CAMILA
No puedo seguir mintiéndome a mí misma. Lo supe siempre, en realidad, pero me fue más fácil engañarme.
El problema soy yo. El problema está en mí. No soy capaz de amar a nadie porque tengo demasiado miedo y siempre termino alejando a las personas con tal de evitarme heridas futuras, siempre encuentro un modo de convencerme de que soy alguien fácil de olvidar, es más sencillo huir antes del caos que quedarme a hacerle frente, no me creo capaz de soportar más guerras y más sangre. Esta es mi verdad: Soy una persona tan débil que incluso renuncié a mis sueños con tal de «protegerme» de cosas que quizás ni siquiera hubieran sucedido.
—Entonces ¿qué? ¿No eres su novia?
Samuel… Oh, Samuel. ¿Cómo explicar el dolor que me atraviesa recordando el amor tan bonito que supo darme? Quizás duele tanto porque fue tan bello… Fue, en pasado.
—David es… increíble, y… lo único que ha hecho desde que nos conocimos fue ayudarme, me dio apoyo cuando lo necesité y ha sabido calmar mis tormentas en más de una ocasión. —Una pequeña sonrisa brota en mis labios pese a la tristeza que cargo encima de mis hombros—. Es… maravilloso.
—Eso no responde a mi pregunta, Cami.
«Cami». Duele. Mi nombre de sus labios duele como una herida abierta, sangra como lo ha hecho siempre y en sus manos se encuentra la sangre derramada, pues siempre ha tenido un pedazo de mi corazón guardado en el bolsillo.
—Él ha sabido ganarse un lugar en mi vida que hace mucho no estaba dispuesta a cederle a nadie. Me ha visto llorar, me ha visto rota y… perdida, pero aun así no me ha dejado de lado, al contrario, me ha repetido que merezco más, me ha hecho entender que… quizás no todo sea tan malo… y me lo creo, al menos mientras él está conmigo.
Tomo aire, limpio las lágrimas de mi rostro y vuelvo a centrarme en el hombre que tengo delante.
—Estás… estás enamorada de él. —No es pregunta, sino afirmación.
Enamorada… No, no creo estarlo, David me gusta y gozo pasar tiempo a su lado, pero no lo categorizo como amor, yo no puedo amar a nadie. No quiero amar a nadie.
—Déjame en paz. —No es una orden, al contrario, mi voz sale tan trémula y vulnerable que suena a súplica. Ridícula, así me siento.
—Camila, ¿estás enamorada de él?
—¿Por qué debería contestar?
—Solo dilo. ¿Estás enamorada de él? ¿Amas a David como algún día me amaste a mí?
No. Jamás podría amar de nuevo a alguien como lo hice con él, ¿cómo se piensa que volvería a dejar que un hombre se adueñe de mi alma? No he vuelto a amar incondicionalmente a nadie porque sé que me estaría condenando.
—No te compares con él —musito.
—Camila…
—¿Quieres que te diga lo que siento? Bien, lo haré. —Avanzo un paso hacia él, dispuesta a soltar todo lo que llevo dentro, cosas que me han impedido librarme de su fantasma—. Cada que estoy con David mi corazón late con normalidad, no se sangra ni duele como lo ha hecho por tu culpa, sus sonrisas me agradan y sus ojos me encantan. David sabe cómo ayudarme y lo hace sin esperar nada a cambio. Me escucha incluso cuando no quiero hablarle de mí, porque temo que se asuste y quiera alejarse como todos ustedes. Sigue a mi lado pese a ello, sigue… aunque no sea perfecta, aunque esté rota. ¿Y sabes lo que siento cuando me abraza? Calidez, me siento segura. Él es calma, tú eres caos. Él es frío por fuera y demasiado cálido por dentro. Es todo lo que quisiera que tú hubieras sido conmigo, es todo… lo que quería de ti.
Mis palabras van directo a su corazón, casi puedo ver la sangre brotando de su pecho.
—Él no entiende todo lo que cargo encima, no lo sabe, y por eso soy capaz de disfrutar la paz que me proporciona. Él nunca me ha hecho daño. Él… es la primera cosa buena que me ha pasado desde que te fuiste. —Quizás estoy exagerando, pero mi boca no se detiene—. Así que déjame… Deja que sea feliz de una vez, vete y llévate tu fantasma contigo.
Hasta aquí llegué, no puedo seguir mirándolo.
Retrocedo un paso, luego otro y otro, retorno por el pasillo que me trajo hasta este punto, estoy a punto de echar a correr cuando mi cuerpo termina impactando contra otro. Por un momento me entra el pánico de hacer el ridículo ante algún desconocido, pero mis hombros se relajan un poco al reconocer su perfume.
No levanto la cabeza, solo utilizo mis brazos para envolver su torso y escondo la cara en la curva de su cuello.
—¿Cuánto hace… que estabas aquí?
—Lo suficiente para entender que la velada ha terminado por hoy.
—¿Qué?
No me da tiempo a decir nada más, porque me levanta del suelo sin muchas dificultades, acabo siendo sostenida por sus brazos como una novia el día de su boda. David ni siquiera espera que Samuel termine de acercarse, pega la vuelta y se aleja sin más. Alcanzo a distinguir la mirada triste y… ¿aliviada? De mi ex. Algo en sus ojos grita «Perdóname por haberte hecho tanto daño» y también «Sé feliz con él, por favor».
David se mueve rápido, apenas me da tiempo a procesarlo, bajamos las escaleras, hay gente, así que vuelvo a esconder mi cara contra su cuello, las lágrimas deben de molestarle, pero no se queja en voz alta. Es más, lo único que demanda es que traigan su coche mientras salimos del hotel, por suerte no hay mucha gente, todos parecen seguir en el salón. Permanezco llorando contra su piel durante los minutos siguientes.