La chica de los sueños locos

Capítulo 17

DAVID

Suspiro frustrado sin dejar de mirar a Simón, todavía no puedo creer que esté terminando de acomodar sus cosas a última hora, ni siquiera entiendo por qué lleva tanto si tampoco vamos al otro lado del mundo.

Hoy es viernes, mañana es la boda de Charlotte; se lleva a cabo en un hotel costero en una ciudad vecina y, para rematar, la inauguración del hotel de los Mikhaylov es el lunes próximo, es decir, mi fin de semana estará cargado de eventos.

—Debiste hacer esto ayer, Tristán —protesto.

—Sabes que no soy fan de hacer maletas.

—Pues deberías, así no nos estarías retrasando.

Debemos buscar a Camila. No me gusta la idea de hacerla esperar, menos luego de haberle mentido a los Mikhaylov, desde ese momento ella me ha dejado claro que debo complacerla en todo o hará hasta lo imposible por arruinarme el fin de semana.

Han pasado casi tres semanas desde entonces, tuvimos que posponer el lanzamiento del comercial por un problema familiar de los gemelos, quienes han estado fuera del país durante toda la semana, prometieron volver para el estreno y la inauguración. No he vuelto a saber de ellos en estos días.

Gracias a Dios.

No me caen mal, son clientes adinerados que me han ayudado mucho en mi etapa de prueba por el ascenso, pero también son conocidos de Camila y, pese a que he intentado, ella cambia de tema cada que intento preguntarle al respecto.

En estas semanas nos hemos acercado bastante, como amiga es un poco pesada y siempre me arrastra a todos lados, pero me sirve como distracción cuando estoy aburrido.

—Ya, deja de quejarte. Mira, terminé, ¿contento? —anuncia Simón señalando su maleta.

—No sabes cuánto, lleva esa cosa al auto y vámonos de una vez.

Pego la vuelta sobre mis talones y voy directo a las escaleras. No sé qué necesidad hay de llevar media casa a un viaje de dos días, pero bueno, Simón siempre ha sido así.

Mi primo baja por detrás de mí y sale de la casa para acomodar sus cosas en el baúl del auto rentado que conseguí para el fin de semana, ni loco iba a llevar mi Mercedes-Benz a otra ciudad con Simón como acompañante.

Salgo hasta el marco de la puerta principal y lo observo tratando de levantar su maleta, debe pesar como una tonelada y media, porque no lo consigue sino tras varios intentos. Tía Ken se acerca con una pequeña sonrisa al ver mi expresión de fastidio, ya deberíamos haber salido rumbo al departamento de Camila.

—Ten paciencia con él, sabes cómo es.

—Juro que lo intento, tía, pero Simón a veces supera mis límites.

Yael, que se encuentra descansando en una reposera mientras usa sus audífonos, se ríe y deja de beber su jugo para comentar al respecto.

—Te entiendo, Dav, yo también odio a Simón.

—¡Eh, te escuché! —protesta él desde su lugar, al fin pudo meter la maleta; ahora intenta cerrar el baúl.

—¡Lo dije para que lo escucharas! —Y enseña la lengua como mofa.

—Eres una señorita, Yael, no hagas esas caras —la riñe mi tía.

Mi prima ignora la mirada amenazante de su mamá y pasa a centrarse en mí, todo eso sin moverse de su lugar.

—Quiero fotos de esa boda —demanda.

—¿Y acaso soy tu mandadero?

—¡Eres un gran fotógrafo!

—Dejé ese hobby desde hace mucho, Yael.

—Pero si es como andar en bicicleta: nunca se olvida.

—Ni siquiera tengo una cámara, no creo que…

—Espérame ahí y no te vayas —me corta justo antes de ponerse de pie.

Se baja los audífonos hasta dejarlos colgando de su cuello y pasa entre tía Ken y yo hacia el interior de la casa, sube las escaleras tan rápido que me sorprende escucharla llegar sana y salva hasta arriba, algún día de estos se pegará un buen porrazo.

—¿Qué hace? —pregunto a mi tía.

—Seguro fue a buscar el último regalo que le hizo Jeremías.

—¿Qué cosa le regaló?

—Ya lo verás.

Mi tío tiene la costumbre de obsequiar cosas a sus hijos como si todavía fueran niños, corre con suerte de que su trabajo y profesión le den el dinero suficiente para vivir cómodos. Él es mi ejemplo a seguir, mis años viviendo bajo su techo fueron los que me forjaron para querer algo igual.

—¡Aquí está, todo se soluciona!

Yael se detiene a mi lado y me entrega una caja pequeña pero pesada que desvela su contenido incluso sin abrirlo: es… una cámara.

—Papá me la dio por mis buenas calificaciones —explica—. Es una Canon Rebel T100 Dciii Uscan.

Por un segundo, solo por uno, me dan ganas de chillar por la sorpresa, pero eso sería poco varonil, así que me contento con observar la caja.

—Ahora sí ya no tienes excusas, quiero fotos. ¿Tomarás fotos?

Miro a tía Kenia y a Yael, ambas esperan mi respuesta como si fuese a cambiar el destino de la humanidad y yo…




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