La chica de los sueños locos

Capítulo 19

DAVID

Supe incluso antes de moverme, que la decisión ya estaba tomada, bastó con ver su expresión de horror para decidir que tenía que hacer algo.

La tal Ivonne y los gemelos salieron del comedor por algún motivo que desconozco, dudo que nos estuviesen siguiendo o que siquiera nos hubieran visto salir, pero decidí que debía ayudar a Camila a como diera lugar. Ya luego veré cómo convencerla de quedarse conmigo, primero tengo que demostrarle que, mientras esté a mi lado, los Mikhaylov no podrían acercarse si ella no lo quiere.

—Camila —le llamo, ella tarda unos momentos en volver a mirarme, parece estar debatiéndose entre desmayarse o correr a esconderse bajo tierra—. Por favor, no malinterpretes lo que voy a hacer y solo sígueme la corriente, ¿okay?

Jodido déjà vu.

No le doy tiempo a procesarlo, no vaya a ser que se espante y salga corriendo. Sin siquiera pedir permiso, la tomo por el brazo y la halo hacia mí al mismo tiempo que la hago girar para que caiga sobre mi regazo; acaba sentada encima de mis piernas, su confusión y sorpresa siguen evitando que escape. Sus grandes ojos color café reflejan desconcierto cuando la tomo por la nuca y la atraigo hacia mi boca. Mi mano libre se encarga de envolver su cintura para asegurarme de que no me mande a la mierda antes de tiempo.

Volver a sentir el suave roce de sus labios provoca que el pulso se me dispare, mierda, no soy de piedra, ¿cómo no voy a reaccionar ante una mujer como ella? Y peor, ¿cómo no voy a reaccionar si la estoy besando de verdad?

Contrario al beso que ella me robó, este sí que es un beso digno de recordar. Camila tarda unos instantes en entender lo que estoy haciendo y, cuando decide corresponderme, no hace más que empeorar los latidos de mi corazón.

Su boca, suave y húmeda, se fusiona con la mía como si lo hubiese estado esperando con ansias. Se centra en la actuación y sus manos suben por mi pecho hasta enredarse en mi cabello, sus brazos me rodean el cuello, de modo que nuestros torsos se acercan demasiado.

Pensamientos puros, pensamientos puros.

Hago todo lo que puedo para que cierta parte de mi cuerpo se mantenga serena, pero es un poco complicado teniéndola encima, más si tenemos en cuenta que llevo varios meses sin tocar ni besar a ninguna mujer, la última había sido Danna, desde ese momento no quise enredarme con ninguna otra para evitar distracciones y centrarme en el trabajo. Ahora, ¿cómo se supone que siga mi vida luego de este momento? Traerla como novia falsa no incluía besarla, ni mucho menos tocarla como lo estoy haciendo.

Estoy tan enfrascado en la sensación que por un momento se me olvida que nada de esto es real, la mano que tenía en su nuca acaba bajando hasta una de sus piernas, me dejo llevar y dicha mano acaricia la piel que su vestido deja expuesta. Joder, el sabor de su boca es exquisito y ella sí que tenía razón; el licuado de hace rato sabía mejor por el sabor de sus labios.

¿De quién se supone que la estaba cuidando? Ah, sí, de los Mikhaylov.

Y hablando de los Reyes de Roma, los tres se detienen a una distancia prudente de nosotros, los veo de reojo pretendiendo que no me he dado cuenta. Camila tampoco demuestra haberlos notado, mejor.

Hubiese seguido besándola como poseso de no ser por el carraspeo de uno de esos tres.

Mierda.

Camila reacciona de golpe, regresa a la realidad como si le hubiesen pinchado las costillas con un alfiler y sus ojos coinciden con los míos, su respiración agitada golpea contra mis labios… Carajo, qué imagen, la leve hinchazón en sus labios casi provoca que la bese otra vez, seguro lo hubiese hecho de no ser porque ella decide mirar hacia quienes nos interrumpieron, su mandíbula se tensa.

—Lamentamos molestar —empieza Nahuel—, pero quisimos acercarnos a saludar al reconocerlo, Gerente Morrison.

Te hubieses quedado lejos, idiota.

—Oh, qué sorpresa encontrarlos. —Pretendo estar feliz—. Creí que no sabría de ustedes hasta el lunes, ¿qué los trae por aquí?

Camila gira a mirarme de nuevo y, sin mediar palabra, le indico con una caricia que puede usarme como escudo las veces que quiera, por eso se inclina hacia delante y esconde la cara en el espacio entre mi cuello y mi hombro.

La mandíbula de Samuel se tensa al notar la forma en que ella se apega a mi cuerpo, evito sonreír con suficiencia porque no quiero arruinar mi relación laboral con él, de otro modo ya lo hubiera mandado al carajo, más después de enterarme de toda su historia con Camila.

—El novio nos invitó —responde Nahuel—. Lo conocemos desde hace tiempo ya que trabaja para uno de nuestros socios, no pudimos negarnos cuando nos contó que se casaba.

—Vaya, qué casualidad. —Esbozo una pequeña sonrisa—. Mi pareja y yo fuimos invitados por la novia, ella… Es una vieja conocida.

Referirme a Camila como «mi pareja» provoca que Samuel desvíe la cara en otra dirección. Sí, mejor que no mire, sería masoquista si lo hace.

Ivonne analiza a «mi novia» con el ceño a penas fruncido, no sé si es que todavía no la reconoce o si es que ya la ha reconocido y trata de entender por qué carajo está aquí. Yo me hago la misma pregunta con respecto a ella. Por lo que tengo entendido, Ivonne Mikhaylov no se involucra en asuntos laborales pese a tener un título en Harvard; además, lleva algunos meses dedicándose al modelaje, no había venido al país ni una vez en años, ni siquiera cuando los mellizos lo hicieron.




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