La chica de los sueños locos

Capítulo 11

DAVID

Camila sale de la sala de reuniones con la cabeza gacha, lo cual me hace fruncir el ceño, ¿qué le sucede? Incluso dejó caer la bandeja. Nahuel Mikhaylov se mantiene de pie en la puerta después de que ella pase por su lado, lo que me lleva a intervenir para que olviden la torpeza de mi secretaria.

—Agradecemos mucho que se haya tomado el tiempo para venir —comienzo a decir.

—Tome asiento, por favor —ofrece el Director Rojas.

—Ah, eh, sí. Gracias a ustedes.

Nahuel pasa a sentarse junto al Vicepresidente, quien se mantiene serio pero amigable para que el cliente entre en confianza. El acento ruso de este hombre apenas si se nota, habla muy bien en español, tal como decía en internet, por ello domina el idioma con tanta facilidad, aunque quizás los años en Moscú les hayan quitado algo del acento adquirido, pues su pronunciación resulta extraña.

—Déjeme presentarme, soy Carlos Rojas, el Director del Área Creativa en esta empresa. Hablamos por teléfono varias veces en estos días.

—Me acuerdo de usted, sí. Es un placer.

—Bueno, en ese caso, déjeme presentarle a David Morrison, el Gerente del Área Creativa, y Matías Galván, Subgerente de la misma Área. Ellos han trabajado en la propuesta que pasarán a exponer en breve.

Nahuel nos dedica un asentimiento como saludo, lo cual ambos correspondemos, Matías acaba de preparar el reflector, me acerco a darle un sorbo a mi taza de café para humectar la garganta y me posiciono, estoy a punto de iniciar cuando… La puerta de la oficina se abre de par a par y la secretaria de Matías aparece, exaltada, con la respiración acelerada y una clara urgencia.

—¡Necesito ayuda! —exclama—. ¿Alguien aquí sabe de primeros auxilios?

—¿Qué sucede, Penélope? —Matías frunce el ceño y se dirige hacia su secretaria.

—Es Camila, no sé lo que le sucede, está tirada en el piso, no puede respirar y…

No acaba de terminar cuando yo ya he reaccionado y, por algún motivo que desconozco, Nahuel también se pone de pie.

—¿Dónde está? —exijo saber.

—En las escaleras, ella…

No escucho el resto, salgo de la sala, varios pares de pasos me siguen mientras me encamino hacia el lugar mencionado. Ni bien más asomarme encuentro a Camila. Bajo los escalones de dos en dos, por poco doy saltos hasta que termino de rodillas junto a su cuerpo: Está llorando, sus extremidades se sacuden por la forma tan abrupta en que intenta tomar aire, no lo consigue. Está a punto de desmayarse. Esto es un ataque… ¿de pánico?

—Camila, escúchame, estás bien, ¿okay? —Me acerco a tomarle el pulso, pareciera que está corriendo un maratón—. No cierres los ojos, mírame. —No consigue enfocar, sus pupilas están dilatadas—. Respira, por favor, respira, sabes cómo hacerlo, anda.

—No…. No puedo. —Su voz sale entrecortada.

—Claro que puedes, anda. Respira, inhala conmigo, vamos. —La tomo por el rostro para que me mire—. Inhala, uno… Exhala, dos… Inhala, uno, dos… Exhala, tres, cuatro… Sí, así, inhala… Exhala… Escúchame, no cierres los ojos. Respira, puedes hacerlo.

Camila poco a poco va recuperando el aliento y el color en la cara, estaba casi morada por la falta de oxígeno.

—Estás bien, sigue así. Inhala… Exhala… Estás bien, estás a salvo, mantente tranquila y solo enfócate en respirar, ¿okay?

No sé lo que ha provocado este ataque, pero seguro fue algo muy intenso. Joder, si parecía a punto sufrir algo peor. Todavía no está consciente en su totalidad.

—Respira. Uno… Dos….

Hablo con ella y le pido que se mantenga despierta hasta que consigue recuperar por completo su capacidad respiratoria, sus pupilas vuelven a la normalidad, las lágrimas se detienen, toma profundas bocanadas de aire y cierra los ojos. El ataque acaba de finalizar. Su cuerpo deja de temblar, se relaja.

—¿Crees que puedas levantarte?

—No… no sé —murmura con voz trémula.

—Bien, no te preocupes, sólo sigue respirando.

Matías está unos pasos detrás de mí junto a su secretaria y, bajo el marco de la puerta, Nahuel Mikhaylov lo observa todo. Me extraña, aunque no digo nada. Con cuidado paso uno de mis brazos por detrás de sus rodillas y el otro por debajo de los suyos, la levanto del suelo sin mucho esfuerzo y sin molestarme en recoger la estúpida bandeja que parece tener ganas de permanecer en el piso.

—Regresa a la sala, inicia con la presentación —ordeno hacia Matías.

—Pero…

—Hazlo, iré en cuanto ella esté mejor. Discúlpame con los demás hasta que pueda regresar.

Matías entiende que no hay forma en que pueda retenerme, así que no insiste. Penélope regresa con él no sin antes lanzar una mirada de preocupación hacia la chica que cargo en brazos. Camila, para mi sorpresa, ni siquiera se queja; debe estar recuperándose todavía de ese ataque. Hace ya mucho tiempo que no lidiaba con este tipo de cosas.

Termino de bajar las escaleras y llego a mi piso, algunos empleados lanzan miradas curiosas al verme pasar, pero no dicen nada. Voy directo hacia mi oficina, abro y cierro la puerta usando la punta del zapato. Cargo a Camila hasta uno de los sofás, donde la dejo con cuidado. Está consciente, pero se nota que no consigue regresar a la normalidad todavía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.