La chica de los sueños locos

Capítulo 06

CAMILA

Melanie termina de explicar los motivos que la llevan a pedirme lo que acaba de decir, toma aire como si no hubiera podido respirar bien en todo ese tiempo y me mira con ojos expectantes.

—Estás loca —dictamino.

—Estoy desesperada, Cami —corrige—. Por favor, no quiero defraudar a Kenia.

—¿Por qué no se lo pides a alguien más a quien sí se lo hayas consultado con tiempo? ¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo hacer? ¡Y ni siquiera me lo comentaste!

—¡Claro que te lo dije! —alega—. ¿Recuerdas la noche en que salimos a comer y nos encontramos… a Austin? Antes de que se te subiera la locura yo te estaba comentando que ella me había contado de su idea y me pidió ayuda para encontrar a alguien.

—¿Y por qué no me preguntaste antes de decirle que sería yo? —espeto—. Por si no te das cuenta, la que tendrá que ir a una estúpida cita a ciegas no eres tú.

—¡Por favor, Camila! Es solo una cita.

—¡Con alguien que no conozco! ¿Qué me garantiza que no sea un pervertido? ¿O un enfermo sexual con planes de asesinarme?

—¡Es el sobrino de Kenia, por amor a Dios!

—¿Y? Sigo sin conocerlo.

—Cami…

—No me hagas esos ojitos de cachorro —bufo.

—Cami…

Sigue haciéndome ojitos, se finge inocente, pero yo sé que no lo es, esa mujer no tiene ni un pelo de inocente. Miren que para organizar una cita a ciegas se necesitan muchas cosas; primero, los que irán, luego; el sitio al que irán, el cual hay que reservar, y eso puede llevar tiempo dependiendo de a dónde quieras ir. Evidentemente, Melanie lo hizo con toda la intención de no dejarme más elección. Todo está pagado, la cita es hoy, de hecho, ¡hoy por la noche!

Es domingo, parte de mi apreciado fin de semana, ¿por qué una ya no puede ni leer en paz? Joder, crecer es una mierda, cuando era más joven podía desvelarme leyendo como loca y nadie me decía nada, si lo hago ahora no podré ni abrir los ojos cuando suene la alarma para ir a trabajar.

—Eres una pésima mejor amiga —espeto—, esto va a salirte caro, más te vale que te prepares cuando llegue mi turno de pedirte algo.

Pongo el marcapáginas en el libro y lo cierro antes de levantarme, la historia tendrá que esperar, luego seguiré leyendo para saber qué pasa con Jack y Jenna tras ese beso tan esperado. Melanie casi chilla de la alegría.

—¡Gracias, gracias, gracias! ¡Te amo! —Salta para abrazarme.

—Va a salirte caro —reitero.

—Eres la mejor. —Sonríe.

—Ya, suéltame. Si quiero verme como en esa estúpida foto que elegiste, tendré que ir al salón de belleza más cercano, sola no conseguiré que estas ondulaciones se alisen.

—Iremos juntas, no te preocupes, ¿puedo decirle a Kenia que nos acompañe? Estoy segura que le encantará conocerte.

—Haz lo que quieras, voy a ducharme.

Son las dos de la tarde, faltan siete horas para la estúpida cita a ciegas, que más parece una cita sorpresa, debo apurarme o no conseguiré esa apariencia. Pues, a mi querida mejor amiga, no se le ocurrió nada mejor que enseñarle a Kenia una fotografía en la que aparezco con el cabello lacio. Eso fue hace como tres años, cuando me lo planché para un evento, pero no me gusta quemar mi cabello, tuve que cortarlo luego de aquella fiesta porque lo sentía demasiado pajoso, quizás sea exageración mía, lo cierto es que prefiero ser lo más natural posible. Hoy, para mi desgracia, no lo seré.

Tras ducharme a regañadientes, ponerme lo primero que encuentro y secarme el cabello, bajo en compañía de Melanie por mi moto. Primero me peinaré y maquillaré, ya luego veré qué mierda me pongo. Por suerte hay algunos salones de belleza cerca de aquí. Lisbeth, la novia de Lorena, trabaja en uno de ellos, iremos a ese. No confiaré mi cabello a nadie más que no sea ella, adoro su delicadeza y cuidado, es la única en la que confío para estas cosas.

Llegar no nos toma más de veinte minutos, bajamos, me quito el casco luciendo mi melena de león y activo la alarma.

—Oye, Cami…

—¿Qué?

—No creo que puedas regresar en tu moto si te alisas el pelo, te despeinarías de nuevo.

—Entonces ¿qué? ¿Quieres que llame a Superman para que me lleve volando? ¡No, espera! Mejor activo mis poderes de hada mágica e invoco mis alas de color púrpura, son mis favoritas.

—Quizás Kenia podría llevarte en su coche y…

—¿Dejar mi motocicleta aquí? No, gracias. Prefiero llegar despeinada a esa ridícula cita que dejar mi moto a la deriva, perdona, Mel, pero una tiene sus prioridades.

—Yo puedo conducir de regreso, no me da problema.

—¿Y arriesgarme a que te caigas? Ni loca.

—¿Acaso no puedes ser más pesimista? Pareciera que no confías en mí.

—Claro que confío en ti, Melanie, fui yo quien te enseñó a conducir, ¿recuerdas? No dudo de mis habilidades como maestra. Pero estoy aquí y accedí a asistir a una cita a ciegas de la que no me dijiste nada hasta hoy, la que parece no respetar el acuerdo de confianza mutua no soy yo, ¿no crees?




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