La chica de los sueños locos

Capítulo 23

DAVID

La iglesia, como todo lo demás, destaca por su lujo y tamaño descomunal. No hay una sola cosa que no parezca sacada de una revista para millonarios, inclusive hay reporteros en la entrada. Camila envuelve su brazo con el mío ni bien bajar de la limusina que nos trajo, está algo tensa todavía y es por eso que quería quedarme en el hotel, no entiendo su afán de forzarse a participar de una ceremonia religiosa luego de todo lo que tuvo que soportar hoy.

—Joder, vaya palacio —comenta Simón apareciendo a mi lado.

Los reporteros y paparazzi nos sacan fotos al pasar, lo cual incomoda mucho a Camila, se tensa incluso el doble de lo que ya estaba. Charlotte se ha convertido en una figura pública, es obvio que su boda no va a pasar desapercibida. Y me jode que ese hecho moleste a mi novia.

Mm, ¿eso no suena demasiado posesivo para quienes sólo fingen serlo?

Cállate.

Llevo la cámara colgando de mi cuello, lo cual tampoco ha de pasar desapercibido delante de los paparazzi, no dudo que vayan a reconocerme, por eso intento cubrir a Camila con mi cuerpo, lo último que faltaría es que esas fotos lleguen a alguna revista y que mis jefes se enteren de lo que he estado haciendo.

En la empresa Ibáñez no hay leyes que impidan las relaciones románticas entre empleados, pero tampoco quisiera darles una mala impresión. Mi ascenso está a solo unos pasos de mí, no puedo arriesgarme y mucho menos exponer a Camila delante del ojo público.

Entro lo más rápido que puedo y una especie de guía nos indica cuáles serán nuestros asientos, pasamos directo a sentarse uno junto al otro; Camila queda entre Simón y yo, se remueve de un lado al otro en su asiento como si no encontrara una posición cómoda, aunque sé que su incomodidad se debe a otra cosa: los Mikhaylov.

Aquellos tres personajes se encuentran dos filas por delante que nosotros, no parecen habernos notado todavía. Mejor. Hoy tuve un muy fuerte enfrentamiento con ellos, seguro me guardarán resentimiento de por vida y la verdad me vale una mierda.

Ivonne casi provoca que Camila requiera atención médica, no iba a dejar que se saliera con la suya; no hice nada que no debería, solo le dije algunas cosas que todos ellos necesitaban escuchar y les exigí alejarse de ella, claro está. No les gustó mucho, pero al menos los gemelos fueron conscientes de la gravedad de la situación y aceptaron mantenerse al margen.

Espero no volver a verlos luego del estreno del comercial, no los quiero cerca ni de mí ni de ella.

Intento centrarme en otra cosa para no caer en la ira otra vez, tomo la cámara de mi cuello y la enciendo, debo tomar fotos o Yael querrá matarme.

—Espera, ¿esa cosa no es de Yael? —inquiere Simón al notar el aparato—. Carajo, no me digas que te la prestó.

—Y… si la tengo aquí, se supone que sí, es lo más lógico, ¿no te parece? —No puedo evitar el sarcasmo, lo cual consigue sacarle una risita a Camila.

—¡Es tan injusto! —protesta—. A mí no me la ha querido prestar ni por medio segundo, dice que soy un peligro andante y que…

—No dijo nada que no fuera cierto —lo corto—. Además, sabes bien que siempre he sido su favorito, ¿qué esperabas?

Simón solo ríe, irónico, lo ignoro y me centro en sacar fotos a la inmensa iglesia. No sé qué es lo que pasa por su cabecita de adolescente pre-adulto, pero seguro se le enciende la bombilla porque, tras unos momentos de silencio, su voz vuelve a colarse en mis tímpanos.

—Supongo que te prestó la cámara para tener recuerdos de esta boda, ¿cierto?

—Eres todo un genio, ¿qué comes que adivinas?

La ironía vuelve a sacarle una risita a Camila, mm, supongo que Simón sirve de algo al menos por hoy; quizás logre relajarse si el ambiente se lo permite.

—Entonces, ¿no te parece que le gustaría tener fotos en las que aparezcas con tu novia? —Ignora mi sarcasmo y sonríe como si hubiese descubierto la octava maravilla del mundo—. Digo, Camila le cayó muy bien cuando se conocieron.

Estoy a punto de negarme, de asegurar que no es necesario, que lo mejor sería evitar las fotos en las que aparezcamos juntos, pero…

Sí me gustaría tener recuerdos de este fin de semana.

—Quieres que te preste la costosa cámara de Yael para tomarnos una fotografía, ¿no?

—Bueno, si tú me ves capacitado para hacerlo, pues…

—Solo una y que sea rápido.

Simón tarda menos de medio segundo en pararse para tomar la cámara, Camila no se niega a la foto, al contrario, se acerca un poco para posar junto a mí. No obstante, el «fotógrafo» acomoda la cámara y no toma la foto.

—No tenemos toda la noche, Tristán —bufo—, toma la foto de una vez.

—Joder, ¿qué son esas caras? —protesta como si llevase toda su vida trabajando de esto—. Dios, pareciera que no saben posar. A ver, David, pasa tu brazo por encima de sus hombros y tú no te hagas la tímida, Camila, que bien que no lo eres.

Ella no protesta, es más, me facilita el acceso e inclusive apoya la cabeza sobre mi hombro y enreda nuestros dedos al tomar mi mano libre. El olor de su champú casi me lleva a inhalar con fuerza, habría sido demasiado obvio, por suerte pude detenerme a tiempo.




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