La caída de Izan

Capítulo 6: Izan

Hoy he terminado por confirmar que lo que siento por Nora no es solo una atracción frustrada.

Pensaba que su rechazo era lo que la hacía más atractiva de lo que es y no es así. Ella no solo me atrae, me gusta ella. Su forma de ser, incluso siendo tan organizada y mandona. Me parece sexy que sea mandona.

Su sobrina también me agrada. Debajo de esa máscara de gruñona desinteresada hay una niña enojada y triste que evita sentirse vulnerable atacando a las personas que intentan acercase.

Es más fácil alejar a las personas porque de esa manera no sufres cuando te dejan o las pierdes. Yo lo sé.

A pesar de tener la suerte de contar con dos buenos hermanos que me apoyan siempre, una madre muy atenta, un sobrino encantador y una cuñada a la que quiero como a una hermana, ellos tienen sus vidas y nunca tuve amigos de verdad.

La primera chica que me gustó me rompió el corazón tras descubrir que estaba enamorada de mi hermano mayor Drago. Mi primera novia me fue infiel con el que era mi mejor amigo. Desde ahí decidí que lo mejor era guardar distancia con todos. No quería amigos falsos y tampoco mujeres interesadas e infieles.

Todo iba bien hasta que viajar tanto terminó por convertirse en algo aburrido y solitario. Y Nora se cruzó en mi camino despertando sentimientos que no creía que no volverían a aparecer.

Todavía es muy confuso lo que siento, no obstante, sé que quiero estar con ella y no que sea algo pasajero, ahora solo debo demostrarle a ella que puedo ser el hombre que quiere. Puedo ser responsable, dedicado, fiel y quedarme en un mismo lugar.

Abriré mi empresa con el apoyo de Silver, dejaré de mi departamento de soltero, me compraré una casa, utilizaré más el vehículo y menos la motocicleta y pondré en pausa los viajes.

Necesito probarles a mis hermanos que puedo responsable y anhelo que Nora vea en mí algo más que el hermano playboy y bromista de su jefe.

La película del hada de nombre raro termina. No tengo idea de que fue porque apenas presté atención y me dormí en un momento. Mientras Erin la haya disfrutado y yo lograra ganar puntos con ella y con su tía, estoy tranquilo.

—¿Y, ya me aman? —cuestiono apagando la pantalla y encendiendo las luces.

—No puedo creer que tu madre tenga una sala de cine en la casa. —exclama Nora.

—A ella y a mi papá les gustaban mucho mirar películas juntos. Hacíamos noche de cine familiar. A papá no le gustaba ir al cine, así que construyó su propio cine en casa para poder disfrutar como tal sin tener que ir hasta allá y soportar a las personas.

—¿Y qué te pareció, Erin? —le pregunta Nora.

—Estuvo bien. —responde secamente.

—¿Solo bien? Qué pena—exclamo—. Yo te iba a invitar de nuevo, pero si solo estuvo bien, no tiene sentido invitarte de nuevo.

Erin me mira y rueda los ojos.

—Estuvo más que bien.

Sonrío.

—Con eso me alcanza.

—No creo que seas idiota.

—Gracias. ¿Escuchaste, Nora? Tu sobrina no me cree idiota.

—No, solo medio.

Nora ríe y señalo con el dedo a la pequeña piraña.

—Bueno, yo ya no creo que seas gruñona, solo medio gruñona. Así estamos a mano.

—Ya debemos irnos—exclama Nora—. Tenemos que ver lo de la escuela.

—¿Iré a la escuela? —pregunta.

—Sí, tienes seis años, debes ir. No empieces a pelear conmigo por eso, dame tregua.

—Yo quiero ir. Mamá y papá no me llevaban. La señora que me cuidaba me daba clases en su casa.

Enarco una ceja.

—¿No has ido a la escuela? —niega con la cabeza—. ¿Y quieres ir? —asiente.

—Bien, algo por lo que no debo pelear.

¿La niña no iba a la escuela? Sé que muchas personas no aprueban las escuelas y deciden darles clases en sus propias casas o contratar tutores que se ocupen. Algunos lo hacen por religión o costumbres o por tener padres que viajan mucho de un lado al otro o por ser niños actores.

—A mí mis padres me decían que debía ir sí o sí, nunca me dieron opciones.

—Los míos no estaban nunca.

—¡Hola!

La voz de mamá, quien no tarda de aparecer en la sala con una sonrisa y su nuevo bronceado de Aruba donde estuvo de vacaciones.

Vive en la playa y apenas va, pero sí disfruta las playas de otros lugares.

Me arrimo y saludo a mamá con un abrazo, me hago a un lado para que salude a Nora y conozca a la gruñona menor.

Erin repasa con la mirada a mi madre y se limita a decir nada.

—Izan nos trajo a ver una película porque aquí podíamos elegir y en el cine no.

—No me debes explicaciones, Nora querida. Esta casa es tan mía como de mis hijos. Yo no vivo más aquí, me mudé a una casa más pequeña después de la muerte de mi esposo y no quise vender esta casa, muchos recuerdos lindos. Tal vez alguno de mis hijos tenga interés en vivir aquí algún día—sonríe—. Me sorprende que haya traído a alguien. Izan nunca trajo a ninguna mujer desde la secundaria.




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