La asistente del Ceo

Capítulo 1: Algo raro en el ambiente

Bajé del taxi y corrí hacia dentro del edificio, había mucha gente esperando para usar los ascensores, mi impaciencia creció aún más. Justo mi primera reunión de directorio e iba a llegar tarde, no podía llegar tarde.

Mordía mis labios y caminaba de un lugar a otro apretando el bolso contra mi cuerpo. Sentía que en cualquier momento me iba a desvanecer. Me costaba respirar como si estuviera en las fosas de las Marianas, aunque allí habría explotado por la presión, ni soñar con respirar, así me sentía.

Las puertas del ascensor se abrieron y como pude corrí entre la gente sin mucha vergüenza, di codazos y pisotones recordando mi vida de futbolista en la preparatoria y en la universidad, logré llegar a la meta, respiré aliviada, algunos me miraron mal, pero yo solo quería cruzar las puertas de AZ Corporation.

Meta lograda: piso diecinueve.

Aspiré aire y lo solté con actitud triunfal, las puertas automáticas se abrieron para mi y comprobé que el personal de recepción no había llegado. Corrí hacia la sala de juntas, debía pasar por la oficina del CEO para llegar hasta allí así que, recé mentalmente para que el señor Brito no hubiese llegado aún, cruce la puerta después de tocarla y feliz comprobé que no había llegado, abrí la cortinas que revelaban la vista de la ciudad.

Encendí las luces y las pantallas de OLED de la sala, unos aparatos de última generación que eran lo más novedoso en televisores. pensé que algún día cuando saliera algo más novedoso, podría comprar alguna y llevarla a casa.

Repasé con un paño la mesa para comprobar que estuviera libre de polvo. Oí a la gente que comenzaba a llegar, me apresure a servir el agua y el resto de las bebidas para que pensaran que tenía mucho tiempo allí.

—Buenos días, Rachel como siempre la primera en llegar —dijo el director Legal, Vladimir.

—Buenos días, esta es mi primera junta como asistente del señor Brito, así que debía estar más temprano que todos los días.

—¡Felicidades! me habría encantado tenerte en mi equipo.

Sonreí con cortesía.

—Me habría encantado, pero Lucia iba a resentir que la despidiera para contratarme a mí.

Se carcajeó.

—Habría valido la pena, tendría mejor vista.

Desvié la mirada y seguí ordenando las cosas para la reunión. Él no apartó su mirada de mí hasta que salí de la sala; cuando crucé la puerta me encontré de frente con el rostro somnoliento del señor Brito.

—Hola, Rachel, ¿llegaron todos?

—Buenos días, señor Jorge. No, solo el señor Vladimir ha llegado.

Negó y alzó los brazos en señal de frustración.

—Voy a ir adelantando, hablaré con él. Recibe, por favor, a los demás afuera. Manténlos entretenidos un momento.

—¿Pasa algo?

—Todo está bien, niña —dijo apoyándose con dificultad en mi brazo y siguió hacia la sala, cerró la puerta y oí claramente cuando pasó el seguro.

Esperaba que todo estuviera bien. Pasaron cuatro años para que me ascendieran, y brinqué como loca cuando me ofrecieron ser la asistente del señor Brito hacía un mes, la diferencia en la paga era importante al igual que los beneficios que recibía. Cuidaba mi trabajo como un tesoro, pero desde que me dieron ese puesto, era la más responsable del mundo.

Poco a poco vi como fue entrando: Gustavo el director de personal, Andreína la directora financiera, Lucrecia la directora de mercadeo, Matt el director de Innovación, Arturo el director de operaciones, detrás de él llegó Manuel el asesor de medios y comunicación, lo cual me pareció curioso, él solo aparecía cuando había algún anuncio importante que hacer a la prensa.

—¿Podemos pasar, Rachelita? —preguntó Arturo.

Negué.

—Lo siento, el señor Brito está conversando a solas con el señor Vladimir y me pidió que los hiciera esperar acá afuera.

Afirmó con la cabeza y se acercó a Andreína, le murmuró algo y ella suspiró con dramatismo. El ambiente estaba enrarecido, esas cosas me ponían nerviosa, no me gustaba entrometerme donde no me llamaban, pero siempre temía por la estabilidad de mi puesto y de la compañía.

—¿Cómo vas en la universidad, Rachel?, querida —preguntó Lucrecia. Me sacó de mi pensamiento pesimista. Le sonreí.

—Este año me gradúo finalmente.

—Excelente, felicidades.

—No les he ofrecido nada, qué vergüenza: hay té, café, en una hora llegará el personal de catering para servirles desayuno.

Se abrió la puerta detrás de mí, me giré y Vladimir me hizo señas con la mano para que me acercara, avancé hacia él, se inclinó con misterio sobre mi oído.

—Dile a Matt que venga, y en cinco minutos que pasen los demás.

—Perfecto, voy a recibir entonces a la gente del catering en esos cinco minutos —dije, él afirmó y esperó con halo misterioso recostado del marco.




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