CAMILA
14 de diciembre de 2018
…
—¿Segura de que no quieres que pase a buscarte después?
—Ya te dije que los padres de Mel no tienen problema en que me quede en su casa —repito por doceava vez—. Estaré con ella hasta mañana.
Joel no parece convencido, no obstante, termina asintiendo y suspirando. Dijo que tiene una reunión con unos amigos, va algo tarde por mi culpa, es tan terco que insistió en traerme pese a que le dije que no era necesario; podría haber tomado un taxi, tampoco es tan difícil, y puede que no conozca bien la ciudad, pero tampoco creo que exista más de una escuela llamada Instituto Xan Bumotoraski.
—Bien, estaré atento al celular por cualquier cosa —cede al fin—. Avísame cuando ya estés allá, ¿okay? Y no importa la hora, llámame si me necesitas.
Me muerdo la mejilla. Joel siempre ha sido sobreprotector conmigo, me cuida más que mi propio padre, pero sé que ha empeorado porque me ve débil. Mierda, nunca debió haberse enterado de mis ataques de pánico, desde ese momento ha estado pegado a mí como una garrapata.
Es él quien siempre me lleva al psicólogo, también sale conmigo a todos lados y soporta a mis amigos solo para cuidarme, incluso regresó a la casa de nuestros padres de forma temporal para estar cerca de mí. Es humillante que no logre convencerlo de que estoy bien.
Aunque en realidad no lo esté…
—Lo haré.
—Promételo.
—Lo prometo, Jojo. —Le dedico una sonrisa antes de darle un beso en la mejilla como despedida—. Estaré bien, hoy vengo a divertirme y a celebrar con Mel, no me pasará nada malo. No te preocupes por mí.
—Pides un imposible —musita más para sí mismo que para mí—. Solo… pásala bien.
Joel, como siempre, sonríe de vuelta y me regala un beso en la frente. Bajo de su coche con el abrigo en mano y me despido de él mientras se aleja. Decido avisarle a Mel de mi llegada solo cuando lo pierdo de vista. No tarda mucho en contestar, seguro estuvo esperándome desde el momento en que le dije que sí podría venir.
Melanie: ¡Entra, entra! ¡Iré hasta la puerta para recibirte!
Hago caso, paso el inmenso portón delante de mí del que cuelga un cartel que dice «¡Bienvenidos a nuestra fiesta de egreso!» y sigo el camino decorado con globos, los cuales están inflados con helio y flotan atados a pequeñas piedras, que los sostienen para que no salgan volando al infinito y más allá.
Sigo por un inmenso pasillo, la música resuena por todo el lugar, hay algunas chicas que pasan corriendo a mi lado en dirección a los baños, no sé si porque les urge orinar o por si se van a consumir algo que no deberían. Pero como no es mi asunto, no me meto.
Llego hasta la entrada al salón de fiestas donde se lleva a cabo la celebración y allí me detiene un hombre que aparenta tener unos cincuenta y algo, seguro es uno de los profesores que están a cargo de cuidar a esta inmensa masa de adolescentes descontrolados.
—Buenas noches, señorita —saluda con una sonrisa.
—Buenas noches.
—¿Ha sido invitada por alguno de nuestros alumnos?
—Sí, fue…
—¡Amor de mi vida, por fin! —el chillido me impide alcanzar a nombrarla.
Melanie aparece de golpe por detrás del profesor y se me tira encima para asfixiarme con un fuerte abrazo, no tardo nada en corresponderle, también la abrazo como si quisiera romperle las costillas.
—¡Cami, no sabes cuánto te eché de menos! —chilla, al borde del llanto.
—Yo también, Mel…
Tengo que contenerme para no llorar, arruinaría mi maquillaje, el cual Santy me ayudó a hacer, él me mata si se entera que sus dos horas de trabajo se estropearon por mi ridícula sensibilidad.
—Ya veo que fuiste tú quien la invitó, eh —ironiza el profesor.
Mel se aleja y me toma de la mano con una amplia sonrisa, sus ojitos brillan de emoción por debajo de un antifaz de garza con plumas que combinan con su vestido color verde oscuro.
—Profe, ella es mi mejor amiga, ¿recuerda que se la había mencionado antes?
—Por supuesto, si en mis clases muchas veces te agarraba usando el celular y siempre que lo hacía te encontraba chateando con esta señorita.
Ambos ríen y Melanie pasa a abrazarme por la espalda, sus abrazos son algo que extrañé casi más que a ella misma, es el tipo de persona que sana a los demás sin darse cuenta y su energía se me contagia.
—Bueno, bueno, ya. Quiero que Austin te conozca también, ¡vamos!
—Eh, eh, ¿no se te olvida algo, García? —Nos detiene el profesor.
—¿Qué cosa?
—Mm, no sé, ¿quizás la temática?
—¡Oh, cierto! Cami, necesitarás un antifaz para poder entrar.
—¿Qué? No me dijiste nada de eso, Mel, no traje…
—No te preocupes, el profe Tobías tiene muchas allí, ¿ves? —Señala la mesa que está a solo unos pasos de la puerta, hay una caja con todo tipo de antifaces—. Elige el que más te guste, y dame eso. —Me quita el abrigo de los brazos—. Iré a dejarlo junto con mis cosas, elige uno y espérame hasta que vuelva.