DAVID
Es ella… Joder, sí es ella. El cabello castaño ondulado, los ojos grandes de color café, labios carnosos, nariz respingada, cejas semi arqueadas. Es ella: la chica altanera del viernes pasado, la amiga de Melanie.
Admito que me sorprendió entrar a mi oficina solo para encontrarme de frente con aquel tatuaje de mariposa en su nuca, la remera de tirantes que trae deja la piel de sus hombros y brazos al descubierto. Hay algo en ella que me obliga a analizarla de pies a cabeza; jeans ajustados de color azul y botas con plataforma de color negro. Todo eso se combina para crear la imagen perfecta de una mujer altanera y decidida, tal como parece serlo ella.
—Buen día —saluda.
Su voz es suave si no grita, podría decir que hasta es agradable oírla hablar, pero estaría siendo demasiado amable. Aparte, se nota a leguas que está a punto de desmayarse.
¿También me reconociste, chica altanera?
—Buen día, señoritas.
Termino de entrar a la oficina sin dejar de mirarla, ella no baja la mirada pese a que… ¿Está pálida?
—Gerente, ella es Camila Bisbal —anuncia Avril posicionándose a la par de la aludida—: Será su secretaria durante mi ausencia.
Lo asumí desde el momento en que entré, Alicia ya me había dicho que la nueva vendría para recibir orientación y que a partir del lunes estaría ubicada como mi reemplazo de secretaria. Camino y me detengo al quedar frente a ella, la diferencia de altura se hace muy notable, le saco una cabeza y unos centímetros más. Mido un metro ochenta, ella debe rozar el metro setenta, como mucho.
—Encantado, señorita Bisbal.
Estiro mi mano en su dirección como forma de saludo. Por un momento no reacciona, se queda mirándome, luego baja la mirada hacia mi mano y aprieta los labios. Eleva su mano y la estrecha con la mía, su piel es suave, delicada, típica en una mujer.
—Es un placer —responde.
Suelto su mano a los pocos segundos, pero mantengo el contacto visual. Al menos hasta que las esquivo para caminar hacia el escritorio, me quito la chaqueta y la acomodo en el respaldo de la silla, quedo solo con la camisa y la corbata, aflojo el nudo, no me gusta sentirme asfixiado.
—Ya instruí a Camila para que cumpla sus funciones correspondientes —informa Avril—. La puse al corriente de su agenda, le expliqué sus horarios de entrada y salida, y le dejé toda la información que requiere conocer para poder distinguir a los ejecutivos de la empresa.
Asiento y me acomodo en la silla. Extrañaré la eficiencia de esta mujer.
—También le enseñé un poco del lugar para que pueda moverse por hoy, ya luego tendrá tiempo para conocer el resto de la empresa. Por lo demás, está muy bien preparada.
Asiento de nuevo y le dedico una sonrisa discreta. Ayer por la tarde le pedí explícitamente que tratara de averiguar qué tanta experiencia tiene su reemplazo, por lo que veo, cumplió perfecto con el papel de detective, aunque… Mierda, no importa qué tan capacitada esté la amiga de Melanie, ella no es Avril y las expectativas para el puesto están demasiado altas. Todavía no termino de asimilar que no podré verla en los siguientes meses, joder, estoy demasiado acostumbrado a ella, parece irreal saber que ya no será a quien vea cada que llegue a la oficina.
Avril luce su cabello sujeto en un moño perfecto, trae su respectiva camisa abotonada por completo, falda de tubo y zapatos de tacón. Como siempre, destaca por el atuendo impoluto, ni un cabello fuera de lugar ni arrugas en su ropa. Me cuesta imaginarla con el vientre abultado cargando a un bebé.
Deslizo la mirada hacia mi nueva secretaria: cabello suelto algo alborotado y pomposo, el cual roza sus hombros, quizás llegue más abajo si se peina porque en este momento luce como un león africano en su máximo esplendor. La remera de tirantes que trae es de color morado, contrasta mucho con su tez lechosa, las tiras de su brasier son negras, el jean tiene algunos detalles como roturas y las botas grandes parecen casi de tipo militar. En conclusión, no luce para nada como una secretaria, menos sin un gramo de maquillaje y los tatuajes que resaltan en su nuca.
Algo que detallo de su rostro —además de los ojos— es el pequeño lunar sobre la ceja derecha que, si bien parece natural, le otorga un aire atractivo en combinación con su mirada. No obstante, fuera de eso, no entiendo qué fue lo que le vio Alicia al momento de elegirla.
La experiencia laboral es importante, sí, pero también la apariencia. Todos hemos visto Betty La Fea alguna vez en nuestras vidas y ya sabemos cómo termina, ¿verdad?
¿Te refieres a la parte en que se enamora de su jefe, él la utiliza y le destroza el corazón provocando que se aleje, pero luego lee el diario de ella, se da cuenta de que la ama y se arrepiente de todo el daño que le hizo? ¿O cuando ella vuelve y luce más bonita que nunca? ¿O que terminan juntos y…?
Mierda, ya. Esto me pasa por acceder a ver novelas con tía Kenia durante la adolescencia, en realidad no tenía muchas opciones, ella por poco me obligaba a verlas, pero seguro las cosas serían diferentes si me hubiese resistido más.
—Perfecto. Gracias, Avril. —La aludida sonríe—. Ahora, si me lo permites, me gustaría hablar a solas con la señorita Bisbal.