¿Y cómo siguieron las cosas? Por suerte, de maravilla. Claro que hubo un par de momentos desagradables, cuando Oleg volvió a dar señales de vida.
Tenía la esperanza de que, al final, dejaría a Pasha y me iría con él. Qué ingenuo…
Pero luego comprendió que sus esfuerzos eran en vano. Además, mi padre les pagó la desorbitada indemnización que exigían.
Cuando vi las cifras, los ojos casi se me salieron de las órbitas. La cantidad de ceros era aterradora.
—Papá, espero que no sea todo el dinero que teníais —le pregunté.
—No, no es todo. No te preocupes por eso. Ganaremos más. Lo principal es que no estés enfadada con nosotros.
—No estoy enfadada, está todo bien.
Dejé ir el resentimiento hacia mis padres, aunque durante las primeras semanas la verdad me tuvo un poco conmocionada. Pero luego me di cuenta de que, si no hubiera sido por todo esto, nunca habría conocido a mi amor verdadero, al que tanto rechacé al principio. Es hasta gracioso recordarlo. Sin embargo, todos estos acontecimientos me han cambiado, y para mejor.
Amo sin límites a mi tres «P» y estoy feliz de casarme con él, y también de que pronto vayamos a tener un bebé. Claro que estoy un poco descontenta de que Pasha me «robara» el derecho a elegir el nombre, pero cuando nos decidamos a tener otro milagro, ¡la elección será mía sin ninguna duda!
Aunque quizá me estoy adelantando a los acontecimientos. Hay que disfrutar de cada momento de la vida, porque pasa muy deprisa…