicional, amor genuino y una profunda amistad que con el tiempo se había transformado en algo más. A diferencia de su relación con Miguel, con Mateo no había dudas ni conflictos internos. Las cosas con él eran sencillas, honestas y, por primera vez en mucho tiempo, ella se sentía en paz consigo misma y con su vida.

Dos años después.

La vida con Mateo era todo lo que Valeria había esperado y más. Después de tantos conflictos emocionales, había encontrado en él un compañero con quien podía ser ella misma. Juntos, compartían la misma pasión por la escritura, algo que los había unido. Su colaboración en la novela de ella había sido el catalizador de una relación más profunda, una relación que ahora florecía en amor.

Habían alquilado un apartamento juntos en el centro de la ciudad, un espacio lleno de luz y tranquilidad donde ambos podían trabajar y disfrutar de la vida cotidiana sin las presiones externas que tanto los habían afectado antes. Valeria había conseguido publicar su segunda novela, esta vez con Mateo a su lado como su editor y mayor seguidor. Juntos celebraron cada logro, cada pequeño avance que los acercaba más a sus sueños compartidos.

Mateo, por su parte, estaba feliz de que su chica hubiera decidido darle una oportunidad a su relación. Había esperado pacientemente durante tanto tiempo, siempre respetando sus decisiones y su espacio, pero sabiendo en el fondo que su amor por ella era genuino y que tarde o temprano, ella lo vería. Ahora, eran inseparables.

Un día, mientras Mateo y Valeria disfrutaban de un café en su apartamento, una conversación casual los llevó a hablar sobre su vida anterior. La chica mencionó a su exmarido de forma natural, sin resentimientos ni emociones profundas. Era solo una parte de su pasado, una etapa que había cerrado.

—¿Alguna vez te arrepientes de haberte divorciado? —le preguntó el chico con curiosidad.

Ella lo miró con una sonrisa tranquila y negó con la cabeza.

—No. Miguel y yo nunca fuimos compatibles de verdad. Al principio, pensé que podría funcionar, que tal vez con el tiempo las cosas cambiarían, pero siempre supe en el fondo que no éramos el uno para el otro —tomó la mano de su novio sobre la mesa—. Tú eres lo que siempre he querido, lo que necesitaba. Contigo todo es diferente. No hay dudas ni silencios incómodos. Estamos en sintonía.

Él sonrió, satisfecho con su respuesta, aunque su mirada se mantuvo pensativa.

—A veces pienso que tal vez Miguel no se dio cuenta de lo que tenía hasta que fue demasiado tarde.

Ella se encogió de hombros y contestó:

—Tal vez. Pero eso ya no importa. Ambos tomamos nuestras decisiones y estoy donde quiero estar.

Los dos se miraron durante un largo momento, compartiendo una de esas silenciosas conexiones que solo las parejas verdaderamente compatibles pueden tener. Para Valeria, no había dudas ni remordimientos. Mateo había sido siempre la elección correcta, incluso cuando ella no lo había visto al principio.

Mientras los días se convertían en meses y los meses en años, Valeria y Mateo continuaron construyendo su vida juntos.

El día que descubrieron que estaban esperando su primer hijo fue un momento de pura felicidad. La chica miró a su ahora marido con los ojos llenos de lágrimas de alegría y supo que había tomado la decisión correcta.




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