La caída de Izan

Capítulo 7: Nora

Creía que ya nada podría sorprenderme después de descubrir que mi hermana murió y me dejó a su hija, hasta que vi a la madre de Izan haciendo windsurfing con un traje de baño entero de color rojo. No era nada escandaloso, pero tenía un buen cuerpo y lucía bien.

Sobra decir que Izan se quejó mucho y le pidió a su madre que se tapara. Obviamente ella no le hizo caso.

Nadie le dice a Sophia lo que debe hacer, menos sus hijos.

Sophia camina con una sonrisa de oreja a oreja, sintiéndose orgullosa de haberlo hecho. Ojalá yo llegue tan esplendida a los sesenta años y no sea de esas mujeres que viven con dolor de cintura y de piernas.

—Vaya, esa mujer está que arde para ser mayor. —comenta un tipo.

Izan apoya la mano sobre su hombro.

—Vuelve a decir eso y te quedaras sin lengua.

—Tranquilo, amigo, fue un comentario.

—No digas nada más sobre ella.

El rubio alza las manos en señal de rendición.

—Perdón, amigo, no sabía que la tirabas.

Ahogo una carcajada y me arrimo a Izan antes de que su puño termine estampado en el rostro del surfista.

—Es mi madre. Si buscas una sugar mommy, pierdes tu tiempo.

El chico asiente, agarra su tabla de surf y se aleja.

Ya descubrí que es lo que saca de quicio a Izan, es su madre. De los tres hermanos Carter, él es el más guardián, por así decirlo, y a quien le cuesta aceptar que no es solo su madre, sino una mujer viuda, dentro de todo joven, llena de salud y de vida que merece divertirse y disfrutar a su manera.

Drago lo entiende gracias a Silver, a Aiton parece no importarle, mas Izan es otra historia.

—Eso fue tan liberador y fantástico. —exclama Sophia.

—Se vio genial, señora. —exclama Erin.

—Dime Sophia, Erin, o puedes llamarme abuela, no me importa.

—¿Mamá, te pareció lindo hacer eso vestida así?

Sophia mira su cuerpo.

—¿Así cómo? ¿Con traje de baño? Claro que sí. No iba a hacerlo con ropa.

Izan se cruza de brazos y niega con la cabeza. Yo ahogo una carcajada y comparto una mirada con mi sobrina.

—No es un traje de baño para adultos mayores y madres. Un surfista te quería hacer su sugar mommy y los tipos mirándote… No puedo lidiar con eso.

Sophia ríe quitándole importancia y acaricia la mejilla de su hijo.

—Este es un traje para una mujer mayor segura de su cuerpo, que es lo que soy yo—se coloca la bata de playa por encima—. Si lo que te preocupa es que termine manteniendo a un jovencito, no va a pasar. No podría salir con alguien que tuviera la edad de mis hijos o fuera menor. Mucho menos mantenerlo a cambio de placeres sexuales deseando que no me deje por otra.

—¿Qué son placeres sexuales? —pregunta Erin.

—Algo que las madres no deberían mencionar y los niños no tienen edad para saberlo. —responde Izan.

Yo río.

—Te lo explicaré luego. —le digo a Erin, quien ya no parece tan gruñona.

Todavía no me habla directamente. Parece entenderse mejor con Izan, pues le sigue la corriente y Sophia se ha convertido en su nueva heroína.

—Izan, relajate y ve a divertirte.

—¿Dónde está la madre que está obsesionada con casar a sus hijos?

—Se fue de vacaciones por el momento. Drago está casado y me dio un nieto maravilloso. Aiton es feliz con su escritorio y organicé un encuentro con la hija de Milly, una joven que se acaba de separar de su novio. Tú, bueno, si quieres te busco una novia, solo si prometes no hacerme quedar mal—me mira—. Nora, si logras enderezar a Izan, te agradeceré eternamente.

—No, yo… Izan y yo no…

—Ella todavía no acepta que somos buena pareja. Estoy intentando hacerla cambiar de opinión.

—Confío en ti, Izan—le guiña un ojo—. Bien, iré por algo de comer. Los veo luego. Los amo. Erin, fue un gusto.

—Igual, Sophia—Sophia se va luciendo genial mientras Izan pone los ojos en blanco—. La anciana es muy buena onda.

—A la anciana se le escapó un par de tornillos. No la reconozco.

Río.

—Izan, tu madre pasó su vida al lado de tu padre y criándolos a ustedes, aunque fue feliz y lo hizo con el amor que siente por ustedes, es joven y quiere divertirse. Sé que te preocupa, pero ella es inteligente. Confía en ella y preocupate menos.

—No sé que pasa conmigo. Yo no era así. Ahora hablo de trabajo, estoy detrás de mi madre y me siento…

—¿Responsable?

—Sí. ¿Es contagioso?

—Y se enoja porque digo que es medio idiota. —exclama Erin.

—Estoy hablando con tu tía, piraña.

Erin le saca la lengua e Izan le devuelve el gesto.




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