La chica de los sueños locos

Capítulo 07

DAVID

Durante la cena Camila no conversa demasiado, lo que hace es concentrarse en comer. Sus mejillas mantienen un ligero color rosa que nada que ver tiene con su maquillaje.

«Ja, qué ego tan inflado», el descaro de esta mujer me causa gracia. Solo quería dejarle claro las cosas, no me involucro con mis empleados, la cita no tendrá ningún efecto en mi relación laboral con ella, solo quería recalcarlo por si hacía falta.

Sin embargo, admito que el mismo pensamiento del viernes cruzó mi mente en cuanto la vi: es guapa. El cabello lacio cae hacia sus clavículas, la mirada se le realza por el delineado, y el maquillaje destaca los puntos más atractivos de su rostro. Para rematar, el vestido delinea su silueta con delicadeza. Ahora sí que tiene una apariencia más acorde a mi ambiente, pero el hecho de que esté usando ese vestido no colabora para verla como lo que es; mi secretaria.

En este sitio, con los candelabros en forma de corazón, las velas y el ambiente de romance, se vuelve un poco más complicado ignorar el notable atractivo de la mujer que tengo frente a mí.

Aunque, pese a su apariencia, sigue siendo la misma chica altanera del restaurante. Come su cena sin interés en mí, no se preocupa por picar grano a grano como si fuese un pajarito, no, ella lleva el tenedor a su boca con una considerable cantidad de comida y saborea cada bocado con tanto placer que es imposible no quedarse viéndola.

Imagínatela teniendo un orgasmo…

¿Qué? ¡No!

Mierda, ¿por qué estoy pensando esto? Camila es mi secretaria, mi empleada, no puedo ni debo pensar en cosas como esta.

La noche que compartimos, la cena, esto solo aporta a conocernos un poco. Nuestra relación es y será meramente laboral, puede que estemos fuera de la oficina, sí, pero ella es mi secretaria y yo su jefe, no hay más, punto.

Ignoro mis malos pensamientos y también me centro en comer. Pasa un buen rato hasta que nuestros platos se vacían. Según mi reloj de muñeca, ya son las diez cuarenta de la noche. Una hora desde que vine. Y llegué tarde por culpa de Austin, luego de la borrachera que me metí ayer en su casa tuve que quedarme a dormir, y hoy limpiamos el desastre que quedó, ayudarle me consumió varias horas que podría haber utilizado para descansar. Por eso caí rendido en cuanto llegué a mi departamento, cuando desperté ya eran las nueve y algo, me duché lo más rápido que pude, me vestí y salí.

No tenía muchas ganas de venir que digamos, aunque tampoco quería decepcionar a tía Ken.

—Estuvo delicioso —dice.

No sé qué espera al tratar de mantener una conversación constante, sigue haciéndolo como si no pudiera pasar ni cinco minutos en silencio. O bueno, esa impresión me da. ¿Ya se le ha pasado el bochorno por su comentario de hace rato?

—Cualquier persona que te haya visto comer lo ha notado, créeme. —No intento ironizar, pero la frase termina teniendo un aire sarcástico que la hace sonreír algo tensa, incómoda o molesta, no estoy seguro.

—Tiendo a ser demasiado expresiva, eso me dicen al menos.

—Tienen razón, lo eres.

Demasiado para alguien como yo.

—Y tú eres demasiado inexpresivo. Mi opuesto.

—Que no sea como tú no significa que sea inexpresivo —alego.

—David, desde que te conozco, pese a que no haya pasado mucho tiempo, lo más expresivo que te vi hacer fue reírte de mí.

¿Y por qué lo dice como si hubiese sido un milagro? Me hizo gracia que no tuviese vergüenza de decir aquello, inclusive lo acompañó con una mueca irónica, aunque luego se puso roja como un tomate, esa fue la cereza del pastel que desencadenó mi carcajada.

—Eres mi secretaria, no suelo entablar relaciones cercanas con mis empleados.

—Eso ya me lo has dejado claro.

—No está de más decirlo en alto. No quiero malentendidos, eso es todo.

—¿Acaso crees que me enamoraré de ti?

No serías la primera.

—Todo es posible, las mujeres tienden a ser demasiado enamoradizas. —Me encojo de hombros y tomo la copa con agua, no sé por qué, pero ni siquiera sentí ganas de pedir vino o algo como eso.

—Quizás debería recordarte que no todas las mujeres somos iguales. —Suena casi indignada, ¿me he topado con una feminista acaso?—. A mí, en lo personal, me cuesta demasiado encontrar hombres a la altura de mis expectativas. ¿Y para enamorarme? Joder, una cita no es suficiente.

—Entonces estamos en la misma página.

—En efecto.

Una pequeña guerra de miradas empieza entre nosotros, sus ojos por poco tiran fuego, y el recuerdo de la noche en que nos presentaron por primera vez aparece de nuevo. Era más joven que ahora, habría tenido dieciséis o diecisiete años en ese entonces, pero el fuego en su mirada ya estaba allí, solo que lucía algo apagado. En este mismo momento bien podría quemarme si me acerco demasiado. Cosa que no haré, claro.

Un celular sonando nos detiene, Camila busca el aparato en el abrigo que cuelga de su silla y se lo lleva a la oreja, parece que la están llamando.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.