La bruja y el fantasma.

1: Alana se va a mudar.

―Alana, no te muevas ―me susurró mi padre―. Pase lo que pase, no te muevas.

Nos encontramos en el bosque de Verona, habíamos salido a buscar flores de luna para que mi mamá preparara su té especial, sin embargo, nunca pensé que nos íbamos a poner en peligro solo por tener el placer de tomar té. Se trata de personas que provienen de Kaián, armadas, no parecían tener el propósito de cazar un simple ciervo, parece tener otros planes en mente.

Abracé mi bolso lleno de flores de luna, los pétalos blancos y esponjosos lo hacen sentir como una almohada.

Nuestro pueblo está oculto de las personas de Kaián que tienen planeado en cazarnos. Nuestros perseguidores llevan muchas cruces en su cuerpo, incluso en sus armas; qué casualidad, yo llevo una cruz con una esmeralda incrustada que me regaló mi abuela. No es la primera vez que me encuentro con personas de Kaián, pocas veces me encontraba algunas en el gran mercado, las que me encontré no son hostiles con nosotros a diferencia de los que nos persiguen ahora.

―Papá, se están acercando ―bisbiseé con cierto temblar en mi voz.

A pesar que nos ocultamos en un campo de protección, el cual, nos garantiza nuestra seguridad, aunque no me siento segura, los de Kaián no son tan tontos.

―¿Por dónde se metieron? ―interrogó uno de ellos.

―Maldita sea, los perdimos.

«¿Maldice con cruces puestas? Pensé que es un símbolo sagrado para ellos» observé un poco divertida, luego ese ánimo se esfumó cuando vi a uno de los hombres acercándose al campo de protección, sus brazos llenos de tatuajes, su cabello corto, barba de leñador y parecía tener unos treinta años o más. Mi corazón se acelera y el ritmo de mi respiración se vuelve errático.

―Creo que se fueron por allá ―señaló uno a una dirección contraria a nuestra ubicación―. Escuché algo por allí.

Los demás le apoyaron, pero no quitaba al hombre que se seguía acercando a nuestro campo, si llega a pasarlo, nos va a ver. Agarré la cruz de mi cuello y empecé a rezar en silencio, implorando a que se vayan.

―Fred, vamos, no te quedes ahí parado. ¡Fred! ―insistió en llamarlo, hasta que volteó a mirarlo―. Pareces atontado, Graham encontró una ruta hacia el valle, tal vez ahí se encuentran las brujas haciendo su ritual.

«¿Ritual?, ¿qué ritual?, ¿qué es lo que se inventaron los Kaián esta vez?», ya es el colmo que nos acusen de matar bebés y animales, ellos dicen que usamos los espíritus de esos seres vivos para hacer magia, algo que está muy lejos de la realidad. Hemos ganado muy mala fama por culpa de los Kaián que estaban tan desesperados por hacer magia a igual que nosotros que empezaron a matar niños y animales de granja.

Respiré tranquila al ver que ellos se alejan.

―Alana, ya se fueron, es hora de irnos también ―susurró mi padre―. Haré que el campo de protección dure un minuto.

Solo es posible avanzar con el campo de protección si nosotros mantenemos la misma distancia, así que cada paso es fundamental. Desde pequeña me enseñaron a coordinar mis pasos con los de otra persona, pero en esta situación hace que un frío me recorra el cuerpo.

Asentí y empezamos a movernos con dirección al pueblo, aún falta varios minutos para llegar, nuestros pasos tienen que ser discretos, pero hacernos silenciosos provoca que mi papá gaste más energía, ya de por sí la barrera de protección es muy cansina para él y mucho más cuando está en movimiento.

―Ya no los escucho ―dije con alivio, mis rezos no fueron en vano.

―No te confíes, Alana, no deben haber ido muy lejos, tenemos que aprovechar el tiempo que nos otorga el campo de protección.

No dejamos de caminar, tuve que imitar los pasos alargados de mi padre para poder estar a la misma distancia. Respiré hondo.

―¿Crees que las brujas falsas tienen algo que ver? ―le pregunté.

Las brujas falsas son personas comunes que se hacen pasar por brujas o mangos, cometiendo actos atroces y estafando personas.

―Esas brujas falsas siempre tienen algo que ver ―me contestó―. No hables más, los escucho.

Mierda, ¿no tienen nada mejor que hacer? Tengo que pasar mi vida escondiéndome de personas como estas. Creemos en el mismo Dios que ellos, solo que nuestra forma de adorarlo es diferente, nosotros creemos que Dios nos otorgó la magia como un medio para hacer el bien a personas que han sido maldecidas, así que muchas brujas y magos solían ir a Kaián para ayudar a las personas indefensas de las artes oscuras.

Hay pocas personas que realizan artes oscuras, pero los que hay, los llamamos Eldes, han dicho que han maldecido a muchas personas, incluso varios miembros de mi comunidad están seguros de que un Elde tiene algo que ver con el repudio de las personas de Kaián hacia nosotros, que fuimos enviados al mundo para ayudar a otros.

Aceleramos el paso, intentando no pisar algo que pueda hacer ruido alguno.

―Alana, agarra esa fruta de cristal ―murmuró.

Qué suerte que nos topáramos con un árbol de fruta de cristal, las personas que no pueden hacer magia no tienen la capacidad de ver la fruta de cristal, es como una manzana transparente, a través de ella se pueden ver sus pequeñas semillas de color verde. Estas frutas son buenas para aumentar nuestra energía, así que supe que mi padre planea mantener por más tiempo el campo de protección.

Nos detuvimos y me puse de puntillas para alcanzar la fruta, intenté no hacer ruido al arrancarla, luego se la di a mi papá. Él se comió la mitad y me dio la otra. La fruta de cristal es simple, casi no sabe a nada, si no fuese por el pequeño toque cítrico que libera.

Avanzamos nuevamente, me tranquilicé al no escucharlos, espero que siga así hasta nuestro camino al pueblo. Por un momento sentí que nuestro trayecto se hacía eterno, hasta que por fin entramos a la barrera del pueblo, mi papá pudo ser capaz de mantener el campo de protección hasta el final, a pesar que esto le causó un profundo cansancio.



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En el texto hay: fantasmas, romance, brujas

Editado: 24.07.2021

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