La asistente del Ceo

Capítulo 7: Coincidencias

Bruno.

Al menos el auditorio se mostró más amable que los gerentes y directores, nombrar a la asistente de Brito fue un buen truco, los ánimos mejoraron a partir de ese momento, como sospeché les daría calma. Mentalmente agradecí que ese nombre no pudiera olvidarlo e improvisé con él arriba del escenario.

—¿Así que te vas a quedar con la chica? —preguntó León.

—Si eso va a calmar los ánimos, lo tomo.

Me giré a ver a uno de mis asistentes e hice señas con la mano de forma disimulada, se acercó sin prisas, estaba acostumbrado a que la prensa tomara cada uno de mis movimientos y los analizara, en el lugar había celulares grabando y debía de tomar previsiones.

—Señor —dijo Andy.

—Averigua todo sobre la asistente de Brito, quiero su resumen curricular lo más rápido que puedas conseguirlo sin sacarlo de aquí.

—En ello.

Al verla sin tapabocas no me resultó familiar, era solo su mirada la que me parecía haber visto antes, cuando la vi en el auditorio sin tapabocas, pensé que era perfecto para ver si obtenía algo, sin embargo, nada.

Se acercó el asesor legal.

—Ya tengo preparado el resumen de lo que dejó, entiendo que harán su propia valoración, pero prefiero dejar todo por sentado y hacerlo cara a cara.

—No hay problema, podemos reunirnos en la tarde ¿A las dos te parece?

—¿Hoy?

—Sí ¿Algún problema?

—¿Se va a instalar hoy mismo?

—No, por hoy voy a revisar algunas cosas y me iré mucho más tarde, daré tiempo a que desocupen la oficina, entre hoy y mañana pueden hacerlo.

Hizo un gesto con la boca como si hubiese estado a punto de decirme algo y al último minuto se hubiese arrepentido.

—Hay un plazo, parece abrupto.

—No, esta es la fecha, el día de hoy está de regalo, yo debía asumir funciones de una vez, he sido considerado.

Asintió y me dedicó una sonrisa de labios apretados, se apartó con gesto incómodo. Parecía un buen tipo, demasiado para mi gusto, como mi asesor legal quería a León, que eran un león con las leyes.

—Gente tan sensiblera y cursi —soltó León cuando íbamos en los ascensores hacia la oficina de Brito, que ocuparía de una vez, el señor ya estaba muy mayor y recomendé que lo sacaran de la compañía temprano para evitar actos sentimentalistas.

Se acercó Gustavo cuando salimos del ascensor, alzó una mano y me detuve, miré a León quien le seguía dedicando una mirada intimidante al hombre.

—Señor Ducati, disculpe que opine, pero me parece que hacer que el señor Brito salga por la puerta de atrás como un delincuente es innecesario y cruel, humillante,

—No pretendo humillarlo, está es mi compañía, soy el CEO, tomo las decisiones y él ya no va a hacer nada aquí.

—Despedirse.

—Puede publicar una carta en redes sociales despidiéndose, o en la prensa, no me importa.

Asintió y se fue como el abogado Vladimir, sin refutar mis palabras. Solté un suspiro cansado y entré a la amplia oficina, tenía una vista patética y la inconveniencia de la sala de conferencias dentro de esa oficina, pensaba en que tendría que modificarlo cuando me llegó una notificación de un correo de Andy, era el currículum de la asistente del viejo, y por unos meses la mía, al menos mientras calmaba los ánimos.

Mi corazón comenzó a latir con rapidez cuando leí su nombre completo: Rachel Isabel Maddox Salas. Contuve el aliento y busqué con mis ojos rápidamente el año de graduación mientras el teléfono temblaba en mis manos, busqué las escuelas dónde estudió, una dirección, pero no mencionaba a la San Jorge y no parecía oriunda de la ciudad.

Me levanté de forma instintiva a ver si había llegado ya, estaba en su puesto con Vladimir quien la consolaba porque lloraba, llevaba el tapabocas puesto. Me acerqué.

—Quítate el tapabocas —ordené firme. Ella se incorporó y me miró a los ojos.

—¿Disculpe?

—Que te quites el tapaboca ya, no vas a seguir ordenando ningunos archivos, no los necesitas. No tienes que usarlo.

Vladimir intentó decir algo, lo miré con intensidad a los ojos y dio dos pasos hacia atrás. Ella se quitó el tapabocas y se limpió las lágrimas que le recorrían el rostro.

Repasé su cara.

Era de piel blanca como ella, el cabello lo tenía menos claro, el color de los ojos era igual, pero analicé todo rápidamente y no podía ser ella, la mujer frente a mí tenía rasgos más finos, era delgada, con curvas y pechos llenos, pero no gordita, ni rellenita, alta como era ella, sí, sin embargo, era una mujer diferente.

Respiré aliviado.

—¿Por qué lloras?

—Me parece una crueldad que no pudiéramos despedirnos del señor Brito.

Tampoco su voz se oía igual, así como la seguridad y confianza que proyectaba.




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