La caída de Izan

Capítulo 8: Izan

—Ya era hora que llegaras, Aiton.

—Ni siquiera estaba seguro de aparecerme.

Agarro dos camisas y se las enseño.

—¿Cuál de las dos te parece que debo ponerme?

Mi hermano del medio enarca una ceja y se cruza de brazos.

—¿Esa es tu emergencia?

—Sí. Omitiré contarte que mamá se paseó con un traje de baño sensual por la playa, el cual debería ser ilegal para madres con hijos mayores.

Se pasa la mano por el cabello.

—Estoy trabajando en un caso muy importante y tú me llamas diciendo que necesitas que venga a tu departamento porque es algo de vida o muerte. Mientras mamá no se pasee por la playa desnuda y genere problemas, no me importa lo que use.

—Y lo es. Normalmente, no me interesa impresionar a ninguna mujer, pero esta vez es diferente porque la mujer con quien tengo una cita casi me detesta. Bueno, en realidad le gusto y no quiere admitirlo.

—¿Tienes una cita? ¿Qué pasó con eso de: yo no tengo citas, solo salgo por ahí? 

—Nora es diferente. Todavía no sé a que punto, mas lo es.

—¿Nora Guzmán? ¿La asistente de Drago?

—La misma. Ahora, dime. ¿Me pongo una camisa de color negra para parecer serio y formal o voy con una la de color rosa demostrando que apoyo el feminismo?

Aiton hace una mueca que no logro comprender, tampoco me importa, nada más quiero que me saque de mi dilema.

Tengo mejor relación con Drago, es con quien me entiendo mejor a pesar de su personalidad un poco hosca y que me lleva cinco años. Nos hemos llevado mejor desde que aprendió a relajarse gracias a su esposa y a su hijo, y es por ellos que no quise molestarlo con mis dilemas de hoy.

Aiton también es mi hermano, dos años mayor que yo, y es a quien recurro cuando Drago no está disponible, claro que no sabe que es mi segunda opción. O lo sabe y no le importa. En todo caso, da igual.

Aiton ríe.

—No puedo creer que Nora aceptara salir contigo.

—No dijo que sí exactamente.

—¿Cómo es eso? ¿Ella sabe que tendrán una cita hoy?

—Sí, claro. Primero dijo que no, le dije que si no lo hacía le haría una serenata en la calle.

—O sea, la amenazaste para que saliera contigo.

—No, le di opciones. Drago le dijo a Silver que si no se casaba con él, le sacaría la custodia de Liam y Silver se casó con él, se enamoró y son felices. Yo no fui tan extremista, especialmente porque no tenemos hijos, pero si no salía en una cita conmigo, le haría pasar vergüenza delante de todo el barrio. A mí no me importa aparecerme frente a todos cantando como foca afónica, Nora se moriría de la vergüenza. Drago fue muy duro, yo no.

Aiton niega con la cabeza.

—No voy a meterme en esto. Ya veo que el noravirus te pegó fuerte y llevaba tiempo sin verte tomarte molestias por una mujer. Creo que desde tu exnovia de la secundaria—señala la camisa negra—. El negro es más clásico. ¿A dónde vas a llevarla?

Me quito la remera y me pongo la camisa. Menos mal que Melissa se encarga de plancharme la ropa y limpiar el departamento, sino sería un desastre.

—Nora es diferente, aunque no lo creas. No me preguntes como lo sé porque ni yo lo entiendo—acomodo el cuello de la camisa—. No tengo idea a donde la llevaré. Improvisaré.

—¿La llevarás en tu motocicleta?

Me pongo perfume.

—¿Tú dices que no?

Aiton saca algo del bolsillo y me lo extiende.

—Llévala a ese restaurante, le gustará. Por favor, utiliza el vehículo. Y llévale flores.

Me coloco los zapatos, guardo la tarjeta y me coloco los zapatos.

—¿Flores? Compré chocolates porque es fan de los chocolates. Estuve en su casa y no vi que tuviera una mísera planta.

—Supongo que eso está bien.

—Gracias, hermano.

—Si terminas preso por acoso, no me llames, no me involucraré en tus líos sin importar que seas mi hermano. Tengo una reputación que mantener.  

Agarro las llaves del vehículo que casi no utilizo, lo hago cuando llueve y tengo que hacer algún trámite o buscar a mamá o llevar a Liam.  

Bsuco la caja de chocolates, Aiton sale conmigo, nos despedimos y cada uno sube al vehículo.

¿Debería ir buscando una canción para cantar en casa de Nora? No es una mujer fácil y no le gusta que se le impongan.

Si cree que bromeo con lo de la serenata, es que no me conoce.

No temo hacer el ridículo cuando se trata de buenas causas o hacerlo por personas o cosas que valen la pena.

Miro la tarjeta que me dio Aiton y suspiro. No sé si llevarla a un restaurante elegante sea una buena idea, pues debo recordar que su sobrina está con ella y dudo que vaya a dejarla.

Estaciono el vehículo en su casa, bajo, camino con pasos firmes con los chocolates en la mano y toco el timbre. Nadie abre. Vuelvo a tocar el timbre y tampoco tengo suerte.




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