DAVID
—¿Escuchaste eso, rubio? Está deseando que los cerdos vuelven y las aves se arrastren.
Mi mejor amigo esboza una sonrisa tensa con la que intenta disimular sus emociones tras reencontrarse a su exnovia otra vez. Nadie en mi familia sabe sobre aquella ruptura, por eso siguen refiriéndose a Melanie como novia de Austin.
Él no alcanza a contestar, menos cuando unos pasos veloces llaman nuestra atención: lo único que alcanzo a ver luego de girar la cabeza, es la espalda de Camila y Melanie mientras salen de la casa hacia el patio trasero.
—Elian vino hoy por la tarde —comenta Yael—, seguro querrás saludarlo, ¿no, Dav?
—Claro.
Halo a Austin de la manga de su camiseta para que me siga hasta la sala, allí encuentro a los tres hombres de la familia. Simón me mira con los ojos bien abiertos y salta de su lugar para correr hacia mí, me envuelve por el cuello como si me estuviera abrazando, pero en realidad lo hace para poder susurrar:
—Si no te la tiras tú, me la voy a tirar yo por muy secretaria tuya que sea. —Se aleja sonriendo como una santa paloma, su atrevimiento me enerva la sangre.
—¿Habías extrañado a David, Tristán? —inquiere tía Kenia.
—Como no se da una idea, ma. —Y me guiña un ojo.
Hijo de…
Este asaltatumbas va a acabar muy mal si se le ocurre molestar a Camila. Joder, es mi secretaria, no puedo permitir que mi primo la corteje, ¿y si ella también es como él? ¿Si es una asaltacunas que termina convirtiéndose en mi prima? Dios me libre.
—Luego hablaremos mejor, Simón, seguro hay mucho de lo que conversar tú y yo —espeto, tan sonriente como él.
—Cuando quieras, primito.
Paso de él y saludo a Elian, mi primo mayor abandona el libro de medicina que está leyendo y se endereza para saludarme con un verdadero abrazo fraternal. A él sí que llevaba tiempo sin verlo, el sentimiento de añoranza desaparece del todo al tenerlo cerca.
—Ha pasado tiempo —comenta al alejarse.
—Bastante. Parece que tu carrera te gusta demasiado, eh, solo mírate: leyendo un libro de medicina en plena reunión familiar —bromeo.
—Ser médico exige muchas cosas, además, ya me falta poco para acabar este tomo.
Paso a mi tío luego de dedicarle una sonrisa a Elian. Tío Jeremías estrecha la mano conmigo, ese es el mayor gesto de afecto que se puede recibir de su parte. Él siempre ha sido un hombre serio, correcto, algo frío y educado, de allí saqué muchos de mis comportamientos. Mi tío supo ser más padre para mí que el verdadero.
—Me alegra verte, David —dice.
—Igualmente, tío.
Él sonríe, me hago a un lado y dejo que Austin lo salude también.
Al alejarme un par de pasos, noto que tanto tía Kenia como Yael se han desvanecido, no están en donde estaban, aunque tampoco tardo mucho en darme cuenta de lo que hacen cuando mi prima aparece por el pasillo que da al patio trasero.
Por donde Camila se llevó a Melanie.
La adolescente me indica con un gesto que me acerque, dejo a Austin con mis familiares y me acerco a ella.
—Mamá quiere hablar contigo —murmura.
—¿Dónde está?
—Ahí viene.
La puerta trasera se abre y mi tía ingresa. Sin embargo, no puedo evitar quedarme mirando hacia afuera justo donde Melanie abraza a Camila sin dejar de temblar, la aludida se mantiene firme acariciando su cabello mientras susurra algo que no alcanzo a entender, menos luego de que mi tía cierre la puerta.
—Ven —ordena al pasar a mi lado.
La sigo hacia la cocina, Yael queda en el pasillo.
—¿Por qué no me lo habías contado, David? —Oh, me ha llamado David, nada de «cariño» ni de Gastón, esto es serio.
—No era mi asunto.
—¿Cómo que no? Austin es tu mejor amigo, casi tu hermano, y Melanie ha sido muy cercana a mí desde que la conocí —espeta sin alzar la voz—. Debiste decírmelo, así nunca los hubiera vuelto a reunir. ¿Sabes cómo está ella allá afuera?
No contesto, sé que tiene razón. Tía Kenia conoce a Melanie desde que empezó a salir con Austin, hace siete años y, pensándolo bien, ni Melanie ni Camila estarían aquí si yo se lo hubiera contado a ella. Me invitó a mí y luego a Austin, era obvio que lo que tenía en mente era juntar a Melanie y Austin para que Camila y yo quedáramos «a solas».
—Lo siento, sí debí habérselo dicho antes.
Acepto la culpa y ofrezco mis disculpas. Tía Kenia suspira y se apoya contra la encimera masajeando su frente con los dedos.
—¿Hace cuánto que se separaron?
—Casi un mes. Ya no viven juntos.
Tía Ken sonríe irónica y se seca la primera lágrima que se desliza por su mejilla.
—Con razón siempre estaba en el departamento de Camila —murmura más para sí misma que para mí, pero alcanzo a oírla—. Ahora entiendo por qué Melanie lucía tan apagada últimamente. Se lo pregunté varias veces, no quiso decirme nada, jamás me esperé que fuese por algo así.