Logré calmarme y regresé a la oficina escuchando mis dientes tirititando de frío, ya todos habían comido, estaban echados en el amplio el sofá de terciopelo beige de la oficina del señor Brito, con expresiones aburridas, todos estaban en silencio mirando hacia el piso o la nada. Oí sin querer que el nuevo dueño querría un equipo gerencial y directivo completamente nuevo por lo que todos estaban temiendo por su empleo, yo no era gerente ni directiva, aún así estaba aterrada.
Era un buen empleo, ya el señor Gustavo me había asegurado que haría las prácticas de mi carrera allí con ellos y que quizás me darían un puesto en un departamento administrativo haciendo algo relacionado a mi profesión.
Me gustaba trabajar allí, había buen ambiente laboral, excelentes beneficios, había oportunidad de crecimiento profesional para mi, el trato de los jefes era amable y considerado, no era un empleo que quisiera dejar. No por mi voluntad.
Bruno era el dueño y él era alguien a quien detestaba, odiaba a Bruno Ducati con todo mi ser, era la razón por la que no me confesaba los domingos en la iglesia, quería odiarlo, no lo quería perdonar, hacía muchos años que había decidido que ese sentimiento por él me acompañaría la vida entera.
Por supuesto tampoco quería que mi hija conociera a ese ser nunca en su vida, jamás conocería como fue concebida, esa humillación no la viviría de nuevo recordándola. No quería ese recuerdo para mi adorada hija. No dejaría el empleo, si me despiden, otra cosa sería, pensé, no tendría opción más que aceptarlo.
El señor Brito me llamó a su oficina, corrí hacia allí ansiosa por saber algo más sobre la adquisición que me diera pistas sobre mi posible futuro en la compañía.
—Niña, siéntate, lamento que te enteres así.
—Descuide, no me tenía que advertir, solo hacía mi trabajo.
Sonrió mostrando sus blancos dientes que parecían dientes de tiburón, limados y débiles.
—Eres buena, ojalá te conserven, creo que lo harán, irán por los jefes, el resto del personal no será tocado, o eso dijeron. Ahora, te advierto que si te les pones difícil al CEO, o al accionista, te correrán.
—¿Cómo fue que se hicieron con la compañía?
—Las acciones están a la venta, fueron comprando muchas hasta que, bueno, sabes bien como funciona, ya vas a ser una economista.
Sonreí ante su comentario halagador.
—Sí, lo sé, me refiero a ¿Cuál puede ser su interés en esta compañía?
—Sabes que desarrollamos un programa con inteligencia artificial que podía ser competencia del suyo. Ese muchacho Ducati no es bueno, es muy ambicioso, dice que quiere cambiar al mundo para mejor, pero hace cosas que demuestran que quiere lo contrario.
—Sí, he oído que es una persona horrible, muy mala. Ojalá no pise nunca por aquí.
Se encogió de hombros.
—Lo siento, niña, no solo vendrá, será tu jefe directo.
Mi pulso se aceleró, y un hormigueo me recorrió el cuello y la nuca, mantuve mi mirada quieta sobre él, no podía ni pestañear, pinché mi nariz y me reacomode en la silla, la opresión de mi pecho quería subirse a mi garganta, tuve que controlar el temblor de mi cuerpo.
—Señor Brito ¿Cómo es que va a ser mi jefe directo? Él tiene decenas de compañías, es uno de los hombres más ricos e importantes del país, ¿Qué va hacer metido aquí?
—Se va a meter aquí porque quiere destruir nuestro programa Beta, quiere estar aquí para asegurarse de que no nos llevemos nada de información, de que no lo destruyamos o copiemos, es tan malvado.
—Es un desgraciado, ¿cómo es tan mala persona? Quiere acabar con algo que no creo él, algo que podía ser bueno para el sector salud, no puedo creer su nivel de maldad —me desahogue con los labios temblorosos.
—Sí, es capaz de privar a la humanidad de un invento que puede salvarle la vida a muchas personas con tal de sacar él al mercado su producto diabólico que ayude a la élite a controlar las masas.
—No resistiré trabajar para él —confesé mirando al señor Brito, mantuve mi barbilla baja. Claro que no decía la verdadera razón: lo odiaba por humillarme.
—Ya estoy mayor, pero los muchachos ya dijeron que el primero que consiga empleo fuera de aquí, te lleva con él, eres muy buena, Rachel.
—Gracias, pero no quiero dejar este empleo, me gusta mucho, es muy bueno, soy muy buena en esto. Le dan regalos de navidad y por cumpleaños a mi hija, se ocupan de ella en las vacaciones, le pagan su seguro, sus útiles escolares, pagan buen sueldo, no quiero dejar este empleo —confesé conteniendo un grito en mi garganta.
—Lo sé, niña. Si no quieres dejar este empleo, deberás soportarlo unos meses, esperemos que decida irse en lo que cumpla su cometido: destruir Beta. A ustedes no los tocará, correrá a los jefes, ya les dije.
—Supongo que no hay nada que hacer.
—Soporta un poco, pondrá a alguien a cargo y se irá a destruir otras compañías con su plan maquiavélico, no durará mucho aquí.